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Cinco problemas del
concepto de mérito
Parte 1 |
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Allan Kardec reconoció que el principio del mérito rige
la dinámica del Espíritu: Depende apenas del Espíritu
apremiar su progreso rumbo a la perfección, pues él la
alcanza conforme su deseo y su sumisión a la voluntad de
Dios. Al examinar las predisposiciones instintivas como
posibles obstáculos al ejercicio del libre albedrío,
Kardec afirmó que no hay arrastre irresistible, cuando
se tiene la voluntad de resistir, recordando de que
querer es poder. Según él, el hombre podría siempre
vencer sus malas tendencias por sus propios esfuerzos, y
lo que le falta es la voluntad.
Queda bien establecido, por tanto, que la condición de
superioridad espiritual depende del esfuerzo del
Espíritu en la adquisición de los valores intelectuales
y morales, además, obviamente, de su “edad”, de la cual
resulta un número mayor de experiencias de aprendizaje.
¿Cuándo se examina el Espíritu encarnado, bajo la
influencia profunda de la materia, las cuestiones de
mérito se mantienen, particularmente, en lo que se
relaciona al acceso a empleos, formación educacional y
carrera pública?
Según el filósofo Michael Sandel, en algunos aspectos,
sí; no hay nada de errado en contratar personas con base
en el mérito. Además, es la cosa cierta a hacerse. Si es
preciso de un bombero hidráulico para consertar mi
receptaculo sanitario o de un dentista para restaurar mi
diente, intento encontrar la mejor persona para la tarea.
Tal vez, no sea la mejor persona, pero es cierto que yo
quiero a alguien cualificado.
Además de eso, seleccionar por el mérito es un progreso
si consideramos otras formas de selección, como la
aristocracia hereditaria, la selección por criterios
religiosos, financieros, belleza física, o propina dada
por los padres.
El tema, todavía, merece análisis más profundo.
Cuestiones relacionadas al mérito ha sido responsables
por algunos conceptos, que absorber la vida
contemporánea, y que fueron, muchas veces, usadas hasta
incluso por figuras ilustres.
Barack Obama usó la expresión “usted consigue, si
intenta”, 140 veces durante sus dos mandatos.
Como ejercicio reflexivo, propongo algunos pensamientos.
Primero
No es verdad que todos aquellos que se esfuerzan,
consiguen. Muchas personas hicieron todo bien en la
vida, siguieron las reglas, dieron lo mejor, renunciaron
a muchas cosas en pro de un objetivo, pero nunca
conseguirán alcazarlo. Por otro lado, personas que ni se
esfuerzán tanto, alcanzarán el ápice dentro de lo que
esperaban.
El esfuerzo es muy importante, pero no es todo. Hasta
incluso el talento, no es garantía de éxito. Según una
filósofa contemporánea, es dudoso que dones naturales
tengan mucho que ver con desigualdades de renta en las
economías capitalistas. La mayoría de las diferencias de
renta son debido al hecho de que la sociedad invirtió en
el desenvolvimiento de los talentos de algunas personas
mucho más de lo que otras, y que coloca cantidades muy
desiguales de capital a la disposición de cada
trabajador. La productividad está unida principalmente
a los papeles en el trabajo, no en los individuos.
Segundo
El principio del esfuerzo personal no se aplica para
todos, en todos los contextos. Hay personas que no
poseen la energía necesaria para la autosuperación. No
posen en derivación de trastornos mentales, como la
depresión, que genera una profunda apatía; o no
consiguen en virtud de la propia condición espiritual.
Kardec reconoció eso, conforme se nota en este pasaje
de El Libro de los Espíritus:
Pregunta: ¿No desean esos Espíritus abreviar sus
sufrimientos?
Respuesta: Lo desean, sin duda, pero les falta energía
bastante para querer lo que los puede aliviar. ¿Cuántos
individuos se cuentan, entre vosotros, que prefieren
morir de miseria a trabajar? (L.E., pregunta 995-a.)
Tercero
La meritocracia, al alimentar comportamientos volcados
para el éxito y el fracaso, contribuye para sentimiento
de la soberbia, en unos, y de humillación y revuelta en
otros. Los vencedores, muchas veces, se ven invadidos
por el espíritu de la arrogancia meritocratica: creen
fuertemente que merecen lo que conquistaron, y,
consecuentemente, tienden a perder la empatía,
sentimiento fundamental en cualquier sociedad. Los otros,
los “derrotados”, son vistos como incompetentes, obtusos
o débiles. Les resta, por tanto, conformarse a la idea
de que están “por debajo” porque son “inferiores”.
