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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 68 - 10 de Agosto del 2008

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org


El mejor padre del mundo

 

Carlitos, un niño muy travieso, entró en la casa sintiéndose muy enfadado. Estaba en la hacienda jugando con la pelota con los amigos y, sin querer, rompió el cristal  de una de las ventanas.

El padre, que leía el periódico en el porche, notó lo que había pasado. Se levantó en ese momento y fue a llamar la atención del hijo:

- ¡Hijo mío, ten cuidado! No golpees la pelota con tanta fuerza. Tú rompiste un cristal de nuestra ventana. ¿Y si fuese de la casa del vecino? ¡Tú padre tendría que pagarla! ¿Y si tú hubieses golpeado a alguien?

- ¡Pero, papá, yo no tuve la culpa!

- Sea como sea, tu causaste un perjuicio y te lo descontare de tu paga.    

Entrando en la cocina, Carlitos se sento en una silla,

rebelde. María, la empleada de su madre, que lavaba unos platos, preguntó:

- ¿Qué pasó esta vez, Carlitos?

- Mi padre peleo conmigo sólo porque rompí el cristal de una ventana. Dijo que lo va a descontar de mi paga. ¡Siempre la culpa es mía! ¡Todo yo! ¡Todo yo!

María, a la que le gustaba mucho el niño, con cariño respondió:

- Carlitos, todos tenemos que ser responsables por nuestras acciones. Y tú padre está sólo intentando enseñarte la responsabilidad, disciplina y respeto a las cosas ajenas.

- ¡María, pero el pelea conmigo todo el tiempo! Para tomar el baño, hacer las tareas de la escuela, arreglar los juguetes. ¡Uf! ¡Estoy cansado! Me gustaría tener otro padre.

Mira, María, creo que no voy a darle el regalo en el día del Padre.

- Él hace eso por amor, Carlitos. Y no es verdad que tu padre te llame la atención todo el tiempo. ¡Piénsalo bien!

Carlitos, ya más calmado, pensó un poco y estuvo de acuerdo.

Se acordó de todas las veces que el padre lo había llevado para pasear, pescar, tomar un helado, andar en bicicleta, al parque de atracciones. Todas las veces que el padre había llegado cansado del trabajo, pero se había sentado para enseñarle los deberes de la escuela, que él no conseguía hacerlo solo.

Más aun: se acordó de las veces que el padre había entrado de puntillas en su habitación para desearle buenas noches.  

- Tu tienes razón, María. Mi padre se preocupa conmigo.

Y María, que era una mujer muy sufrida, puso la mano en la cabeza de él, se sentó a su lado y dijo:

- Voy a contarte una historia, Carlitos. Había un niño que, desde pequeño, fue muy vago, hacía cosas equivocadas, peleaba con los vecinos, no respetaba a las personas, sin embargo nunca tuvo a nadie que lo enseñase. La madre lo amaba mucho y, como el niño ya no tenía padre, ella no quería que él sufriese. Y así, siempre disculpaba todo lo que él hacía, rodeándole de cuidados y de atenciones. Nunca creía en las profesoras de la escuela y ni a a las personas que veían a alertarla sobre el mal comportamiento del hijo. Un día, él comenzó a robar. Al principio, eran pequeños hurtos, después pasó a robar cosas mayores, aparatos de sonido, televisores, y hasta coches.

Carlito oía con los ojos abiertos de espanto:

- ¿Y después? – preguntó interesado.

- Después, acabó siendo apresado. La madre lamenta hasta hoy no haber dado la educación que el necesitaba.

El niño estaba impresionado.

- ¿Tú lo conoces, María?

Con los ojos humedos ella respondió:

- Lo conozco sí, Carlito. Ese muchacho es mí hijo.

Solamente en aquel momento el muchacho notó que, aunque María trabajase en su casa desde que él había nacido, no sabía nada sobre la vida de ella.

María paró de hablar, enjugó los ojos con el delantal, y completó:

- Por eso, Carlitos, agradece a Dios todos los días por tener un padre que se preocupa contigo y que te ama mucho. Si yo me hubiese preocupado en dar una buena educación y orientación religiosa a mi hijo, probablemente hoy él sería diferente.
 

Carlito, muy serio, recordó:  

- Es por eso que el papá y la mamá siempre dicen que el Evangelio de Jesús nos ayudará a ser mejores personas.

- Eso mismo, Carlitos. Sin embargo, en esa época, yo no lo sabía.

Volviendo de las compras, la madre entró en la casa y Carlito corrió a su encuentro.

- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Necesitamos comprar el regalo de papá!

- ¡Calma, hijo mío! ¿Pero que ocurrió para que estés así tan ansioso?

- ¡Es que descubrí que tengo un padre maravilloso! ¡EL MEJOR PADRE DEL MUNDO!       
                                                            
Tía Célia   
              



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Revista Semanal de Divulgación Espirita