Tema: Autoestima, comparación
El árbol amigo
En un campo había un árbol grande y bonito. Su copa daba
una grandiosa sombra y en sus ramas fuertes muchos
pajaritos descansaban de sus vuelos, se abrigaban para
pasar la noche y hacían sus nidos.
Él era amigo de los animales, acogía a todos con mucho
cariño. Hasta una colmena vivía ahí.
Desde temprano, en la alborada, el árbol daba los
“buenos días” a los pajaritos y admiraba sus cantos.
Después, saludaba a también a las abejas que poco a poco
iban saliendo para un día más de trabajo.
Él vivía feliz, ayudando a sus amiguitos en todo lo que
podía.
Pero, un día, escuchó a los pajaritos conversando. Uno
de ellos explicaba al otro el camino para llegar a otro
árbol que había dado frutos.
- Está cargado de frutas maduras. ¡Son una delicia!
Mañana voy a volver allá, puedes volar conmigo si
quieres – dijo uno de ellos.
El árbol ya sabía que no daba flores. Las abejas tenían
que ir a buscar el néctar en otras flores. Pero ahora se
había dado cuenta de que tampoco podía dar frutos y eso
lo dejó muy triste.
Si diera frutos, además de que sus amigos pudieran
alimentarse ahí mismo, otros pájaros podrían venir
también y podría hacer más amistades.
El árbol era fantástico, pero comenzó a cultivar ese
pensamiento de que no era tan bueno y que no tenía lo
suficiente para ofrecer a sus amigos. Eso, además de
dejarlo triste, comenzó a debilitarlo, pues ya no tenía
tanto ánimo para crecer, para formar buenas ramas y
hojas.
Un día hubo una lluvia fuerte y los nidos y la colmena
se balancearon tanto con el viento que casi cayeron. Eso
nunca había sucedido antes. Todos quedaron muy
asustados. Incluso el árbol.
La lluvia pasó y vino la calma. Y entonces, los pájaros
y las abejas escucharon al árbol llorando.
- Creo que es mejor que busquen otro árbol para vivir.
No soy suficientemente bueno. Ya no tengo flores ni
frutos y hoy no pude protegerlos de la tempestad. No
sirvo para nada – dijo el árbol, entre sollozos.
- ¿Qué estás diciendo? – dijo un pajarito. - ¡Nosotros
queremos continuar viviendo aquí! ¡Eres fuerte, grande,
lindo y eres nuestro amigo!
- ¡Es verdad! – dijo la reina de las abejas – fue aquí
donde escogí, entre tus acogedoras
ramas, el mejor lugar para instalar mi colmena. Somos
felices y estamos agradecidas contigo.
- ¡No te sientas mal porque no tienes flores o frutos! –
continuó ella. – Nosotros tenemos alas, necesitamos
ejercitarlas, ¿no? Incluso si tú los tuvieras, nosotros
iríamos a volar y buscar experimentar otros sabores.
Los animalitos continuaron conversando con el árbol y
dando, además de explicaciones, el cariño que
necesitaba.
Al final de la conversación él se sintió mucho mejor.
Agradeció a sus amigos, que le hicieron darse cuenta de
que antes estaba desvalorizándose, pensando solo en lo
que no tenía y olvidando todo lo que él era.
Al día siguiente el árbol volvió a dar los “buenos días”
con mucha alegría a sus amigos, volvió a tener ánimos
para ayudarlos, de la misma forma como él lo hacía, y
volvió a ser muy feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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