Un análisis de
un importante
caso relatado
por André Luiz
en
el cap. 8 del
libro Los
Mensajeros,
obra
psicografiada
por
el médium
Francisco
Candido Xavier
(Parte 2 e
final)
Jesús es
categórico en la
amonestación a
tales conductas,
y sus palabras
son duras cuando
se dirige a los
hipócritas:
“¡Pero ay de
vosotros,
escribas y
fariseos,
hipócritas! Pues
que cerráis a
los hombres el
Reino de los
Cielos; y ni
vosotros
entráis, ni
dejáis entrar a
los que están
entrando.
¡Pero ay de
vosotros,
escribas y
fariseos,
hipócritas!
Porque devoráis
las casas de las
viudas, bajo
pretexto de
prolongadas
oraciones; por
eso, sufriréis
más riguroso
juicio.
¡Ay de vosotros,
escribas y
fariseos,
hipócritas! Pues
que recorréis el
mar y la tierra
para hacer un
prosélito; y,
después de
haberlo, lo
hacéis hijo del
infierno dos
veces más de lo
que vosotros.
¡Ay de vosotros,
conductores
ciegos! Pues que
decís:
Cualquiera que
jura por el
templo, eso nada
es; sino el que
jura por el oro
del templo, ese
es deudor.
¡Insensatos y
ciegos! ¿Pues
cuál es mayor:
el oro o el
templo, que
santifica el
oro?”. (Mt,
23:13-17.)
Caer solo tiene
una
consecuencia.
Caer arrastrando
a otros (y hasta
una estructura,
como parece ser
el caso de
Acelino), tiene
otra. Ambas
serán del tamaño
del perjuicio
causado.
En balde, se
movieron los
amigos
espirituales
(...).
Vanamente,
compañeros
encarnados me
llamaban a una
aclaración
oportuna. Me
agarré al
interés inferior
y fijé mi punto
de vista.
Si sufrimos el
asedio del mal,
por nuestra
propia
concupiscencia,
ni por eso
estamos a
merced de las
tinieblas: “Pero
otros [los
buenos
Espíritus] te
cercarán,
esforzándose por
influenciarte
para el bien, lo
que restablecerá
el equilibrio de
la balanza y te
deja señor de
tus actos”.
(OLE, q. 466).
Comenta Kardec:
“Es así que Dios
confía a nuestra
conciencia la
elección del
camino que
debamos seguir y
la libertad de
ceder a una o la
otra de las
influencias
contrarias que
se ejercen sobre
nosotros”.
Mucho se pedirá
a quien mucho se
hubiera dado
Cuando nos
fijamos en un
objetivo,
buscamos reunir
las condiciones
necesarias para
alcanzarlo –
donde colocamos
nuestro tesoro,
ahí colocamos
nuestro corazón
(Mt, 6:21). Es
preciso, por lo
tanto, mucho
cuidado con lo
que elegimos
como propósito
de vida.
Veamos algunas
advertencias en
el Evangelio:
─
“Marta, Marta,
estás ansiosa y
fatigada con
muchas cosas,
pero una sólo es
necesaria; y
María escogió la
buena parte, la
cual no le será
quitada”.
(Lc, 10:41-42).
─
“Si la luz que
hay en ti son
tinieblas, cuan
grande serán
tales
tinieblas.”
(Mt, 6:23).
─
“Buscad primero
el Reino de
Dios, y su
justicia, y
todas esas cosas
os serán
añadidas.” (Mt,
6:33).
─
“... El que
busca,
encuentra.” (Mt,
7:8).
Mientras más
conocemos (mayor
capacidad de
razonamiento y,
por lo tanto, de
juicio y
escogida), más
condiciones
tenemos que
percibir y
comprender las
diversas
influencias que
nos llegan – y
optar entre
ellas. Por eso
“mucho se pedirá
a aquel a quién
mucho se haya
dado” (Lc,
12:48).
“A los
espíritas, pues,
mucho será
pedido, porque
mucho han
recibido; pero,
también, a los
que hayan
aprovechado,
mucho será dado.
El primer
cuidado de todo
espírita sincero
debe ser el de
buscar saber si,
en los consejos
que los
Espíritus dan,
alguna cosa no
hay que le diga
al respecto.”
(OESE, cap.
XVIII-12.)
Interés enorme
fue despertado
entre los que
deseaban mejoras
físicas y
solución de
negocios
materiales. –
Más una vez,
escogemos
nuestros
“socios” en el
emprendimiento a
que nos
entregamos;
nuestros
comensales;
nuestros
compañeros de
jornada. En el
caso de Acelino,
está clara la
opción por los
amigos
inferiores, en
detrimento de
los compañeros
de ideales
nobles.
Las lecciones de
espiritualidad
superior (...)
quedaron en la
distancia. –
Agua y aceite no
se mezclan, como
el bien no pacta
con el mal:
“Nadie puede
servir a dos
señores, porque
o ha de odiar
uno y amar el
otro o se
dedicará a uno y
despreciará el
otro. No podéis
servir a Dios y
a Mamón [las
riquezas]”. (Mt,
6:24).
Si permitiéramos
la aproximación
de Espíritus
tenebrosos,
estamos, en
contrapartida,
dificultando el
amparo de los
Espíritus de
luz.
¡Nuevamente,
cuestión de
elección!
Las bajas
corrientes
mentales de los
inquietos
clientes me
encarcelaron en
una sombría
cadena psíquica.
– Sabemos que la
obsesión es
sintonía entre
mentes
desajustadas,
que se buscan en
un propósito
común, infeliz.
La mente más
vigorosa acaba
por imponerse a
la otra, pero la
mente subyugada
tuvo que
“llamar”,
“abrir la
puerta”. Por
nuestra falta de
atención,
acabamos siendo
víctimas por
nuestros propios
actos. Aquellos
a quién hoy
escarnecemos, se
transforman, de
mala voluntad
nuestra, en
nuestros
carceleros.
Pasan, entonces,
a cobrar lo que
les causamos. Es
de justicia.
Poco pensamos en
la muerte
No hay
vinculación sin
consecuencias.
Por más fortuito
o efímero que
pueda parecer
una relación,
elementos son
lanzados que
generarán
frutos, buenos o
malos, más
pronto o más
tarde.
¿Con qué tipo de
Espíritus
estamos
vinculándonos?
¿Qué propósitos
nos unen?
¿Estamos
irguiendo
nuestras
prisiones o
pavimentando el
camino de
nuestra
liberación?
La muerte llegó
(...) y me
arrancó la
fantasía. – Es
extraño como
luchamos con
tanto descaso
con aquel que
es, tal vez, el
único fenómeno
del cual sabemos
que no vamos a
escapar – la
muerte
biológica.
Parece que, en
la intimidad,
aguardamos la
esperanza de
escarnecerla.
Poco pensamos en
la muerte y
menos aún nos
preparamos para
ella.
Los Espíritus
que nos orientan
dejan claro que
llevamos con
nosotros lo que
somos en vida
(no lo que
tenemos), y la
prestación de
cuentas es
inevitable. Pero
seguimos
adelante,
comportándonos
cómo si
pudiéramos
burlar la propia
conciencia.
Por el nivel de
conocimiento que
ya alcanzamos,
así como por los
reiterados
llamamientos de
los benefactores
espirituales,
para que
rectifiquemos
nuestro camino,
ya estamos aptos
a la
transformación,
a dar a luz el
hombre nuevo, el
hombre renovado,
el Hijo del
Hombre, de
asumir nuestra
condición de
“herederos
de Dios y
corderos de
Cristo” (Rom,
8:17). No se
justifica más
ser cogidos de
sorpresa, si el
llamamiento a la
vigilancia es
tan claro en los
mensajes
evangélicos y de
los buenos
Espíritus:
“Si el padre de
familia supiera
a que vigilia de
la noche había
de venir el
ladrón,
vigilaría y no
dejaría que
fuera forzada su
casa. Por eso,
estáis vosotros
percibidos
también, porque
el Hijo del
Hombre ha de
venir a la hora
en que no
penséis”. (Mt,
24:43-44).
Grité, lloré,
imploré (...).
Durante once
años
consecutivos,
expié la falta
(...), entre el
remordimiento y
la amargura. –
Como en la criba
entre el trigo y
la cizaña,
cuando este
último será
quemado, “todo
lo que causa
escándalo y los
que cometen
iniquidad” serán
lanzados “en el
fogón de fuego;
allí habrá
llanto y crujir
de dientes” (Mt,
13: 41-42)
Así como nada
valieron las
exhortaciones de
los benefactores
espirituales
para que Acelino
se mantuviera en
la línea, de
nada sirven,
ahora, sus
gritos y
lamentos. La
expiación – su
duración y el
dolor – es
proporcional a
la lesión
cometida contra
la conciencia.
Aún más en el
caso de él, que
era esclarecido
y estaba cercado
de ayuda, el
desvío es aún
más grave, con
consecuencias en
el mismo nivel.
“Todo aquel que
comete pecado es
esclavo del
pecado.” (Ju,
8:34).
Remordimiento y
arrepentimiento
vienen antes
Cabe recordar
que la expiación
aún no es el
rescate. Es la
preparación del
terreno para el
trabajo de
reconstrucción
que vendrá a
continuación. Es
el cimiento de
la nueva casa –
si el cimiento
es débil, la
casa estará
comprometida. De
ahí el
arrepentimiento
y el
remordimiento
que vengan
antes,
necesariamente,
que la
reparación.
Yendo a los
círculos
carnales para
servir a las
criaturas de
Dios, (...) sólo
hice viciados de
la creencia
religiosa y
delincuentes
ocultos,
mutilados de la
fe y paralíticos
del pensamiento.
– El más simple
razonamiento
muestra que
cuánto mayor es
la condición de
un individuo,
mayores son los
daños causados
si él escoger
una vida de
desmanes. Tal
como el árbol,
mientras más
alto y robusto,
mayor el
perjuicio
causado por su
derrumbe, tanto
a aquellas
criaturas que
buscaron un
nido, alimento o
reposo en sus
ramas, como a
aquellas a su
alrededor,
alcanzados
directa o
indirectamente.
El levantamiento
de los
perjuicios se
multiplica, si
fuera
considerado el
impacto en
medio, el
tiempo, y en los
proyectos de
cuantos contaban
con aquel
recurso. Eso
ilustra la
situación de
Acelino, y de
todos que, como
él, cargan
gravámenes de
liderazgo y
responsabilidades
de grande monta.
El majestuoso
mango puede
mucho más que la
humilde mostaza,
pero su caída
será, también,
mucho más
desastrosa.
En el avance de
la evolución, es
inevitable que
nuestros
gravámenes
aumenten en la
proporción de
nuestra
capacidad de
responder
(responsabilidad)
y de realización
(conocimiento).
No es lícito
huir de ellos –
sería “no
jugar”, la
situación de
Octavio –, y el
cobro de la
conciencia es en
la medida de los
recursos no
utilizados, como
si, en la
parábola de los
talentos, aquel
que recibió
cinco los
enterrara. Es
preciso tener
siempre en
mente cuánto
podemos y
debemos
realizar, pero
no descuidar,
también, de
cuánto podemos
perjudicar.
El sentido de
pecar contra el
Espíritu Santo
El progreso no
trae sólo las
obligaciones
aumentadas.
Carrea también
los recursos de
defensa, en la
experiencia
adquirida y en
la asistencia de
la
espiritualidad.
No recibimos
misión mayor que
nuestra
capacidad de
bien cumplirla.
Para Acelino
todo esto está
claro. De ahí
que él considere
que está “en
peores
condiciones” y
que su caso
“carga
características
diversas y mucho
más graves”.
No tengo
disculpas,
porque estaba
esclarecido; no
tengo perdón,
porque no me
faltó asistencia
divina. – Errar
por ignorancia
es una cosa:
“para quien no
sabe, lo que
hace es ley”.
Errar con
conocimiento de
causa es otra
muy diferente:
“En verdad os
digo que todos
los pecados
serán perdonados
a los hijos
de los hombres,
y toda suerte de
blasfemia, con
que blasfemen.
Cualquiera, sin
embargo, que
blasfemara
contra el
Espíritu Santo,
nunca obtendrá
perdón, más será
reo del eterno
juicio”. (MC,
3:28-29).
Para el
individuo
ignorante, el
error no acarrea
el sentimiento
de la culpa.
Como mucho, él
registra una
experiencia
dolorosa que
puede, o no,
llevar a un
cambio de
prácticas. La
culpa viene
cuando
insistimos en
comportamientos
que no coadunan
con lo que ya
sabemos – ese es
el sentido de
“pecar contra el
Espíritu Santo”.
¿Pueden evaluar
la extensión de
mi culpa? – Sólo
el individuo
puede hacer la
evaluación
correcta de su
culpa. Cualquier
juicio de otra
persona será
fallo – tenderá
a subvalorar o
supervalorizar
los resultados,
aumentando o
disminuyendo la
culpa. “Cada uno
sabe el dolor y
la delicia de
ser lo que es”
(Caetano
Veloso). Muchas
veces nos
apoyamos en la
opinión
favorable de los
amigos, en
búsqueda de un
consuelo para
nuestro dolor
moral – pero,
cuando estamos
solos, tenemos
que habernos con
nuestra
conciencia, no
hay palabra que
digan que pueda
consolarnos o
aliviar nuestro
sufrimiento. De
la misma forma,
el juicio de los
adversarios, por
más agresivo que
sea, no nos
afectará, si
nuestra
conciencia no
les endosa las
críticas – sus
palabras ásperas
podrán causarnos
algún malestar
externo, pero
íntimamente
estaremos
pacificados.
Concluyendo…
La experiencia
de Acelino es de
gran importancia
para todos
nosotros,
estudiantes de
las cosas del
espíritu,
buscadores de la
luz. Sabemos que
el progreso es
inevitable y
nuestros
esfuerzos calzan
el camino y
agilizan
nuestros pasos.
Pero tenemos que
pagar el precio,
cargando con las
obligaciones
acarreadas para
nuestros hombros
juntamente con
la aclaración.
Mientras más
recibimos, más
podemos
realizar; pero,
por otro lado,
mayor daño puede
causar nuestra
desidia. Y no
hay como evitar
eso – no hay
retorno y el
propio
aparcamiento es
limitado y
tiene
consecuencias
propias. Para
encorajarnos,
recordamos que,
mientras más
comprometidos y
envueltos en la
tarea divina,
mayor la
asistencia y la
sustentación –
mientras más
próximo al foco
de la luz, más
energía y calor
recibimos.
|