Cada Espíritu deberá a sí mismo la ascensión sublime o
la caída deplorable.
“(...) Tal es la influencia de los Espíritus que, de
ordinario, son ellos que dirigen a los encarnados”. - El
Libro de los Espíritus, q. 459.
Cualquier reunión mediúmnica, en especial aquellas que
son las más productivas y eficientes, están sujetas –
día más, día menos – al ataque de los agentes de las
sombras, verdaderos lobos rapaces vestidos con piel de
oveja. Tan verdad es eso que Kardec1 considera el
mejor médium solamente es aquel que, simpatizando
únicamente con los buenos Espíritus, ha sido menos
engañado.
Normalmente la vinculación entre los encarnados y los
Espíritus malhechores se da a través de los “plugs” constituidos
por las maldades deformadoras del carácter que aun
sobrecargan la economía espiritual de quien las permite
en su psiquismo. ¡Son las más variadas y atienden por el
nombre de celos, ambición, orgullo, vanidad,
personalismo, presunción, comodismo, invigilancia,
egoísmo, ignorancia, mala fe, amarguras mordientes,
maledicencia, odio, cólera, venganza, autopiedad, pereza,
descuido, sexo desvariado y va por ahí a fuera!...
La fascinación ejercida por los obsesores es – a veces –
tan sutil y eficiente que hasta incluso los médiuns más
sagaces pueden – inadvertidamente – sufrirles el asedio,
cuya finalidad no es otra sino desarticular las
reuniones mediúmnicas de la cual forman parte, bien como
inutilizarles los dones mediúmnicos. Y no es raro que
logren su deseo, haya vista lo inexplicable afición de
que se revisten los procedimientos en ese sector de
trabajo espírita, cuyos integrantes no son dados al
debido estudio básico para luchar en tan delicado y
grave labor.
André Luiz narra2 un episodio de “encantamiento” pernicioso
protagonizado por una médium. Se trata de Doña Isaura
Silva, que se dejó enredar por los sofocantes y
dolorosos tentáculos de celos exacerbado, de la
invigilancia, de la cólera y de la autopiedad... En
cuanto duraba la reunión mediúmnica, ella mostraba
irradiaciones brillantes; entre tanto, después de los
trabajos se cercaba de emisiones de sustancia fluidica
cenicienta-oscura.
El instrutor Sidonio explica para André Luiz2:
— “(...) la pobrecita se encuentra debajo de una
verdadera tempestad de fluidos malignos que le van
siendo disparados por Entidades menos esclarecidas, con
las cuales se sintonizó, inadvertidamente, por los hilos
negros de lo celos. En cuanto se encuentra bajo nuestra
influencia directa, normalmente en los trabajos
espirituales de orden colectivo, en que obra como
valvula captadora de las fuerzas generales de los
asistentes, disfrutar buen ánimo y alegría. Terminada,
con todo, la tarea, ella vuelve a las tristes
condiciones a que se relegó.
(...) Ella es valerosa cooperadora, revela cualidades
apreciables y dignas, sin embargo, no perdió aun la
noción de exclusivismo sobre la vida del marido y, a
través de esa brecha que la induce a violentas
vibraciones de cólera, pierde excelentes oportunidades
de servir y elevarse. Hoy, vivió uno de sus días más
infelices, entregandose totalmente a ese género de
flagelación interior. Nos reclama concurso activo, en
esta noche, pues cada siervo acordado para el bien,
cuando se proyecta en determinada faja de vibraciones
inferiores durante el día, marca casi siempre una
entrevista personal, para la noche, con los seres y las
fuerzas que la pueblan.
(...) En cuanto la criatura es vulgar y no se destaca
por aspiraciones de orden superior, las inteligencias
pervertidas no se preocupan con ella; no obstante, luego
que demuestre propósitos de sublimación, se le apura el
tono vibratorio, pasa a ser notada (tanto
por encarnados como por desencarnados) por los
característicos de elevación y es naturalmente
perseguida por quien se refugia en la envidia, visto
no conformarse con el progreso ajeno.
(...) Una vez fuera del cuerpo físico Doña Isaura
presentaba el periespíritu intensamente oscuro. Nada
había que hacer, una vez que ella era señora de su
destino y, por tanto, disponía del derecho de errar,
para mejor aprender – el más acertado camino de defensa
de la propia felicidad.
La educación no viene por imposición. Cada Espíritu
deberá a sí mismo la ascensión sublime o la caída
deplorable.
MODUS OPERANDI DE LAS TINIEBLAS
Dos malhechores desencarnados, enemigos sagaces del
servicio de liberación espiritual de que se vuelva
dedicada servidora, aproximándose a Doña Isaura,
desdoblada por el sueño, con el propósito deliberado de
intoxicarle el pensamiento. Acercándose a ella,
amistosos y blandos, diciendo: que entonces, Doña Isaura
— dice uno de los embusteros, presentando en la voz
mentiroso acento de compasión —, la señora ha sufrido
bastante en sus sentimentos...
— ¡Ah!
¡¿Mi amigo — clamó la interpelada visiblemente
satisfecha por encontrar alguien que se le asociase a
los dolores imaginarios e infantiles —, entonces, el
señor también sabe?!
— ¡¿Cómo
no?! — comentó el interlocutor, enfático — soy uno de
los Espíritus que la "protegen" y sé que su
esposo le ha sido un desalmado verdugo. A fin de "ayudarla", he
seguido al infeliz, por todas partes, sorprendiendole
las traiciones a los compromisos domésticos.
— ¡Sí
— gritó, molesta —, esta es que es la verdad! Sufro
infinitamente... No existe en este mundo criatura más
desventurada que yo...
— Reconozco la extensión de sus padecimientos morales, —
acentuó el locuaz perseguidor —, le veo el esfuerzo y
el sacrificio y no ignoro que su marido eleva la voz en
las oraciones, a través de las sesiones habituales, para
simplemente cubrirse las propias
culpas. A veces, en plena oración, se entrega a
pensamientos de lascivia, fijando señoras que le
frecuentan el hogar.
Envolviendo la médium imprevisora en la zalamería de las
frases, aducia:
— ¡Es
un absurdo! Me duele verla esposada a un infame
enmascarado de apóstol.
— Es
esto mismo... — Estoy rodeada de gente deshonesta.
¡Nunca sufrí tanto!”
A esa altura, Sidonio esclarece para André Luiz: — antes
de todo, los agentes de la desarmonía perturbandole los
sentimientos de mujer, para, enseguida, le aniquilaron
las posibilidades de misionera. Los celos y el egoísmo
constituyen puertas fáciles de acceso a la obsesión
arrasadora del bien. Por el exclusivismo afectivo, la
médium, en esta conversación, ya se unió mentalmente a
los vellacos adversarios de sus compromisos sublimes.
— Repara: el inteligente obsesor abrazó a la señora y
prosiguió: — Doña Isaura, crea que somos sus leales
amigos. Y los protectores verdaderos son aquellos que,
como nosotros, le conocemos los padecimientos ocultos.
No es justo que se someta a las arbitrariedades del
marido infiel. Abstengase de recibirle el sequito de
compañeros hipócritas, interesados en oraciones
colectivas, que más se asemejan a pallazadas inútiles.
Es un peligro entregarse a prácticas mediúmnicas, cual
viene haciendo en compañia de gente de esa especie... ¡Tenga
cuidado!...
La médium invigilante impresionada con la extraña
inflexión impresa en las palabras oidas rogó: —
¡Aconséjeme, Espíritu amigo, usted que conoce mi
martirio silencioso!
El interlocutor, en la intención de destruir la célula
iluminativa que funcionaba con inmenso provecho en el
santuario doméstico de la joven señora, asediada ahora
por sus argumentos endulzados y venenosos, observó con
malicia: — La señora no nació con la vocación del
picadero. No permita la transformación de su casa en
sala de espectáculo. Su marido y sus relaciones sociales
le exageraban las facultades. Precisa de más tiempo
para desenvolverse.
Y envolvendola en los pesados velos de la duda que
anulan tantos trabajadores bien intencionados, adujo: —
¿ya meditó bastante en la mistificación inconsciente?
¿Está convencida de que no engaña a los otros? Es
indispensable acautelarse. Si estudia la grave cuestión
del Espiritismo, con inteligencia y acierto, reconocerá
que los mensajes escritos por su intermedio y las
incorporaciones de Entidades supuestamente benefactoras
no pasan de pálidas influencias de Espíritus perturbados
y de alto porcentaje de los productos de su propio
cerebro y de su sensibilidad agitada por las exigencias
inoportunas de las personas que le frecuentan la casa.
¿No ve la plena consciencia con que se entrega al
imaginado intercambio? No crea en posibilidades que no
posee. ¡Trate de preservar la dignidad de su casa!
La ingenua criatura registraba con visible terror
aquella conceptuación del asunto...
(...) Los Espíritus de la sombra se aproximan a la mente
invigilante, le dilaceran la armonía, le hurtaban la
tranquilidad y, después, con sarcasmo imperceptible y
sutil, la obligan a creer fantasiosa y despreciable.
Muchos misioneros se dejan atropellar por la falsa
argumentación que acabamos de oir y menospreciar las
sublimes oportunidades de hacer el bien. (...) Sin
embargo, tales dificultades son lecciones valiosas que
el Espíritu del mediúm, entre encarnados y
desencarnados, debe aprovechar en benditas experiencias
y no nos compete sustraer la enseñanza al aprendiz. En
cuanto un trabajador de la mediumnidad presta oídos a
historias que le lisonjean la esfera personal, de eso
haciendo condición para cooperar en la obra del bien,
quiere decir que aun estima el personalismo inferior y
el fenómeno, por encima del servicio que le cabe en el
plano divino. En esa posición, se demorará largo tiempo
entre desencarnados ociosos que disputam la misma presa,
anulando valiosa ocasión de elevarse, porque, después de
cierto tiempo de auxilio desaprovechando, pierde
provisionalmente la compañía edificante de hermanos más
envueltos”.
-
KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed.
Rio: FEB, 2003, 2ª parte. cap. XX, item 226, §
9º.