Determinismo y fatalidad
Presentamos en esta edición
el tema
nº
79
del Estudio Sistematizado de
la Doctrina Espirita, que
está siendo presentado aquí
semanalmente, de acuerdo con
el programa elaborado por la
Federación Espirita
Brasileña, estructurado en
seis módulos y 147 temas.
Si el lector utiliza este
programa para el estudio en
grupo, sugerimos que las
cuestiones propuestas sean
debatidas libremente antes
de la lectura del texto que
a ellas sigue.
Si es destinado solamente
para uso por parte del
lector, pedimos que el
interesado intente
inicialmente responder las
cuestiones y solo después
lea el texto referido. Las
respuestas correspondientes
a las cuestiones presentadas
se encuentran al final del
texto abajo.
Cuestiones
para debate
1. ¿El Espiritismo admite
ell llamado determinismo
absoluto?
2. ¿Existe diferencia entre
determinismo y fatalidad?
3. Con relación al tema de
arriba, ¿cuáles eran las
opiniones de Sócrates y
Platón?
4. Al respecto del libre
albedrío y determinismo,
¿qué es lo que nos enseña el
Espiritismo?
5. ¿Cómo entender a la luz
del Espiritismo, expresiones
de este tipo: “El accidente
que sacrificó al joven fue
una fatalidad”? ¿La
fatalidad entonces no
existe?
Texto para la
lectura
El determinismo absoluto no
es enseñado por el
Espiritismo
1. Para los Espíritus
Superiores no existe
determinismo absoluto. Lo
que llamamos fatalidad
existe únicamente por la
elección que el Espíritu
hace, al encarnar, de esta o
de aquella prueba.
Escogiéndola, instituye para
sí una especie de destino,
que es la consecuencia misma
de la posición en que se
encuentra colocado en base a
la elección hecha.
Evidentemente, los
Instructores espirituales se
refieren ahí a las pruebas
físicas, porque en lo que
toca a las pruebas morales y
las tentaciones el Espíritu
es siempre señor de ceder o
resistir, ya que Dios le
confirió la libertad de
elección – el libre
albedrío. Igual para las
personas que parecen
perseguidas por un fatalismo
marcador, las causas de sus
vicisitudes, si no están en
la vida presente, tiene su
origen en el pasado, en
existencias anteriores.
2. Es importante, antes de
todo, no confundir
determinismo con fatalidad.
Determinismo es un sistema
filosófico que niega al
hombre el derecho de obrar
libremente, esto es, de
acuerdo con su voluntad. Ese
sistema tiende a
representarlo actualmente
los positivistas y los
materialistas de todas las
escuelas; pero es curioso
notar que su origen se
encuentra en la escolástica
religiosa, que subordinaba
rigurosamente a la
influencia de la Providencia
Divina la determinación de
la voluntad. El determinismo
materialista, como el
determinismo religioso,
negando el libre albedrío,
suprime, en consecuencia la
responsabilidad de la
persona.
3. La ideología del
determinismo viene de lejos.
En la mitología griega,
encontramos la concepción de
las Parcas: criaturas que
tejían la tela del destino,
en la cual era cogida la
especie humana, sin que esta
de ella se pudiese liberar.
Para los primeros pensadores
griegos, el destino de las
personas estaba íntimamente
unido a la creencia en el
poder absoluto de las
fuerzas del Universo. El
destino del hombre estaría,
según tal pensamiento,
determinado por ellas; la
persona, impotente ante
ellas, debía tan solamente
obedecerles.
4. Para Pitágoras y sus
adeptos, la naturaleza del
Universo estaría formada de
manera a determinar el
destino de las personas. Los
secretos de su suerte
estarían encerrados en los
números y solamente pueden
ser desvelados si se
comprendiera su significado.
Entender el lenguaje de los
algoritmos sería, así,
fundamental a la comprensión
de los destinos humanos.
5. Heráclito enseñaba que el
proceso cósmico obedece a
determinadas leyes. Todo
cambio estaría de acuerdo
con una ley fija e
inmutable, ley que
constituye el principio
básico del mundo, al cual el
hombre estaría completamente
sujeto. Heráclito se refiere
a esa ley o principio
llamándolo, a veces,
destino; otras veces,
justicia.
Kant promulgó el libre
albedrío como necesario al
hombre moral
6. Quien primero procuró
apartar al hombre de la idea
de un destino inexorable
fueron los filósofos griegos
llamados sofistas. Según
ellos, el hombre no podía
quedar enteramente preso a
un proceso o a leyes de las
que no pudiese desatarse.
Les parecía imposible que el
hombre no ejerciese cierto
efecto sobre el propio
destino. Sócrates tampoco
aceptaba tal dominio sobre
los hombres. Para él, el
conocimiento constituiría su
realización suprema.