Falta a los “victoriosos” la bella virtud de la
gratitud, pues no reconocen que su éxito fue resultado
de una gama enorme de condiciones, muchas de ellas,
independientes de él mismo. Son incapaces de reconocer
que la evolución es colectiva y solidaria; que nadie
vence solo o casi solo; todo deriva de una enorme
multiplicidad de factores que se conjugan. De varias
formas, estamos en duda para con la comunidad que vuelve
nuestro éxito posible. Un astro del baloncesto
posiblemente quedaría rico en América del Norte, pero
difícilmente en Brasil, donde ese deporte es poco
valorado. ¿Anita y Neymar serían lo que son viviendo en
una teocracia musulmana?
Se lee en Kardec: Todo hombre bastante orgulloso para
juzgarse superior, en virtudes y méritos, a sus hermanos
encarnados, es insensato y culpable.
Cuarto
El concepto de mérito es, en gran parte equivocado,
porque ignora la existencia de fuerzas que están fuera
de nuestro control, que independen de nuestro esfuerzo y
de nuestra voluntad. Al examinar el móvil de las
acciones humanas, Kardec admite que nuestras elecciones,
acciones y decisiones están bajo tres ordenes de
influencias, que en gran parte, independen de nosotros:
el organismo, el medio en que el individuo está situado
y las circunstancias subsiguientes.
a) Inteligencia: las personas poseen inteligencias
distintas. Obviamente, las personas más inteligentes
tienden a salir mejor en varias situaciones de la vida.
La inteligencia tiene una heredabilidad del 50%, o sea,
la genética explica el 50% de la variación de la
inteligencia, siendo, por tanto, en gran parte, innata.
Eso no depende de esfuerzo personal; es resultado de los
genes heredados de los padres.
Alguien dirá que es el Espíritu reencarnante que
selecciona los genes que formarán su cuerpo. Así,
indirectamente, la inteligencia del Espíritu (fruto de
sus esfuerzos en existencias anteriores) definirá la
inteligencia del hombre. ¡En otras palabras: merecemos
nuestro talento! Eso es, apenas, parcialmente correcto,
pues el Espíritu encarnado se encuentra bajo fuertes
influencias de la materia. Según Kardec la inteligencia
depende del estado del cuerpo que adquirir, recordando
aunque con el cambio de los cuerpos, pueden perderse
ciertas facultades intelectuales.
Para ilustrar, evocamos un fenómeno biológico denominado
linkage, o genes unidos. Ciertos genes, estando muy
próximos en región específica del cromosoma, serán
seleccionados en conjunto, como un verdadero paquete.
Cuando ocurre la formación de los gametos (espermatozoide
y óvulo) esos genes permanecen siempre muy juntos y no
pueden ser separados. Eso se chama linkage, o sea, genes
unidos. Así, al “seleccionar” determinados genes
necesarios a su nueva experiencia encarnatoria, el
Espíritu puede “cargar” otros genes, que no fueron
necesariamente “escogidos”, pero que viene junto en el
paquete.
Consideremos un ejemplo hipotético: determinado Espíritu
desea (o precisa) vivir experiencias en la esfera de la
música, en la condición de pianista. Al sintonizarse con
el gameto paterno y materno, lo harán con aquellos que
contienen genes vinculados a la fisiología musical del
cerebro. Así, la construcción y el funcionamiento de un
cerebro con circuitos más adecuados al ejercicio de la
música le estarán asegurados. Si, por hipótesis, junto a
esos genes se encuentran genes relacionados, por ejemplo,
a la calvicie, ellos vendrán juntos. Él deberá
constituirse en un pianista calvo. Los genes de la
calvicie, en ese nuestro ejemplo, no fueron
seleccionados por el reencarnante, pero vendrá, por
linkage, en el paquete.
b) Influencias sociales: no todos nacen en familias con
los mismos recursos financeros, con los mismos valores
morales, dando la misma importancia a cuestiones como
escolaridad, o necesidad de preparación para la vida.
Los individuos durante la infancia y adolescencia son
sometidos a estímulos diferentes, alimentos más o menos
nutritivos, acceso a libros y recursos didácticos
tecnológicos, asistencia médica y odontológica muy
distintas, mayor o menor autoestima en virtud de un
ambiente familiar, cariño de los padres, preconceptos,
escuelas mejores, bullying por ser gordo o delgado
demás, bajo o alto demás, negro, homo o transexual etc.
Todo eso, obviamente, va a influenciar el evento de esa
persona en su vida adulta.
Según Joseph Stiglitz, Nobel de Economia, el 90% de los
niños nacidos en los hogares pobres mueren pobres, no
importa lo cual capaz sean; más de 90% de los niños
nacidos en hogares ricos mueren ricos, no importa cuan
estúpidos sean.
Existe una forma correlación, por ejemplo, entre el
nível de desempeño educacional y el éxito ocupacional en
la sociedad moderna. Cuanto mejores las notas que un
individuo saca en la escuela, más bien remunerado,
probablemente, será su trabajo cuando el salga.
(Continúa en la
próxima edición.)