El gran desafío
de la
reencarnación
La
reencarnación, o
sea, el pasaje
del Espíritu por
una nueva
experiencia en
la esfera
terráquea donde
nos encontramos,
presenta un
objetivo
definido, a lo
cual nos
referimos en
este mismo
espacio:
alcanzar la
perfección.
Perfección en lo
que se refiere a
los valores
morales,
perfección en lo
que se refiere a
los valores
intelectuales.
En la respuesta
dada a la
cuestión 204 de
su libro “El
Consolador”,
Emmanuel
escribió: ”El
sentimiento y la
sabiduría son
las dos alas con
que el alma se
elevará para la
perfección
infinita”.
Ocurre que en
esa caminata se
presentan
algunos
desafíos, que
Manoel Philomeno
de Miranda se
refiere en el
cap. 21 de la
obra “Paneles de
la Obsesión”,
psicografada por
el médium
Divaldo Franco.
Nos recuerda él
que ninguna
existencia
física se
encuentra
entregue al
azar, destituida
de la cariñosa
ayuda y de los
socorros
providenciales
que nos son
dados con
profusión por
los bienhechores
espirituales.
Aunque una faja
larga de
reencarnaciones
se procese a
través de
fenómenos
automáticos,
obedeciendo a
una programación
colectiva, eso
no se da sin que
los Espíritus
encargados de
los
renacimientos en
el planeta tomen
conocimiento
cuidadoso y
ofrezcan a los
que reencarnan
los medios para
eso necesarios.
Tales personas,
que juzgamos
vivir en
aparente
desvalimiento y
sin el amparo de
la Providencia,
se sincronizan
con los
mecanismos de
acción
automática a
cargo de los
bienhechores
espirituales
especializados
en esa tarea,
que los separan
por los valores
adquiridos, para
atendimiento más
bien cuidado,
conforme las
realizaciones de
cada uno.
Además de esos
casos, cuando
son objetivadas
realizaciones
especiales, los
bienhechores
atienden
directamente los
candidatos que
se ofrecen para
la aplicación de
sus valores
éticos morales,
los cuales,
recuperándose de
los dolorosos
compromisos del
pasado, aceptan
las imposiciones
severas que se
tornan
necesarias para
su edificación.
Se organizan
entonces planes
que son
sometidos a los
interesados, que
pasan a recibir,
de inmediato,
conveniente
atendimiento, de
modo a apartar
la posibilidad
de un nuevo
fracaso, que
puede, no
obstante,
ocurrir, una vez
que el libre
albedrío,
privilegio del
Espíritu
inmortal, le
permite hacer o
no lo que debe,
de elegir el
bien o el mal,
de optar por el
placer de ahora
o por la
felicidad
futura…
Ese fracaso
costará,
obviamente,
tormentoso
tributo y pesada
obligación para
cuantos retornen
vencidos y
fracasados a la
patria
espiritual, por
falta de
vigilancia,
trampa o
presunción.
Luchar por el
mejoramiento
íntimo,
aplicando todas
las fuerzas para
vencer las malas
inclinaciones y
perfeccionar las
tendencias
superiores,
tornándolas más
sensibles a las
conquistas
espirituales
relevantes, he
aquí el gran
desafío de la
reencarnación,
que solamente
será vencido por
medio del
esfuerzo diario,
constante y
especial con que
nos apliquemos a
la tarea, a lo
largo de la
jornada.
|