Alcanzando el conocimiento,
el hombre obraría con
acierto; sin el
conocimiento, corría el
riesgo de obrar con
desacierto. Además de esa
concepción tan clara,
Sócrates entendía aun que el
hombre puede, por el
conocimiento, tener cierta
influencia sobre su destino
en la Tierra y en la vida
futura.
7. Platón era defensor de la
libertad. El hombre –
proponía Platón – puede
vencer y de hecho vence los
objetivos del mundo. Aunque
sea criatura del Creador
divino, puede ordenar su
vida de modo a vivirla con
espíritu de justicia y
sensatez. Aristóteles
también creía en la libertad
del hombre. Según él, la
moral no era cuestión de una
ley inevitable, sino de
libre elección: el hombre
tiene libertad de hacer lo
que es bueno o lo que es
malo.
8. Otros filósofos griegos
que entraron en escena
posteriormente creían o no
en el determinismo. Epicuro,
por ejemplo, no consideraba
al hombre un títere de
fuerzas inexorables; el
libre albedrío se le
figuraba importante. Los
estoicos pensaban diferente,
entendiendo que el mundo es
el resultado de leyes fijas
e inmutables.
9. Los pensadores griegos
religiosos concebían una
libertad relativa para el
hombre. Filón creía que la
encarnación del alma
constituía una caída, una
perdida parcial de la
libertad que ella poseía
antes de la encarnación.
Plotino también creía en la
libertad original, o sea, el
cuerpo es una prisión y el
alma unida al cuerpo está
prisionera, no es libre. Los
pensadores cristianos de los
primeros tiempos del
Cristianismo y los de la
Edad Media, sobre todo los
apologistas, creían en un
hombre básicamente libre y
entendían que su caída
derivaba de la unión con el
cuerpo. Pelágio adoctrinaba
que Dios concedió libertad
al hombre para que el
pudiese escoger entre el
bien y el mal, dentro del
espíritu del libre albedrío.
10. Más próximos a nuestra
época, en cuanto Espinosa se
presentaba totalmente
determinista, Jean-Jacques
Rousseau entendía que el
hombre es libre, no un
juguete de las leyes
naturales, sino un alma que
lucha para vivir según la
libertad que posee. Kant
también propugnó el libre
albedrío como siendo
necesario al hombre moral.
El hombre no es fatalmente
llevado a la práctica del
mal
11. Hasta aquí vimos las
principales ideas de los
seguidores y de los no
seguidores del determinismo,
una divergencia que aun
persiste en nuestros días.
El Espiritismo, con todo,
enseña que no existe un
fatalismo, un determinismo
que guía la vida del hombre.
Las opresión a su libre
voluntad resultan de débitos
contraídos en existencias
anteriores que necesitan ser
rescatados. Sin la admisión
de la doctrina de la
reencarnación se vuelve
difícil entender las
consecuencias de ese hecho.
12. De las lecciones
espíritas podemos afirmar
que el hombre se subordina a
un libre albedrío relativo,
que se expande a lo largo
del proceso evolutivo, y a
un determinismo relativo,
derivado de las
equivocaciones cometidas en
el pasado y que deben ser
corregidos y reparados. La
reencarnación anula, por
tanto, la idea de que haya
contradicción entre libre
albedrío y determinismo y
nos ofrece el puente
destinado a unirlos entre
sí, de modo que no choquen
en las conjeturas del
intelecto.
13. La cuestión del libre
albedrío, enseña Kardec,
puede resumirse así: El
hombre no está fatalmente
llevado al mal; los actos
que práctica no fueron
previamente determinados;
los crímenes que comete no
resultan de una sentencia
del destino. Puede él, por
prueba o por expiación,
escoger una existencia en
que sufra una influencia
para el crimen, sea por el
medio donde se encuentre
colocado, sea por las
circunstancias que le
sobrevengan, pero será
siempre libre de obrar o no
obrar.
14. La fatalidad, como
vulgarmente es entendida,
supone la decisión previa e
irrevocable de todos los
acontecimientos de la vida,
cualquiera que sea su
importancia. La fatalidad no
es, no obstante, una palabra
vana, pues ella existe, de
hecho, en la posición que el
hombre ocupa en la Tierra y
en las funciones que ahí
desempeña, en consecuencia
del género de vida que su
Espíritu escogió como
prueba, expiación o misión.
Hecha la elección, la
llamada programación
reencarnatoria, el sufrirá
fatalmente todas las
vicisitudes y todas las
obligaciones a ella
inherentes. Cesa ahí, sin
embargo, la fatalidad, pues
de su voluntad depende ceder
o no a las influencias y las
obligaciones a que
voluntariamente se sujetó.
Los pormenores de los
acontecimientos quedan, a su
vez, subordinados a las
circunstancias que la misma
crea con sus actos y
actitudes.
