Evolucionismo y
Creacionismo
Cuando
el hombre perciba que lo
más importante es
nuestro espíritu, y con
eso decida dar menos
valor al cuerpo físico,
tal vez pase a admitir
que haya venido de
animales inferiores
En La Génesis,
cap. IV, Kardec hace los
siguientes apuntes:
La historia del origen
de casi todos los
pueblos antiguos se
confunde con la de su
religión; por eso, sus
primeros libros fueron
libros religiosos; y,
como todas las
religiones se prendieron
al principio de las
cosas, que es, también,
el de la Humanidad,
dieron, sobre la
formación y disposición
del Universo,
explicaciones en
relación con el estado
de los conocimientos de
la época, y de sus
fundadores. De eso
resultó que los primeros
libros sagrados fueron a
la vez los primeros
libros de ciencia, como
fueron, durante mucho
tiempo, el único código
de las leyes civiles.
(KARDEC, 1993, p. 72.)
Al querer colocar la
Biblia como un libro de
ciencia, el hombre
reprodujo lo que su
conocimiento podía darle
acerca de las leyes de
la Naturaleza.
Eso es comprensible, no
debemos condenarlos por
ese motivo. Sin embargo,
querer mantener la
Biblia como un libro en
que se encuentra toda la
ciencia del Universo es
pensar como nuestros
ancestrales pensaban.
Debemos abrir nuestra
mente para aceptar esta
verdad indiscutible.
Continúa Kardec:
La Biblia contiene,
evidentemente, hechos
que la razón,
desarrollada por la
ciencia, no podría hoy
aceptar, y otros que
parecen extraños y
repugnan, porque se
prenden a costumbres que
no son más las nuestras.
Pero, al lado de eso,
habría parcialidad en no
reconocer que ella
encierra grandes y
bellas cosas. La
alegoría, en ella, tiene
lugar considerable, y,
bajo ese velo, esconde
verdades sublimes, que
aparecen si se busca el
fondo del pensamiento,
porque, entonces, lo
absurdo desaparece.
(KARDEC, 1993, p. 75.)
Querer coger el avance
de la ciencia es de una
infantilidad pueril,
para no decir ignorancia
sin tamaño. Por más que
avance la ciencia ella
irá a desvelar siempre
las leyes que rigen los
fenómenos de la
Naturaleza. Ahora, como
quién creó la Naturaleza
y sus leyes fue Dios, lo
que el hombre
descubriera sobre ellas,
por las consecuencia,
son Leyes Divinas.
Interesante un apunte de
Kardec a ese respecto:
Sólo las religiones
estacionarias pueden
temer los
descubrimientos de la
ciencia; esos
descubrimientos no son
funestos sino a aquellos
que se dejan limitar por
las ideas progresivas,
inmovilizándose en el
absolutismo de sus
creencias; en general,
hacen una idea tan
mezquina de la Divinidad
que no comprenden que
asimilar las leyes
de la Naturaleza,
reveladas por la
Ciencia, es glorificar a
Dios por sus obras;
pero, en su ceguera, en
eso prefieren hacer
homenaje al Espíritu del
Mal. Una religión que no
estuviera, en ningún
punto, en contradicción
con las leyes de la
Naturaleza, nada tendría
que temer al progreso y
sería una religión
invulnerable. (KARDEC,
1993, p. 77.)
No haciendo caso de ser
Adán y Eva la primera
pareja humana, los
creacionistas quedan
delante de algo que no
tienen cómo explicar
Se percibe, claramente,
que en la realidad los
adeptos del
creacionismo,
garantizado por la
Biblia, en el libro
Génesis, están lanzando
anatema sobre la Teoría
de la Evolución, por lo
menos por dos motivos:
1º - Por no querer (¿o
poder?) cambiar la
opinión sobre la Biblia,
ya que dicen que ella es
infalible.
2º - Por repugnar a
muchos la idea de que
podamos haber venido del
mono.
No haciendo caso de que
sea Adán y Eva la
primera pareja humana,
quedamos delante de algo
que no tienen cómo
explicar. Ahora, después
de matar a Abel, Caín va
para otra región y allá
encuentra una mujer,
teniendo un hijo con
ella, y poco después
llega aun a fundar una
ciudad, en la cuál pone
el nombre de su hijo. Se
pregunta, entonces: ¿Que
mujer es esa, que pueblo
es ese? Ya que para
fundarse una ciudad
tenemos que presuponer
que existan personas
para habitarla.
Sin embargo, si
admitimos que Adán y Eva
eran sólo un símbolo,
que ellos no fueron la
primera pareja humana,
las cosas pasan a
encajar en cuanto a la
cuestión de la mujer de
Caín y para los
habitantes de la ciudad
que él fundó, eso sin
ningún tipo de problema.
Pero con eso la teoría
creacionista caería por
tierra.
Recurrimos nuevamente a
Kardec, que dice:
La ley que preside a la
formación de los
minerales conduce,
naturalmente, a la
formación de los cuerpos
orgánicos.
El análisis químico nos
muestra todas las
substancias, vegetales y
animales, compuestas de
los mismos elementos que
los cuerpos inorgánicos.
Aquellos, de esos
elementos, que
desempeñan el principal
papel son el oxígeno, el
hidrógeno, el nitrógeno
y el carbono; los otros
ahí no se encuentran
sino accesoriamente.
Como en el reino
mineral, la diferencia
de proporciones en la
combinación de esos
elementos produce todas
las variedades de
substancias orgánicas y
sus diversas
propiedades, tales como:
los músculos, los
huesos, la sangre, la
bilis, los nervios, a
materia cerebral, la
grasa, en los animales;
la savia, la madera, las
hojas, los frutos, las
esencias, el aceite, las
resinas etc., en los
vegetales. Así, en la
formación de los
animales y de las
plantas, no entra ningún
cuerpo especial que no
se halle igualmente en
el reino mineral.
[...] Una vez que los
elementos constitutivos
de los seres orgánicos y
de los seres inorgánicos
son los mismos que
vienen incesantemente,
en circunstancias dadas,
formar las piedras, las
plantas y los frutos, se
puede de eso
concluir que los cuerpos
de los primeros seres
vivos se formaron, como
las primeras piedras,
por la reunión de las
moléculas elementales en
virtud de la ley de
afinidad, a medida que
las condiciones de
vitalidad del globo
fueron propicias a tal o
cual especie. (KARDEC,
1993, p. 169-171.)
Del punto de vista
corporal, y puramente
anatómico, el hombre
pertenece a la clase de
los mamíferos
Es fácil ahora concluir
que del punto de vista
de los elementos que nos
componen tenemos los
mismos elementos
encontrados en el barro
y en el mono. Sin
embargo, es más racional
que admitamos haber
viniendo de un ser vivo
que de una materia
inorgánica, incluso por
respeto a la propias
Leyes Divinas.
Encontramos, en Actos
10,15, una frase muy
interesante que podemos
presentar a los que aún
se niegan a aceptar que
podamos haber venido,
por evolución, de una
especie animal inferior,
veamos:
“Lo que Dios purificó,
tú no debes llamar
impuro”. ¿Análogamente,
podríamos decir que no
existe nada que Dios
haya creado que
podríamos clasificar de
cosa repugnante, no es
lo mismo?
Pero vea como el hombre
se comporta. Muchos
medicamentos solamente
pudieron ser útiles al
hombre porque fueron
antes probados en
animales, tales como
monos y ratones; debería
el hombre, entonces, por
coherencia, repugnarse
cuando fuese a utilizar
tales remedios.
Para una mejor
comprensión del estudio,
tendremos que volver la
Kardec, específicamente,
cuando él dice:
Del punto de vista
corporal, y puramente
anatómico, el hombre
pertenencia a la clase
de los mamíferos, de los
cuales no difiere sino
por variedad en la forma
exterior; del resto, la
misma composición
química que todos los
animales, los mismos
órganos, las mismas
funciones y los mismos
modos de nutrición, de
respiración, de
secreción, de
reproducción; ella nace,
vive y muere en las
mismas condiciones, y,
en su muerte, su cuerpo
se descompone como el de
todo lo que vive. No hay
en su sangre, en su
carne, en sus huesos, un
átomo diferente de
aquellos que se
encuentran en el cuerpo
de los animales; como
estos, muriendo, vuelven
a la tierra el oxígeno,
el hidrógeno, el
nitrógeno y el carbono
que estaban combinados
para formarlo, y van,
por nuevas
combinaciones, a formar
nuevos cuerpos
minerales, vegetales y
animales. La
analogía es tan grande
que se estudian las
funciones orgánicas
sobre ciertos animales,
cuando las experiencias
no pueden ser hechas en
él mismo.
En la clase de los
mamíferos, el hombre
pertenece al orden de
los bímanos.
Inmediatamente por
debajo de él vienen los
cuadrúmanos (animales de
cuatro manos) los monos,
de los cuales unos, como
el orangután, el
chimpancé, el mono,
tienen ciertos
comportamientos del
hombre, hasta tal punto
que, por mucho tiempo,
fueron denominados:
hombres de los bosques.
Como el hombre, esos
monos caminan erectos,
se sirven de bastones,
construyen sus cabañas,
y llevan los alimentos a
la boca con la mano,
señales características.
Por poco que se observe
la escala de los seres
vivos del punto de vista
del organismo, se
reconoce que, desde el
liquen hasta el árbol, y
tras el zoófito hasta el
hombre, hay una
corriente elevándose
gradualmente sin
solución de continuidad,
y de la cual todos los
anillos tienen un punto
de contacto con el
anillo precedente;
siguiéndose paso a paso
la serie de seres, se
diría que cada especie
es un perfeccionamiento,
una transformación de la
especie inmediatamente
inferior. Una vez que el
cuerpo del hombre está
en condiciones idénticas
a los otros cuerpos,
química y
constitucionalmente, es
que él nace, vive y
muere de igual manera,
debe haber sido formado
en las mismas
condiciones.
En cuanto eso pueda
costar a su orgullo, el
hombre debe resignarse a
no ver, en su cuerpo
material, sino el último
anillo de la animalidad
sobre la Tierra. El
inexorable argumento de
los hechos ahí está,
contra el cual
protestaría vanamente.
Pero, mientras el cuerpo
más disminuye de valor a
sus ojos, el principio
espiritual más crece en
importancia; si el
primero lo coloca al
nivel del animal, el
segundo lo eleva a una
altura inconmensurable.
Vemos el círculo en que
se detiene el animal: no
vemos el límite donde
puede llegar el Espíritu
del hombre.
(KARDEC, 1993, p.
177-178.)
En términos de
comportamientos, la
experiencia indica que
es poca la diferencia
entre los chimpancés y
los seres humanos
Las consideraciones de
Kardec fueron por
nosotros verificadas
recientemente, cuando la
TELE Escuela pasó, algún
tiempo atrás, un diario
acerca de experiencias y
observaciones con
chimpancés. En la
cuestión del habla,
ellos solamente no
consiguen pronunciar los
sonidos de las palabras
porque la anatomía de su
boca no lo permite. Pero
eso no impidió que ellos
se comunicaran. Fue
desarrollado un aparato
lleno de varios dibujos
y símbolos aleatorios,
los lexigramas (1).
Cuando se aprieta un
símbolo cualquiera, el
aparato emite el
sonido de la palabra que
aquel símbolo
corresponde. Así, a
través de este método,
incluso muy
rudimentario, se
estableció un
determinado nivel de
comunicación entre los
chimpancés y los
investigadores.
En otra situación,
enseñaban ciertas
señales, que
correspondían a un tipo
de acción, ellos, los
chimpancés, fueron
capaces de combinar esas
señales para expresarse.
Una de las experiencias
que hallamos muy
interesante fue cuando
colocaron sólo un
chimpancé en una jaula,
y allá dentro, en un
lugar alto, colocaron un
plátano. El chimpancé
observó lo
que estaba a su
alrededor, cogió un cubo
de madera, fue
empujándolo hasta quedar
bien bajo el plátano.
Sin embargo, no
consiguió atraparlo,
pues la altura no era
aún suficiente. Así que
percibiendo eso, fue a
buscar otro cubo, lo
colocó por cima del
anterior, consiguiendo,
con eso, coger el
plátano. Después
colocaron otros
chimpancés en aquel
lugar, colocando otro
plátano, el chimpancé
que había conseguido
coger el plátano, aún
percibiendo la
dificultad de los otros
para coger el plátano,
fingió que no sabía
nada. Sin embargo, esos
otros chimpancés
utilizaron un nuevo
método. Cogiendo una
vara
larga, golpearon en el
plátano, que,
inmediatamente, cayó.
Con esta experiencia
queda probado que ellos
pueden desarrollar un
tipo de planificación y
pensar en la manera, más
fácil a su alcance, de
resolver el problema a
su frente.
En términos de
comportamientos es poca
la diferencia entre
ellos y los seres
humanos. Al aproximarse
uno del otro,
saludándose, con abrazos
o besos. Las madres
huyen para otra tribu
para que el padre no
venga a cometer el
incesto con la hija. En
la relación sexual, la
posición más tradicional
de los humanos es la que
ellos usan. Existen
casos de homosexualismo
entre macho y macho y
hembra con hembra.
Cuando andan erectos, la
similitud con el hombre
es muy grande.
Los chimpancés y gorilas
poseen una función
cerebral relacionada al
habla que se pensaba era
exclusiva del ser humano
Finalmente, quien tuvo
la oportunidad de
asistir a ese diario no
quedó con la más mínima
duda de que, si no
descendemos de ellos,
nuestro origen es por lo
menos el mismo.
Pero las evidencias no
paran por ahí, vean lo
que la revista “EstoEs”
1679, del diez/2001,
publicó en la columna
“Siglo 21” (p. 91):
“Chimpancés, primates y
gorilas poseen una
función cerebral
relacionada al habla que
se
pensaba era exclusiva
del ser humano. Eso
sugiere que la evolución
de la estructura
cerebral del habla
comenzó antes de que
primates y humanos
tomaran caminos
distintos en la línea de
la evolución”.
Ahora, eso viene a
colocar justamente más
fuerte aún el origen
común entre nosotros y
ellos, los monos.
Cuando el hombre perciba
que lo que es más
importante es nuestro
espíritu, y con eso
decida dar menos valor
al cuerpo físico, tal
vez pase a admitir que
haya venido de animales
inferiores. Pero, hasta
que eso llegue, muchos
quedarán irritados al
afirmar que vinimos del
mono.
Pobres monos
evolucionados.
(1)
El término viene del
griego
lexigram
“léxico”, que significa
“perteneciente a la
letras” y “Gramma”,
representando "la
escritura o palabras".
Lexigrama significa
literalmente "letras
símbolos (o) que forman
las palabras”. Los
lexigramas han sido
usados por décadas,
principalmente en
Lingüística y
particularmente en
Zoología, donde estos
son utilizados para
evaluar el
comportamiento animal,
los estudios de
comunicación e
inteligencia. Por
ejemplo, los animales
aprenden a asociar un
triangulo rojo con los
alimentos. Así, cuando
un animal presenta este
símbolo, un investigador
irá a ofrecerle
alimentos. Así, cuando
un animal presenta este
símbolo, un investigador
irá a suministrar
alimentos. Este método
ha sido utilizado desde
1970 para comunicarse
con los gorilas y
chimpancés (fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Lexigrama,
con traducción por el
Google).
Referências
bibliográficas:
KARDEC,
A. A Gênese.
Araras, SP: IDE, 1993.
Revista
IstoÉ,
nº 1679, São Paulo:
Editora Três,
05/dez/2001.
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