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Identificación
con
el mundo
espiritual |
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"Lanzad para adelante la vista; cuanto más os elevarais
por el pensamiento, por encima de la vida material,
tanto menos os amargarán las cosas de la Tierra.’’
(Allan Kardec, El Evangelio Según el Espiritismo, cap.
XII).
Con el advenimiento de la Doctrina Espírita nos fue
revelada, de forma indudable, la existencia del mundo
espiritual. Así, la visión estrecha que antes teníamos
acerca de la vida y del objetivo de nuestra estancia en
la Tierra dio lugar al horizonte ilimitado e infinito de
la dimensión extrafísica, y, de este modo, comprendemos
que nuestra existencia en el plano físico consiste en
estado, en el cual debemos emprender el mayor esfuerzo
posible para perfeccionarnos intelecto-moralmente y
avanzar algunos pasos en la senda de la evolución.
Sobre las consecuencias derivadas de esa visión
espiritualista de la vida y de la creencia en la
existencia del mundo espiritual, así se expresó Kardec:1
Revelandonos la existencia del mundo invisible que nos
cerca y en medio del cual vivimos sin sospecharlo,
el nos da a conocer, por el ejemplo de los que vivieron,
las condiciones de nuestra felicidad o de nuestra
desgracia futura; explica la causa de nuestros
sufrimientos en la Tierra y la manera de
suavizarlos.[...] El hombre, convencido de la grandeza y
de la importancia de su existencia futura, que es
eterna, la compara con la incertidumbre de la vida
terrena, que es tan corta, y se eleva por el
pensamiento por encima de las mezquinas consideraciones
humanas. Conociendo la causa y el objetivo de sus
miserias, las soporta con paciencia y resignación,
porque sabe que son el medio de llegar a un estado
mejor. (grifamos) (resaltamos en negrita).
En base de lo que arriba destacamos, se deduce que nunca
estamos fuera del mundo espiritual, puesto que estamos
encarnados. Los Espíritus desencarnados, estos sí, se
encuentran fuera del mundo físico, aunque se relacionen
mentalmente con nosotros de forma incesante. Además,
debemos recordar que la dimensión extrafísica es la de
las causas, donde todo se origina, y la dimensión
material o física es la de los efectos. De esta forma,
procuremos identificarnos, desde ya, con nuestro mundo
de origen, a fin de no pasarnos, en el Más Allá, por un
proceso de reeducación espiritual, en base de nuestros
conceptos equivocados acerca del mundo de los Espíritus.
Para tal, no se hace menester que seamos dotados de la
facultad de videncia o de vista doble. No es de eso que
estamos hablando. Consiste esa identificación con el
mundo espiritual la convicción firme e inexorable de
nuestra condición de seres espirituales y de pautar
nuestra vivencia diaria de acuerdo con ese
entendimiento, pues la creencia en esa realidad no puede
y no debe ser un simple hecho; es preciso que nuestro
corazón sea tocado y que ese conocimiento cambie nuestra
forma de pensar, obrar y sentir. De eso resulta el
impositivo de la práctica de las enseñanzas de Jesús,
una vez que el Evangelio es el camino que nos llevará a
la felicidad futura.
Resaltemos que es natural
la dificultad de identificación con el mundo espiritual
por parte de nosotros, Espíritus encarnados, así como la
adaptación de los recién-liberados del cuerpo físico a
la nueva realidad, conforme se concluye de lo que
acentua el Espíritu Cairbar Schutel, en la obra Volví,
del Hermano Jacob:2
Comentó Schutel las sorpresas de los primeros días del
hombre desencarnado, en la vida extracorpórea, alegando
que los decenios transcurridos en el cuerpo carnal
imprimen hábitos que, efectivamente, pasan a constituir
una “segunda naturaleza’’ para la individualidad.
Importante recordemos que
el hecho de ser – los espíritas – dotados de
conocimientos espirituales no nos vuelve indemnes a las
dificultades arriba mencionadas, tenga en cuenta que,
para la superación de las mismas es imprescindible la
transformación moral para mejor, pues, de lo contrario,
aunque estemos en el Espiritismo, el Espiritismo no
estará en nosotros. Veamos, ahora, algunos caracteres
que constituyen el Espíritu elevado – aquel que se
identifica, ya en la vida corpórea, con el mundo
espiritual:3
918. ¿Por qué señales se puede reconocer en el hombre el
progreso real que debe elevar su Espíritu en la
jerarquía espírita?
- El Espíritu prueba su elevación cuando todos los
actos de su vida corpórea constituyen la practica de la
ley de Dios y cuando comprende por anticipación la
vida espiritual. (grifamos). (resaltamos en
negrita).
Comprender por anticipado la vida espiritual es
identificarse plenamente con ella. Es vivir teniendo
conciencia de que, en cualquier momento, podremos volver
para nuestro mundo de origen, donde nos depararemos con
nuestras propias creaciones.
El testimonio de
Kardec
Conforme es aseverado en
otras partes, la identificación con el mundo espiritual
constituye atributo de los hombres de bien. Y es
exactamente esa identificación que auxilia a los grandes
misioneros en el cumplimiento de sus tareas,
propiciandoles la fe para enfrentar con estoicismo todas
las intemperies y vicisitudes inherentes al estado en el
cuerpo de carne. Sobre su experiencia personal – un
tanto amarga – menciona el Codificador:4
Fui blaco del odio de enemigos intransigentes, de la
calumnia, de la envidia y de los celos; infames libelos
fueron publicados contra mí; mis mejores instrucciones
fueron adulteradas; fui traicionado por aquellos en
quien más confiaba y pagado con ingratitud por aquellos
a quien serví.
La Sociedad de París fue un foco constante de intrigas
urdidas por aquellos mismos que se decían estar a mi
lado y que, abrazándome por delante, me apuñalaban por
la espalda. Dijeron que mis sectarios eran pagados con
el dinero que yo ganaba con el Espiritismo. No tuve más
reposo y muchas veces me doble al peso del trabajo;
comprometí la salud y arriesgue la vida.
[...] Si yo dijese que el bien compensa al mal, no diría
la verdad; porque el bien – hablo de las satisfacciones
morales – sobrepujó al mal, sin comparación posible.
Cuando me venía una decepción, una contrariedad, yo
me elevaba, en pensamientos, por encima de la humanidad,
me colocaba, por antecipación, en la región de los
Espíritus, y de ese punto culminante, donde descubría
muchas razones, las miserias de la vida pasaban por mí
sin alcanzarme. Me habitué tanto a eso, que los malos
nunca me perturbaron. (grifamos). (resalto en
negrita).
¡En efecto, los Espíritus Superiores que encarnan en la
Tierra para impulsar el progreso no deben esperar la
comprensión humana! Si esta última proviene, es siempre
de parte de algunos pocos más lúcidos y moralizados.
Como bien se observó arriba, Kardec no huyó a la regla;
fue calumniado, incomprendido, traicionado por sus
contemporáneos, pues, como Espíritu de élite, era
avanzado para la época en que vivía. Entre tanto, por el
hecho de estar plenamente identificado con la Vida Real,
enfrentó valiente y resignadamente todos los sinsabores
y decepciones que le sobrevinieron.
Ambiguedad de
conducta
De acuerdo con lo que dijimos en otra parte, el mundo
espiritual es el mundo de las causas. Dentro de esa
perspectiva, necesario se hace que la personalidad
(Espíritu encarnado) conozca profundamente su
individualidad (Espíritu), a fin de que no suceda la
llamada ambiguidad de conducta, que consiste en que el
individuo aparente una conducta saludable ante la
sociedad terrena y, al revés, en demostrar
desequilibrios varios en el plano espiritual. Ocurre que
la vida en la Tierra impone ciertos límites al Espíritu
reencarnado, como, por ejemplo, la necesidad de trabajar
y cumplir deberes, lo que impide, de cierto modo, la
manifestación completa do su querer.5 De
eso resulta el impositivo del análisis personal del
comportamiento, a fin de elucubrar sus reales deseos,
por cuanto no siempre lo que constituye interés para la
personalidad es relevante para la individualidad – que
en la vida espiritual, donde las cosas son definidas, se
muestra tal cual es, sin mimetizar absolutamente nada.
En esa línea, transcribimos las sabias informaciones del
Benefactor Emmanuel:2 “Si deseas saber quién
eres, observa lo que piensas, cuándo estás sin nadie;
y si quieres conocer el lugar que te espera, después de
la muerte, examina lo que haces contigo mismo en las
horas libres”. (grifamos). (resaltamos en negrita).
Entrando en contacto con nuestra realidad interior, a
través de la meditación y de la oración, aprenderemos a
oir la voz de la propia conciencia, donde se encuentra
grabada la ley de Dios; igualmente, recibiremos
orientaciones seguras de los Amigos Espirituales,
fortaleciendonos en la lucha sin igual contra nosotros
mismos.
Preocupación con
la muerte
Para revestirse a las preocupaciones con la muerte es
imprescindible encararla en su verdadero sentido, o sea,
hacer de ella una idea la más exacta posible para que la
vida espiritual se sobreponga a la vida material. Puesto
así, destacamos las palabras de Allan Kardec acerca del
asunto en tela:7
Apegandose al exterior, el hombre solo ve la vida del
cuerpo, cuando la vida real es la del alma. El cuerpo
estando privado de vida, todo le parece perdido y él se
desespera. Si, en lugar de concentrar su pensamiento en
las vestiduras exteriores, él lo dirigiese para la
verdadera fuente de la vida, para el alma, ser real que
sobrevive a todo, lamentaría menos el cuerpo, fuente de
tantas miserias y dolores. Pero para eso necesita de una
fuerza que el Espíritu solo adquiere madurez.
La preocupación con la muerte está ligada a la
insuficiencia de nociones sobre la vida futura. Por eso,
cuanto más ella se une a la necesidad de vivir, más
aumenta el temor de la destrucción del cuerpo con el fin
de todo. Ella es así provocada por el secreto deseo de
sobrevivencia del alma, aun velada por la inseguridad.
La preocupación se debilita a medida (sic) que se
desenvuelve la certeza y desaparece por completo cuando
esta se afirma.
Por tanto, cuanto más identificados con el mundo
espiritual, tanto más fácil nos será la comprensión de
la muerte en su real acepción y carácter liberador,
facultándonos la resignación – que consiste en el
consentimiento del corazón – en base a los desafios y
pruebas de la experiencia humana, sacando provecho del
sufrimiento como proceso de reequilibrio con la ley de
la causalidad espiritual, amando, perdonando y sirviendo
a la luz meridiana del Evangelio de Jesús y de la
Codificación Kardecista.
Profundicemos, pues, en el conocimiento de nosotros
mismos, de manera que, como espíritus encarnados,
podamos tener ciencia de lo que nuestra individualidad
realmente es, identificándonos desde ahora con la vida
espiritual, la vida normal de todos nosotros.
Referências:
KARDEC, Allan. Obras póstumas; revisão,
introdução e notas de J. Herculano Pires; tradução de
João Teixeira de Paula. 14. ed. São Paulo: LAKE,
2007.
KARDEC, Allan. El cielo y el infierno,
o, La justicia divina según el espiritismo; edición
enteramente revista según el original francés por João
Teixeira de Paula y J. Herculano Pires, introducción de
J. Herculano Pires. 13. ed. São Paulo: LAKE, 2011.
KARDEC, Allan. El libro de los
espíritus: filosofía espiritualista; traducción
de J. Herculano Pires, revista y anotada por el
traductor para esclarecimiento y actualización de los
problemas del texto. 67. ed. São Paulo: LAKE, 2010.
KARDEC, Allan. El espiritismo en su
expresión más simple y otros opúsculos de Kardec;
traducción de Evandro Noleto Bezerra. 2. ed. 1.ª reimp.
Rio de Janeiro: FEB, 2010.
XAVIER, Francisco Cândido. Justicia
divina: estudios y disertaciones en torno a la
sustancia religiosa de El cielo y el infierno, de Allan
Kardec; [dictado por el Espíritu Emmanuel]. 13. ed. 2.ª
reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010.
XAVIER, Francisco Cândido. Voltei;
[ditado pelo Espírito Irmão Jacob]. 28. ed. 4.ª reimp.
Rio de Janeiro: FEB, 2010.