15. Concluyendo, podemos
decir que hay fatalidades en
los acontecimientos que se
presentan, por ser
consecuencia de la elección
que el Espíritu hizo de su
existencia de encarnado,
pero nunca existirá
fatalidad en los actos de la
vida moral. Quede claro, con
todo, que en la elección
hecha por el Espíritu son
tenidos los dictámenes de la
ley de causa y efecto,
ocasión en que determinadas
situaciones podrán ser
incluidas en la llamada
programación reencarnatoria,
con vistas a la expiación y
a la reparación de daños
anteriormente producidos por
el reencarnante.
Respuestas a
las cuestiones propuestas
1. ¿El Espiritismo admite el
llamado determinismo
absoluto?
R.: No.
Según los Espíritus
Superiores no existe un
determinismo absoluto.
2. ¿Existe diferencia entre
determinismo y fatalidad?
R.: Sí. No se puede
confundir determinismo con
fatalidad.
Determinismo es un sistema
filosófico que niega al
hombre el derecho de obrar
libremente, esto es, de
acuerdo con su voluntad. Lo
que llamamos fatalidad
existe únicamente por la
elección que el Espíritu, al
encarnar, hizo de esta o
aquella prueba.
Escogiéndola, instituye para
sí una especie de destino,
que es la consecuencia misma
de la posición en que
encuentra colocado en base
de la elección hecha.
3. Con relación al tema de
arriba, ¿cuáles eran las
opiniones de Sócrates y
Platón?
R.: Quien primero procuró
apartar al hombre de la idea
de un destino inexorable
fueron los filósofos griegos
llamados sofistas. Según
ellos, el hombre no podía
quedar enteramente preso a
un proceso o a leyes de que
no pudiese desprenderse.
Sócrates tampoco aceptaba
tal dominio sobre los
hombres. Para el, el
conocimiento constituiría su
realización suprema.
Alcanzado el conocimiento,
el hombre obraría con
acierto; sin el
conocimiento, corría el
riesgo de obrar con
desacierto. Además de esa
concepción tan clara,
Sócrates entendía aun que el
hombre puede, por el
conocimiento, tener cierta
influencia sobre su destino
en la Tierra y en la vida
futura. Platón era defensor
de la libertad. El hombre –
proponía Platón – puede
vencer y de hecho vence los
objetivos del mundo. Aunque
criatura del Creador divino,
puede ordenar su vida de
modo a vivirla con espíritu
de justicia y sensatez.
4. Al respecto del libre
albedrío y determinismo,
¿qué es lo que el
Espiritismo enseña?
R.: El Espiritismo enseña
que no existe un fatalismo,
un determinismo que guía la
vida del hombre. Las
obligaciones a su libre
voluntad resultan de débitos
contraídos en existencias
anteriores que precisan ser
rescatados. De las lecciones
espíritas, podemos afirmar
que el hombre se subordina a
un libre albedrío relativo,
que se expande a lo largo
del proceso evolutivo, y a
un determinismo relativo,
derivado de los errores
cometidos en el pasado y que
deben ser corregidos y
reparados.
5. ¿Cómo entender, a la luz
del Espiritismo, expresiones
de este tipo: “El accidente
que sacrificó al joven fue
una fatalidad”? ¿La
fatalidad entonces existe?
R.: La fatalidad existe, sí,
en la posición que el hombre
ocupa en la Tierra y en las
funciones que ahí desempeña
en consecuencia del género
de vida que su Espíritu
escogió como prueba,
expiación o misión. Hecha la
elección, sufrirá el
fatalmente todas las
vicisitudes y todos las
obligaciones a ella
inherentes. Cesa ahí, no
obstante, la fatalidad, pues
de su voluntad depende ceder
o no las influencias y a las
obligaciones a que
voluntariamente se sujetó.
Los pormenores de los
acontecimientos quedan, a su
vez, subordinados a las
circunstancias que el mismo
crea con sus actos y
actitudes. Se puede decir,
pues, que existe fatalidad
en los acontecimientos que
se presentan, por ser
consecuencia de la elección
que el Espíritu hizo de su
existencia de encarnado,
pero nunca hecha por el
Espíritu son tenidos en
cuenta los dictámenes de la
ley de causa y efecto,
ocasión en que determinadas
situaciones podrán ser
incluidas en la llamada
programación reencarnatoria,
con vista a la expiación y a
la reparación de daños
anteriormente producidos por
el reencarnante.
Bibliografia:
O Livro dos
Espíritos,
de Allan
Kardec, questões 851 e 872.
O Problema do
Ser, do Destino e da Dor,
de Léon
Denis, pág. 345.
O Pensamento
de Emmanuel,
de Martins Peralva, pág.
202.
Ensinamentos
Básicos dos Grandes
Filósofos,
de S. E. Frost Jr., tradução
de Leônidas Gontijo de
Carvalho, Ed. Cultrix, pp.
137 a 149.