Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Autoestima


La nubecita que no quería ser nube


Había una vez una pequeña nube que se formó allá en el cielo. Era muy conversadora y amaba las novedades. Todo estaba bien para ella, pero, a pesar de ello, muchas veces se sentía triste. Es que veía tantas cosas interesantes en el cielo, que pensaba que sería mucho mejor si ella fuera otra cosa, en lugar de una nube.

– Ser una nube es muy aburrido – dijo. No hacemos absolutamente nada.  Simplemente nos quedamos aquí.

A veces, ella se estiraba y se torcía para tomar la forma de un pájaro, o de un avión. Ya había intentado transformarse en helicóptero y hasta en un cohete.

También adoraba las estrellas. Muchas veces imitaba su forma, pero era muy agotador mantenerse llena de puntas. Después de un tiempo, sin poder brillar, terminaba por rendirse y volver a su forma natural, redondeada y esponjosa.

Un día vio una cometa y quedó encantada. La cometa era colorida y tenía una cola que se movía hacia adelante y hacia atrás.

Una vez más intentó transformarse y querer ser lo que no era. Pero, al igual que otras veces, no funcionó y acabó desistiendo.

La pequeña nube no lo sabía, pero poco a poco, sin darse cuenta, estaba siendo preparada por Dios para la misión que Él le había encomendado. Dios no crea nada en vano. Él siempre tiene un propósito para cada persona y para cada parte de su creación.

Pasaron los días y ella fue creciendo. La pequeña nube se convirtió en una señora nube, grande y pesada.

Un día apareció el amigo viento. Él siempre venía con novedades, pues pasaba por muchos lugares y conocía a mucha gente. Tenía prisa y le dijo a la nube:

– ¡Vamos, vamos, hoy es tu gran día! Vamos a un lugar que realmente te necesita.

La nube no entendió, pero le gustaban las aventuras y se dejó llevar por el viento.

Fueron a un campo donde las plantas estaban secas y el calor era fuerte. Entonces, el viento le dio un fuerte abrazo a su amiga y ella empezó a llover.

El agua que trajo la nube penetró en la tierra y salvó las plantas. También formó charcos donde los animalitos pudieron saciar su sed. Purificó y refrescó el aire.

Cuando terminó la lluvia y el aire estaba muy húmedo, se formó un hermoso arco iris en el cielo.

Desde lo alto, la nube vio toda la naturaleza renovándose y se puso muy feliz. Se sintió tan bien, que pensó que nada podría ser mejor que ser una nube y poder hacer todo eso.

Después de ese día, nunca más volvió a quejarse, ni quiso ser diferente.

Cuando ella veía otras cosas interesantes, pensaba que ella también era interesante y que era genial ser exactamente tal como era.


Adaptación de la historia La Nubecita Triste, del sitio web pequenosgrandespensantes

 


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita