Tema: Solidaridad, Bondad
¡Qué tarde tan feliz!
Isabela paseaba por el centro comercial con sus padres,
cuando vio una máquina llena de animalitos de peluche en
su interior. En ella, el niño podía oprimir los botones
y hacer que la gran pinza que hay dentro de la máquina
sujetara al animalito elegido y lo colocara en el lugar
correcto para que se deslice fuera de la máquina y el
niño consiga su nuevo juguete.
Para que la máquina funcione era necesario pagar cinco
reales. Isabela se quedó mirando la máquina, deseando
mucho conseguir un animalito de esos.
- Papá, ¿podemos intentar ganar uno? - preguntó.
- ¡Sí, vamos a intentarlo, Isa!
Metieron el dinero en la máquina y el padre le explicó a
la niña cómo debería hacerlo. Isabela decidió intentar
atrapar un osito de peluche rosa. Apretó los botones, la
pinza fue encima del animal y, cuando menos lo esperaba,
lo consiguió.
Fue una gran alegría. La niña saltaba, sus padres
también celebraban…
No era fácil ganar. La mayoría de las veces no daba
resultado. Por eso, Isabela abrazó su nuevo juguete,
sintiéndose muy feliz.
Luego de pasear mucho y tomar un rico refrigerio, la
familia se dirigió a la caseta para pagar el
estacionamiento. El padre pagó y recibió a cambio un
billete de cinco reales.
- ¡Mira, Isa! Parece que hoy estás de suerte. ¿Vamos a
intentar conseguir un animal de peluche de nuevo? – dijo
con una sonrisa alentadora.
- ¡Hurra! ¡Sí vamos! - Respondió Isabela emocionada.
La niña metió la nota en la máquina, movió los botones
y... ¡Lo volvió a conseguir!
Isabela gritaba de alegría. Casi no podía creer que
había ganado dos veces y ahora tenía dos lindos animales
de peluche.
Su celebración llamó la atención de las personas que
estaban por allí. Una niña pequeña se acercó y se quedó
mirando a Isabela con sus ositos de peluche. Llevaba una
mascarilla desechable en la cara y su cabecita no tenía
pelo.
Los padres de Isabela se dieron cuenta de que
probablemente la niña estaba pasando por un problema de
salud grave, pues los tratamientos con medicamentos
fuertes pueden provocar la caída del cabello.
Isabela se sorprendió por el aspecto de la niña y la
forma en que la miraba. Por eso, su madre explicó en voz
baja:
- Hija, esta niña debe estar pasando por unos problemas
de salud muy difíciles. Ella te está mirando, tal vez
porque a ella también le gustaría tener un peluche.
Isabela estaba tan feliz con todo lo que había sucedido
esa tarde que tuvo ganas de compartir lo que sentía.
Miró a la pequeña niña, estiró el brazo y le ofreció el
osito de peluche más grande.
- ¡Este es para ti! - le dijo.
La niña cogió al oso y lo abrazó. Nadie pudo ver su gran
sonrisa debido a la máscara.
Pero sus ojos mostraban su felicidad.
Los padres de Isabela se conmovieron por el gesto de su
hija. Estaban muy felices de que ella hubiera ganado los
ositos de peluche, pero aún más felices con el lindo
gesto de su hija.
Al regresar a casa, Isabela llevaba su osito de peluche
en brazos y una sonrisa en su rostro.
¡Qué tarde tan feliz!
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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