El clonaje de
células de un
embrión humano,
después que este
asunto vino a
escena, dio
inicio a un
nuevo orden de
discusiones en
que el tema
central hablaba
respecto a la
ética y a los
límites de la
ciencia. No se
discutía
entonces si era
o no posible
clonar seres
humanos, por
cuanto la
experiencia de
la ovejita Dolly
había mostrado
que está lejos
la época en que
la reproducción
animal dependía
de la conjunción
carnal o de
procesos de
fertilización
envolviendo los
gametos
masculinos y
femeninos.
Las opiniones
contrarias al
clonaje humano
iban más allá de
eso, como el
especialista en
genética
paranaense
Newton Freire
Maia, se
manifestaron en
la época contra
esa experiencia,
aunque su
finalidad fuese
el trasplante de
órganos. “La
ciencia no puede
hacer todo lo
que sabe hacer”,
afirmó el
profesor Freire
Maia a la
Gaceta del
Pueblo, poco
tiempo antes de
su
desencarnación.
“No es posible
dar inicio a una
persona (el
embrión) y
matarlo
enseguida.
El punto central
por el añorado
especialista en
genética es, sin
duda, la llave
del problema. Es
preciso entender
que hay algo
más, además de
simples células
humanas, un ser
vivo, tema que
Gabriel Delanne
estudió con
profundidad en
su libro La
evolución
anímica. La
fuerza vital,
dice Delanne, no
basta, por sí
sola, para
explicar la
forma
característica
de los
individuos. Se
impone admitir
ahí la
existencia de
aquello que el
Espiritismo
designa por el
nombre
periespíritu,
esto es, de un
órgano que posea
las leyes
órgano-genéticas
mantenedoras de
la firmeza del
organismo,
malogrando las
constantes
mutaciones
moleculares.
Los espíritus
conservan la
forma humana no
sólo por
presentarse
típicamente así,
como también
porque su cuerpo
espiritual o
periespíritu
encierra todo un
organismo
fluídico-modelo,
por el cual la
materia se ha de
organizar.
En la formación
de la criatura
viviente, la
vida no ofrece
como contingente
sino la materia
irritable del
protoplasma,
materia amorfa,
en la cual es
imposible
distinguir el
mínimo rudimento
de organización.
La célula
primitiva es
absolutamente
idéntica en
todos los
vertebrados. Es
forzoso admitir,
por tanto, la
intervención de
un nuevo factor
que determine
las condiciones
constructivas
del edificio
vital.
El periespíritu,
entiende
Delanne,
contiene el
diseño previo,
la ley que
servirá como
regla inflexible
al nuevo
organismo y que
le asignará el
lugar en la
escala
morfológica. Es
en el embrión
que se ejecuta
esa acción
directiva. En el
desarrollo de
este, observó
Claude Bernard,
vemos un simple
esbozo,
precedente a
toda y cualquier
organización.
Ningún tejido
allí se
distingue. Toda
la masa se
constituye de
células
plasmáticas y
embrionarias,
pero en ese
esbozo “está
trazado el
diseño ideal de
un organismo aun
invisible”.
Se percibe, por
tanto, que sin
el modelo
organizador
biológico o
periespíritu –
que ofrece el
diseño vital
citado por
Claude Bernard
–no ocurriría el
desarrollo
fetal.
Ahora, el
periespíritu es,
según las
enseñanzas
espíritas, el
mismo cuerpo
espiritual que
Pablo de Tarso
mencionó en su
carta a los
corintios.
Revestimiento
del alma,
perteneciente al
alma, lo que
significa decir
que la vida de
un ser humano
factible implica
la presencia del
alma, lo que
refuerza la
posición lúcida
contraría al
clonaje de
embriones,
defendida no
sólo por
religiosos, sino
por científicos
del calibre del
añorado
especialista en
genética,
fallecido el día
10 de mayo del
2003, como
consecuencia de
un cáncer.
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