Especial

por Rogério Coelho

Encantamiento pernicioso

Cada Espíritu deberá a sí mismo la ascensión sublime o la caída deplorable.


“(...) Tal es la influencia de los Espíritus que, de ordinario, son ellos que dirigen a los encarnados”. 
El Libro de los Espíritus, q. 459.


Cualquier reunión mediúmnica, en especial aquellas que son las más productivas y eficientes, están sujetas – día más, día menos – al ataque de los agentes de las sombras, verdaderos lobos rapaces vestidos con piel de oveja. Tan verdad es eso que Kardec1 considera el mejor médium solamente es aquel que, simpatizando únicamente con los buenos Espíritus, ha sido menos engañado.

Normalmente la vinculación entre los encarnados y los Espíritus malhechores se da a través de los “plugs” constituidos por las maldades deformadoras del carácter que aun sobrecargan la economía espiritual de quien las permite en su psiquismo. ¡Son las más variadas y atienden por el nombre de celos, ambición, orgullo, vanidad, personalismo, presunción, comodismo, invigilancia, egoísmo, ignorancia, mala fe, amarguras mordientes, maledicencia, odio, cólera, venganza, autopiedad, pereza, descuido, sexo desvariado y va por ahí a fuera!...

La fascinación ejercida por los obsesores es – a veces – tan sutil y eficiente que hasta incluso los médiuns más sagaces pueden – inadvertidamente – sufrirles el asedio, cuya finalidad no es otra sino desarticular las reuniones mediúmnicas de la cual forman parte, bien como inutilizarles los dones mediúmnicos.  Y no es raro que logren su deseo, haya vista lo inexplicable afición de que se revisten los procedimientos en ese sector de trabajo espírita, cuyos integrantes no son dados al debido estudio básico para luchar en tan delicado y grave labor.

André Luiz narra2 un episodio de “encantamiento” pernicioso protagonizado por una médium. Se trata de Doña Isaura Silva, que se dejó enredar por los sofocantes y dolorosos tentáculos de celos exacerbado, de la invigilancia, de la cólera y de la autopiedad... En cuanto duraba la reunión mediúmnica, ella mostraba irradiaciones brillantes; entre tanto, después de los trabajos se cercaba de emisiones de sustancia fluidica cenicienta-oscura.

El instrutor Sidonio explica para André Luiz2: — “(...) la pobrecita se encuentra debajo de una verdadera tempestad de fluidos malignos que le van siendo disparados por Entidades menos esclareci­das, con las cuales se sintonizó, inadvertidamente, por los hilos negros de lo celos.  En cuanto se encuentra bajo nuestra influencia directa, normalmente en los trabajos es­pirituales de orden colectivo, en que obra como val­vula captadora de las fuerzas generales de los asistentes, disfrutar buen ánimo y alegría. Terminada, con todo, la tarea, ella vuelve a las tristes condiciones a que se relegó.

(...) Ella es valerosa cooperadora, revela cualida­des apreciables y dignas, sin embargo, no perdió aun la noción de exclusivismo sobre la vida del marido y, a través de esa brecha que la induce a vio­lentas vibraciones de cólera, pierde excelentes oportu­nidades de servir y elevarse. Hoy, vivió uno de sus días más infelices, entregandose totalmente a ese género de flagelación interior. Nos reclama concurso activo, en esta noche, pues cada siervo acor­dado para el bien, cuando se proyecta en determi­nada faja de vibraciones inferiores durante el día, marca casi siempre una entrevista personal, para la noche, con los seres y las fuerzas que la pueblan.

(...) En cuanto la criatura es vulgar y no se des­taca por aspiraciones de orden superior, las inteli­gencias pervertidas no se preocupan con ella; no obstante, luego que demuestre propósitos de sublimación, se le apura el tono vibratorio, pasa a ser notada (tanto por encarnados como por desencarnados) por los característicos de elevación y es natu­ralmente perseguida por quien se refugia en la envidia, visto no conformarse con el progreso ajeno.

(...) Una vez fuera del cuerpo físico Doña Isaura presentaba el periespíritu intensamente oscuro.  Nada había que hacer, una vez que ella era señora de su destino y, por tanto, disponía del derecho de errar, para mejor aprender – el más acertado camino de defensa de la propia felicidad.

La educación no viene por imposición.  Cada Espíritu deberá a sí mismo la ascensión sublime o la caída deplorable.


MODUS OPERANDI DE LAS TINIEBLAS

Dos malhechores desencarnados, enemigos sagaces del servicio de liberación espiritual de que se vuelva dedicada servidora, aproximándose a Doña Isaura, desdoblada por el sueño, con el propósito deliberado de intoxicarle el pensamiento. Acercándose a ella, amistosos y blandos, diciendo: que entonces, Doña Isaura — dice uno de los embusteros, presentando en la voz mentiroso acento de compasión —, la señora ha sufrido bas­tante en sus sentimentos...

 ¡Ah! ¡¿Mi amigo — clamó la interpelada visiblemente satisfecha por encontrar alguien que se le asociase a los dolores imaginarios e infantiles —, entonces, el señor también sabe?!

 ¡¿Cómo no?! — comentó el interlocutor, en­fático — soy uno de los Espíritus que la "protegen" y sé que su esposo le ha sido un desalmado verdugo. A fin de "ayudarla", he seguido al infeliz, por todas partes, sorprendiendole las traiciones a los compromisos domésticos.

 ¡Sí — gritó, molesta —, esta es que es la verdad!  Sufro infinitamente... No existe en este mundo criatura más desventurada que yo...

— Reconozco la extensión de sus padecimientos morales, — acentuó el locuaz persegui­dor —, le veo el esfuerzo y el sacrificio y no ignoro que su marido eleva la voz en las oraciones, a través de las sesiones habituales, para simplemente cubrirse las propias culpas. A veces, en plena oración, se en­trega a pensamientos de lascivia, fijando seño­ras que le frecuentan el hogar.

Envolviendo la médium imprevisora en la zalamería de las frases, aducia:

 ¡Es un absurdo!  Me duele verla esposada a un infame enmascarado de apóstol.

 Es esto mismo... — Estoy rodeada de gente deshonesta. ¡Nunca sufrí tanto!”

A esa altura, Sidonio esclarece para André Luiz: — antes de todo, los agentes de la desarmonía perturbandole los sentimientos de mujer, para, enseguida, le aniquilaron las posibilidades de misionera. Los celos y el egoísmo constituyen puertas fáciles de acceso a la obsesión arrasadora del bien. Por el exclusivismo afectivo, la médium, en esta conversación, ya se unió mentalmente a los vellacos adversarios de sus compromisos sublimes.

— Repara: el inteligente obsesor abrazó a la señora y prosiguió: — Doña Isaura, crea que somos sus leales amigos. Y los protectores verdaderos son aquellos que, como nosotros, le conocemos los padecimientos ocul­tos. No es justo que se someta a las arbitrariedades del marido infiel. Abstengase de recibirle el se­quito de compañeros hipócritas, interesados en oraciones colectivas, que más se asemejan a pallazadas inútiles. Es un peligro entregarse a prácticas mediúmnicas, cual viene haciendo en compañia de gente de esa especie... ¡Tenga cuidado!...

La médium invigilante im­presionada con la extraña inflexión impresa en las palabras oidas rogó: — ¡Aconséjeme, Espíritu amigo, usted que conoce mi martirio silencioso!

El interlocutor, en la intención de destruir la cé­lula iluminativa que funcionaba con inmenso pro­vecho en el santuario doméstico de la joven señora, asediada ahora por sus argumentos endulzados y venenosos, observó con malicia: — La señora no nació con la vocación del picadero. No permita la transformación de su casa en sala de espectáculo. Su marido y sus relaciones sociales le exageraban las facultades.  Pre­cisa de más tiempo para desenvolverse.

Y envolvendola en los pesados velos de la duda que anulan tantos trabajadores bien intencionados, adujo: — ¿ya meditó bastante en la mistificación inconsciente? ¿Está convencida de que no engaña a los otros? Es indispensable acautelarse. Si estu­dia la grave cuestión del Espiritismo, con inteligencia y acierto, reconocerá que los mensajes escritos por su intermedio y las incorporaciones de Entidades supuestamente benefactoras no pasan de pálidas influencias de Espíritus perturbados y de alto porcentaje de los productos de su propio cere­bro y de su sensibilidad agitada por las exigencias inoportunas de las personas que le frecuentan la casa.

¿No ve la plena consciencia con que se entrega al imaginado intercambio? No crea en posibilidades que no posee. ¡Trate de preservar la dignidad de su casa!

La ingenua criatura registraba con visible terror aquella conceptuación del asunto...

(...) Los Espíritus de la sombra se aproximan a la mente invigilante, le dilaceran la armonía, le hurtaban la tranquilidad y, después, con sarcasmo imperceptible y sutil, la obligan a creer fantasiosa y despreciable. Muchos misioneros se dejan atropellar por la falsa argumentación que acabamos de oir y menospreciar las sublimes oportunidades de hacer el bien.  (...) Sin embargo, tales dificultades son lecciones valiosas que el Espíritu del mediúm, entre encarnados y desen­carnados, debe aprovechar en benditas experiencias y no nos compete sustraer la enseñanza al apren­diz. En cuanto un trabajador de la mediumnidad ­presta oídos a historias que le lisonjean la es­fera personal, de eso haciendo condición para cooperar en la obra del bien, quiere decir que aun estima el personalismo inferior y el fenómeno, por encima del ser­vicio que le cabe en el plano divino. En esa posición, se demorará largo tiempo entre desencarnados ociosos que disputam la misma presa, anulando valiosa ocasión de elevarse, porque, después de cierto tiempo de auxilio desaprovechando, pierde provisionalmente la compañía edificante de hermanos más envueltos”.

 


[1] - KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed. Rio: FEB, 2003, 2ª parte. cap. XX, item 226, § 9º.

[2] - XAVIER, Francisco Cândido. Libertação. 7.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 1978, cap. XVI.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita