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Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita Portuguese   Inglês
Programa IV: Aspecto Filosófico

Año 2 - N° 79 - 26 de Octubre del 2008

THIAGO BERNARDES
thiago_imortal@yahoo.com.br

Curitiba, Paraná (Brasil)  
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 


Determinismo y fatalidad


Presentamos en esta edición el tema
nº 79 del Estudio Sistematizado de la Doctrina Espirita, que está siendo presentado aquí semanalmente, de acuerdo con el programa elaborado por la Federación Espirita Brasileña, estructurado en seis módulos  y 147 temas.

Si el lector utiliza este programa para el estudio en grupo, sugerimos que las cuestiones propuestas sean debatidas libremente antes de la lectura del texto que a ellas sigue.

Si es destinado solamente para uso por parte del lector, pedimos que el interesado intente inicialmente responder las cuestiones y solo después lea el texto referido. Las respuestas correspondientes a las cuestiones presentadas se encuentran al final del texto abajo.

Cuestiones para debate 

1. ¿El Espiritismo admite ell llamado determinismo absoluto?

2. ¿Existe diferencia entre determinismo y fatalidad?

3. Con relación al tema de arriba, ¿cuáles eran las opiniones de Sócrates y Platón?

4. Al respecto del libre albedrío y determinismo, ¿qué es lo que nos enseña el Espiritismo?

5. ¿Cómo entender  a la luz del Espiritismo, expresiones de este tipo: “El accidente que sacrificó al joven fue una fatalidad”? ¿La fatalidad entonces no existe?

Texto para la lectura 

El determinismo absoluto no es enseñado por el Espiritismo

1. Para los Espíritus Superiores no existe determinismo absoluto. Lo que llamamos fatalidad existe únicamente por la elección que el Espíritu hace, al encarnar, de esta o de aquella prueba. Escogiéndola, instituye para sí una especie de destino, que es la consecuencia misma de la posición en que se encuentra colocado en base a la elección hecha. Evidentemente, los Instructores espirituales se refieren ahí a las pruebas físicas, porque en lo que toca a las pruebas morales y las tentaciones el Espíritu es siempre señor de ceder o resistir, ya que Dios le confirió la libertad de elección – el libre albedrío. Igual para las personas que parecen perseguidas por un fatalismo marcador, las causas de sus vicisitudes, si no están en la vida presente, tiene su origen en el pasado, en existencias anteriores.

2. Es importante, antes de todo, no confundir determinismo con fatalidad. Determinismo es un sistema filosófico que niega al hombre el derecho de obrar libremente, esto es, de acuerdo con su voluntad. Ese sistema tiende a representarlo actualmente los positivistas y los materialistas de todas las escuelas; pero es curioso notar que su origen se encuentra en la escolástica religiosa, que subordinaba rigurosamente a la influencia de la Providencia Divina la determinación de la voluntad. El determinismo materialista, como el determinismo religioso, negando el libre albedrío, suprime, en consecuencia la responsabilidad de la persona.

3. La ideología del determinismo viene de lejos. En la mitología griega, encontramos la concepción de las Parcas: criaturas que tejían la tela del destino, en la cual era cogida la especie humana, sin que esta de ella se pudiese liberar. Para los primeros pensadores griegos, el destino de las personas estaba íntimamente unido a la creencia en el poder absoluto de las fuerzas del Universo. El destino del hombre estaría, según tal pensamiento, determinado por ellas; la persona, impotente ante ellas, debía tan solamente obedecerles.

4. Para Pitágoras y sus adeptos, la naturaleza del Universo estaría formada de manera a determinar el destino de las personas. Los secretos de su suerte estarían encerrados en los números y solamente pueden ser desvelados si se comprendiera su significado. Entender el lenguaje de los algoritmos sería, así, fundamental a la comprensión de los destinos humanos.

5. Heráclito enseñaba que el proceso cósmico obedece a determinadas leyes. Todo cambio estaría de acuerdo con una ley fija e inmutable, ley que constituye el principio básico del mundo, al cual el hombre estaría completamente sujeto. Heráclito se refiere a esa ley o principio llamándolo, a veces, destino; otras veces, justicia.

Kant promulgó el libre albedrío como necesario al hombre moral

6. Quien primero procuró apartar al hombre de la idea de un destino inexorable fueron los filósofos griegos llamados sofistas. Según ellos, el hombre no podía quedar enteramente preso a un proceso o a leyes de las que no pudiese desatarse. Les parecía imposible que el hombre no ejerciese cierto efecto sobre el propio destino. Sócrates tampoco aceptaba tal dominio sobre los hombres. Para él, el conocimiento constituiría su realización suprema. Alcanzando el conocimiento, el hombre obraría con acierto; sin el conocimiento, corría el riesgo de obrar con desacierto. Además de esa concepción tan clara, Sócrates entendía aun que el hombre puede, por el conocimiento, tener cierta influencia sobre su destino en la Tierra y en la vida futura.

7. Platón era defensor de la libertad. El hombre – proponía Platón – puede vencer y de hecho vence los objetivos del mundo. Aunque sea criatura del Creador divino, puede ordenar su vida de modo a vivirla con espíritu de justicia y sensatez. Aristóteles también creía en la libertad del hombre. Según él, la moral no era cuestión de una ley inevitable, sino de libre elección: el hombre tiene libertad de hacer lo que es bueno o lo que es malo.

8. Otros filósofos griegos que entraron en escena posteriormente creían o no en el determinismo. Epicuro, por ejemplo, no consideraba al hombre un títere de fuerzas inexorables; el libre albedrío se le figuraba importante. Los estoicos pensaban diferente, entendiendo que el mundo es el resultado de leyes fijas e inmutables.

9. Los pensadores griegos religiosos concebían una libertad relativa para el hombre. Filón creía que la encarnación del alma constituía una caída, una perdida parcial de la libertad que ella poseía antes de la encarnación. Plotino también creía en la libertad original, o sea, el cuerpo es una prisión y el alma unida al cuerpo está prisionera, no es libre. Los pensadores cristianos de los primeros tiempos del Cristianismo y los de la Edad Media, sobre todo los apologistas, creían en un hombre básicamente libre y entendían que su caída derivaba de la unión con el cuerpo. Pelágio adoctrinaba que Dios concedió libertad al hombre para que el pudiese escoger entre el bien y el mal, dentro del espíritu del libre albedrío.

10. Más próximos a nuestra época, en cuanto Espinosa se presentaba totalmente determinista, Jean-Jacques Rousseau entendía que el hombre es libre, no un juguete de las leyes naturales, sino un alma que lucha para vivir según la libertad que posee. Kant también propugnó el libre albedrío como siendo necesario al hombre moral.

El hombre no es fatalmente llevado a la práctica del mal

11. Hasta aquí vimos las principales ideas de los seguidores y de los no seguidores del determinismo, una divergencia que aun persiste en nuestros días. El Espiritismo, con todo, enseña que no existe un fatalismo, un determinismo que guía la vida del hombre. Las opresión a su libre voluntad resultan de débitos contraídos en existencias anteriores que necesitan ser rescatados. Sin la admisión de la doctrina de la reencarnación se vuelve difícil entender las consecuencias de ese hecho.

12. De las lecciones espíritas podemos afirmar que el hombre se subordina a un libre albedrío relativo, que se expande a lo largo del proceso evolutivo, y a un determinismo relativo, derivado de las equivocaciones cometidas en el pasado y que deben ser corregidos y reparados. La reencarnación anula, por tanto, la idea de que haya contradicción entre libre albedrío y determinismo y nos ofrece el puente destinado a unirlos entre sí, de modo que no choquen en las conjeturas del intelecto.

13. La cuestión del libre albedrío, enseña Kardec, puede resumirse así: El hombre no está fatalmente llevado al mal; los actos que práctica no fueron previamente determinados; los crímenes que comete no resultan de una sentencia del destino. Puede él, por prueba o por expiación, escoger una existencia en que sufra una influencia para el crimen, sea por el medio donde se encuentre colocado, sea por las circunstancias que le sobrevengan, pero será siempre libre de obrar o no obrar.

14. La fatalidad, como vulgarmente es entendida, supone la decisión previa e irrevocable de todos los acontecimientos de la vida, cualquiera que sea su importancia. La fatalidad no es, no obstante, una palabra vana, pues ella existe, de hecho, en la posición que el hombre ocupa en la Tierra y en las funciones que ahí desempeña, en consecuencia del género de vida que su Espíritu escogió como prueba, expiación o misión. Hecha la elección, la llamada programación reencarnatoria, el sufrirá fatalmente todas las vicisitudes y todas las obligaciones a ella inherentes. Cesa ahí, sin embargo, la fatalidad, pues de su voluntad depende ceder o no a las influencias y las obligaciones a que voluntariamente se sujetó. Los pormenores de los acontecimientos quedan, a su vez, subordinados a las circunstancias que la misma crea con sus actos y actitudes.

15. Concluyendo, podemos decir que hay fatalidades en los acontecimientos que se presentan, por ser consecuencia de la elección que el Espíritu hizo de su existencia de encarnado, pero nunca existirá fatalidad en los actos de la vida moral. Quede claro, con todo, que en la elección hecha por el Espíritu son tenidos los dictámenes de la ley de causa y efecto, ocasión en que determinadas situaciones podrán ser incluidas en la llamada programación reencarnatoria, con vistas a la expiación y a la reparación de daños anteriormente producidos por el reencarnante.

Respuestas a las cuestiones propuestas 

1. ¿El Espiritismo admite el llamado determinismo absoluto?

R.: No. Según los Espíritus Superiores no existe un determinismo absoluto.   

2. ¿Existe diferencia entre determinismo y fatalidad?

R.: Sí. No se puede confundir determinismo con fatalidad. Determinismo es un sistema filosófico que niega al hombre el derecho de obrar libremente, esto es, de acuerdo con su voluntad. Lo que llamamos fatalidad existe únicamente por la elección que el Espíritu, al encarnar, hizo de esta o aquella prueba. Escogiéndola, instituye para sí una especie de destino, que es la consecuencia misma de la posición en que encuentra colocado en base de la elección hecha.

3. Con relación al tema de arriba, ¿cuáles eran las opiniones de Sócrates y Platón?

R.: Quien primero procuró apartar al hombre de la idea de un destino inexorable fueron los filósofos griegos llamados sofistas. Según ellos, el hombre no podía quedar enteramente preso a un proceso o a leyes de que no pudiese desprenderse. Sócrates tampoco aceptaba tal dominio sobre los hombres. Para el, el conocimiento constituiría su realización suprema. Alcanzado el conocimiento, el hombre obraría con acierto; sin el conocimiento, corría el riesgo de obrar con desacierto. Además de esa concepción tan clara, Sócrates entendía aun que el hombre puede, por el conocimiento, tener cierta influencia sobre su destino en la Tierra y en la vida futura. Platón era defensor de la libertad. El hombre – proponía Platón – puede vencer y de hecho vence los objetivos del mundo. Aunque criatura del Creador divino, puede ordenar su vida de modo a vivirla con espíritu de justicia y sensatez.

4. Al respecto del libre albedrío y determinismo, ¿qué es lo que el Espiritismo enseña?

R.: El Espiritismo enseña que no existe un fatalismo, un determinismo que guía la vida del hombre. Las obligaciones a su libre voluntad resultan de débitos contraídos en existencias anteriores que precisan ser rescatados. De las lecciones espíritas, podemos afirmar que el hombre se subordina a un libre albedrío relativo, que se expande a lo largo del proceso evolutivo, y a un determinismo relativo, derivado de los errores cometidos en el pasado y que deben ser corregidos y reparados.

5. ¿Cómo entender, a la luz del Espiritismo, expresiones de este tipo: “El accidente que sacrificó al joven fue una fatalidad”? ¿La fatalidad entonces existe?

R.: La fatalidad existe, sí, en la posición que el hombre ocupa en la Tierra y en las funciones que ahí desempeña en consecuencia del género de vida que su Espíritu escogió como prueba, expiación o misión. Hecha la elección, sufrirá el fatalmente todas las vicisitudes y todos las obligaciones a ella inherentes. Cesa ahí, no obstante, la fatalidad, pues de su voluntad depende ceder o no las influencias y a las obligaciones a que voluntariamente se sujetó. Los pormenores de los acontecimientos quedan, a su vez, subordinados a las circunstancias que el mismo crea con sus actos y actitudes. Se puede decir, pues, que existe fatalidad en los acontecimientos que se presentan, por ser consecuencia de la elección que el Espíritu hizo de su existencia de encarnado, pero nunca hecha por el Espíritu son tenidos en cuenta los dictámenes de la ley de causa y efecto, ocasión en que determinadas situaciones podrán ser incluidas en la llamada programación reencarnatoria, con vista a la expiación y a la reparación de daños anteriormente producidos por el reencarnante.
 

Bibliografia:

O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec, questões 851 e 872.

O Problema do Ser, do Destino e da Dor, de Léon Denis, pág. 345.

O Pensamento de Emmanuel, de Martins Peralva, pág. 202.

Ensinamentos Básicos dos Grandes Filósofos, de S. E. Frost Jr., tradução de Leônidas Gontijo de Carvalho, Ed. Cultrix, pp. 137 a 149.
 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita