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Centros de
cultura
espiritual |
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Considerandose los nuevos tiempos y los cambios que el
progreso trae a la sociedad, se puede preguntar si el
modelo de centro espírita que se conoce hoy está apto
para responder satisfactoriamente a las muchas preguntas
que se presentan en la vida moderna.
Se sabe que el periodo que atravesamos exige actitudes
efectivas de cambio mental y comportamental y que eso
solo es posible en la medida en que se comprendan la
causa y las consecuencias de los problemas que nos
acfetan. El centro espírita, como diseminador de los
principios del Espiritismo, es llamado a contribuir con
sus esclarecimentos.
La Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas,
considerada como el primer centro espírita instituido,
fundada por Allan Kardec a primero de abril de 1858,
surgió como “centro regular de observaciones”, y tuvo el
propósito de investigar sobre los asuntos pertinentes a
la nueva Doctrina y evaluar los resultados de esa
investigación, proponiendose aun a prestar informaciones
a los interesados, que podrían también comunicar sus
propias observaciones.
Buena parte de la teoría doctrinaria del Espiritismo
nació en aquel centro de estudios trascendentales en
que el material de trabajo eran los diálogos con los
espíritus, cuidadosamente conducidos por Allan Kardec,
con el concurso de buenos médiuns.
Los agrupamientos
espíritas y las influencias
Desde entonces, millares de centros espíritas fueron
creados en el mundo, y es natural pensar que sus
características deban haber sufrido la influencia de los
valores, de la cultura, de las costumbres y tradiciones
del medio donde surgieron, y bien probablemente la
ingerencia particular de personas y grupos creando
normas y procedimientos a su criterio.
Como consecuencia, es también natural pensar que, en la
gran mayoría, no hayan conseguido llevar adelanten en el
interés científico, espiritual y cultural.
En Brasil, esa “adaptación” metodológica y funcional del
centro espírita a lo largo de las décadas fue
significativa y los núcleos espíritas se especializaron
básicamente en el atendimiento de los dolores
físico-emocionales de sus frecuentadores, aunque
desempeñando otras tareas de relevancia.
En ese sentido hay una incisiva y audaz afirmación de
Herculano Pires en la obra Agonía de las religiones (cap.
XI, “La cura divina”, Paidéia, 2000), en que él afirma
que “La finalidad del Espiritismo no es terapéutica, si
no cultural”.
La bandera de la
caridad
En Brasil, el centro espírita abrazó vigorosamente la
caridad asistencial, se volvió una referencia en ese
tipo de trabajo. Esa actividad, sin duda loable, hizo
desenvolver en el medio espírita un concepto de caridad
amoldado a lo que se convino en llamar de
“asistencialismo”, en que, según especialistas, no hay
interés en estudiar las causas de las necesidades,
apenas evaluar sus efectos inmediatos.
El concepto espírita de caridad tiene “aceptación muy
extensa”, dice Allan Kardec, y “se aplica a todas las
relaciones personales” (...) más allá de las relaciones
de individuo a individuo, las relaciones de ciudades
para con ciudades, de Estados para con Estados, de
países para con países” (1). El sentido de la caridad
espírita va más allá de la relación donador/necesitado,
y abarca el universo de las relaciones entre bien y mal,
cierto y errado, verdad y mentira, virtud y vicio.
Allan Kardec siempre se preocupó con el destino humano.
Con sus reflexiones y escritos superiores de cuño
moral/social, influenció a muchos a pensar en la caridad
como forma de erguir a las personas, de hacerlas andar
por sí mismas, de estimularlas en la búsqueda de la
autonomía, al encuentro del conocimiento que las vuelve
agentes promotoras de la libertad, de la solidaridad y
de la fraternidad.
Compromiso con el
conocimiento espírita
Para muchos adeptos, no basta solo la lectura de las obras
de Allan Kardec. Es necesario el debate, la
conversación, el esclarecimiento de las cuestiones
fundamentales de la existencia y de la vida de relación
entre los hombres para que, más allá del conocimiento de
la transcendencia, del despertar de la conciencia, se
adquiera la formación de la ciudadanía moral, el
desenvolvimiento del espíritu crítico y racional, la
asimilación de las razones que nos hacen comprender y
amar, más allá de otros saberes que, asimilados por la
razón, enriquecerá a las personas y las harán participar
activamente de la construcción de la sociedad mejorada y
más justa. El centro espírita puede y debe contribuir
para la madurez del pensamiento social/espiritual de los
espíritas.
El centro espírita no puede abandonar jamás los recursos
del consuelo y esclarecimiento moral. No debe tampoco
descuidar la demanda por asistencia material, pero hay
que tener mayor compromiso con lo que propone el
Espiritismo originalmente, antes de todo, la
concienciación del ser a través del conocimiento
espírita encajado con otras formas de conocimiento, y la
aplicación de ese saber en todos los níveles y
relaciones sociales. Sin esa perspectiva no habrá cambio
o ella tardará mucho más allá de lo razonable.
Creo que los centros espíritas brasileños siempre
tuvieron el propósito de orientar a los hombres en las
cuestiones espirituales y de aliviar sus dolores. No
obstante, es innegable que se acomodaron a los
moldes de la tradición religiosa histórica,
distanciandose de la propuesta universal de
transformación concebida en los textos originales de
Allan Kardec y de los Espíritus.
Si ese fenómeno fue inevitable a lo largo de las décadas
de práctica de los centros espíritas por aquí, se hace
necesario a partir de ahora, con más amplitud de vistas,
reestructurarlos, considerando los avances sociales,
culturales y científicos de los nuevos tiempos. Incluso
porque, todos saben del carácter progresivo del
Espiritismo.
Centros de cultura espiritual
No se puede desconsiderar lo mucho que los espíritas de
varias generaciones hicieron con los recursos
intelectuales y materiales que detengan, con la
convicción de que harían lo mejor. Sin embargo, hoy más
que nunca, es preciso que los espíritas actualicen su
lenguaje y comunicación y usen el instrumental
revolucionario que la filosofía espírita propone al
mundo. Hay que intentar mejorar el entendimiento de lo
que Kardec y los Espíritus pensaron y llamaron
Espiritismo.
A mediados del siglo XIX las pautas de discusión social
no tenían la exposición global y amplitud temática que
tiene hoy. Incluso así, Allan Kardec no quedó ajeno a la
realidad de su tiempo y debatió en la Revista
Espírita asuntos de real interés para la humanidad,
siempre extrayendo de esos estudios las debidas
conclusiones de fondo moral y espiritual.
En El Libro de los Médiuns (2), refiriendose a la
eventual falta de médiuns en grupos recién-formados y
que por eso tendrían la tarea perjudicada, Allan Kardec
sugiere que los participantes se ocupen en estudiar.
Dice: “Que sea leído y comentado todo lo que pueda tener
relación con el Espiritismo, a favor o contra. De esa
discusión, a que cada uno de la contribución de sus
propias reflexiones, salen los esclarecimientos que
pasan desapercibidos en una lectura individual. Al lado
de las obras especiales, los periódicos también
contribuyen con hechos, noticias, reportajes, relatos de
virtudes o de vicios que levantan graves problemas
morales susceptibles de ser resueltos por el
Espiritismo. Ese es también un medio de probarse que el
(el Espiritismo) se une a todos los aspectos de la vida
social”.
Por tanto, el centro espírita contemporáneo, más allá de
los estudios propios de su filosofía, precisa incorporar
el concepto ético-moral y la visión espiritual de la
Doctrina sobre todas las cuestiones que afecten el
desenvolvimiento humano. Eso forma parte de la educación
del ser, de su madurez conciencial. El espírita precisa
formar opinión sobre muchas cuestiones, aunque
medianamente, para que pueda obrar y actuar en
conformidad a ellas.
Es preciso también releer y reestudiar sobre la
mediumnidad y la reencarnación, que tantas divergencias
de conceptuación y aplicabilidad provocan en el medio
espírita.
Yo, particularmente, veo ahora el centro espírita como
núcleo de desenvolvimiento de cultura espiritual, donde
se deba dar total énfasis a la educación de los
encarnados, sin prejuicio de la atención
volcada a los Espíritus. Es bueno que se diga, aquí,
que los Espíritus participan de las actividades de los
hombres, y todo avance de estos será fatalmente
acompañado por aquellos. Más de lo que, es bueno fijar,
el campo de pruebas del Espíritu es aquí, en el mundo
encarnado.
Centros de cultura espiritual aplicados a la educación
de los espíritus encarnados, al perfeccionamiento
espiritual y comportamental humanos. Todo eso
sincronizado con las experiencias mediúmnicas que
ciertamente continuarán trayendo contribuciones de los
Espíritus para la evolución de la humanidad de la cual
ellos también forman parte.
“No hay clima para el desenvolvimiento de la Cultura
Espírita”, decía J. Herculano Pires en El Centro
Espírita (1ª edición, Paidéia, 1980). Pasados casi
50 años, creo que ya haya oportunidad para pensar
seriamente en eso.
Herculano Pires dice más en El Centro Espírita:
“Para restablecer la verdad espírita entre nosotros y
reconducir nuestro movimiento a una posición doctrinaria
digna y coherente, es preciso comprender que la Doctrina
Espírita es un llamado viril a la dignidad humana, a la
conciencia del hombre para deberes y compromisos en el
plano social y en el plano espiritual, ambos conjugados
en base de las exigencias de la ley superior de la
Evolución Humana.”
(1) Viaje espírita en 1862, Allan
Kardec, “Discurso III”, O Clarim Editora.
(2) El
Libro de los Médiuns,
A.K., “Asuntos de estudio”, ítem 347.