Es
necesario
preparar el
hombre para la
obra,
nos dice Kardec
La entrevista
que ilustra la
presente edición
hizo acordarnos
una importante
lección
contenida en la
cuestión 802 de
la principal
obra del
Espiritismo -
El Libro de los
Espíritus, de
Allan Kardec -,
que delinea
toda la
estructura de la
doctrina
espírita.
En ella, nos
dice Angélica da
Costa Maia, de
la ciudad
mineira de
Lavras, que la
mejoría de todo
pasa por la
mejoría del ser
y que de nada
adelanta que
luchemos apenas
por el
perfeccionamiento
de las
instituciones,
pues ésas no
existen sin las
mentes que las
constituyen.
Leemos en la
cuestión 802 de
la obra
mencionada:
- Visto que el
Espiritismo
tiene que marcar
un progreso de
la Humanidad,
¿por qué no
apresuran los
Espíritus ese
progreso, por
medio de
manifestaciones
tan
generalizadas y
patentes, que la
convicción
penetre hasta en
los más
incrédulos?
Los inmortales
así
respondieron:
“Desearíais
milagros; pero
Dios los esparce
a manchéis
delante de
vuestros pasos
y, no obstante,
aún hay hombres
que lo niegan.
¿Consiguió, por
ventura, el
propio Cristo
convencer sus
contemporáneos,
mediante los
prodigios que
operó? ¿No
conocéis
presentemente
algunos que
niegan los
hechos más
patentes,
ocurridos a sus
vistas? ¿No hay
los que dicen
que no creerían,
mismo que
viesen? No; no
es por medio de
prodigios que
Dios quiere
encaminar los
hombres. En su
bondad, Él les
deja el mérito
de convencerse
por la razón.”
La dificultad
mencionada, que
ni los prodigios
son capaces de
eliminar, es
citada también
por muchos
padres espíritas
que no entienden
por qué sus
hijos, muchos de
ellos educados
dentro de los
postulados
espíritas, se
apartan – cuando
adultos – de la
mies cristiana y
pasan a recorrer
caminos que
sabemos no los
llevarán a los
objetivos para
los cuales se
encuentran
reencarnados.
Lo que se da en
nivel individual
se reproduce en
nivel global y
la enseñanza
espírita es
bastante clara
al establecer
que convicción
es algo personal
que el individuo
adquiere por sus
propios
esfuerzos y, por
lo tanto, no es
susceptible de
ser transferida
y mucho menos
impuesta a quien
quiere que sea.
En lo que se
refiere a la
reforma de las
instituciones,
Kardec decía que
es necesario,
primero,
preparar el
hombre para la
obra, y no la
obra para el
hombre. En la
administración
moderna, como
muchos saben,
las empresas
someten los
nuevos
funcionarios a
un entrenamiento
específico y
meticuloso antes
de atribuirles
esa o aquella
función.
Considerando la
sociedad como un
todo, es
evidente que
ella será más o
menos
desarrollada, en
la proporción
directa de la
cualificación de
aquellos que la
componen. Es lo
que deducimos de
la respuesta que
los inmortales
dieron a la
cuestión 793
d’ El Libro de
los Espíritus,
más adelante
reproducida:
-¿Por qué
indicios se
puede reconocer
una civilización
completa?
“La reconoceréis
por el
desarrollo
moral. Creéis
que estáis muy
adelantados,
porque tenéis
hecho grandes
descubiertas y
obtenido
maravillosas
invenciones;
porque os
alojáis y os
vestís mejor que
los salvajes.
Todavía, no
tendréis
verdaderamente
el derecho de
deciros
civilizados,
sino cuando de
vuestra
sociedad
hubierais
expulsado los
vicios que la
deshonran y
cuando
hubiereis vivido
como hermanos,
practicando la
caridad
cristiana. Hasta
entonces, seréis
apenas pueblos
esclarecidos,
que han
recorrido la
primera etapa de
la
civilización.”
Comentando esa
respuesta,
Kardec escribió:
“De dos naciones
que tengan
llegado al ápice
de la escala
social,
solamente puede
considerarse la
más civilizada,
en la legitima
acepción del
término, aquélla
donde exista
menos egoísmo,
menos codicia y
menos orgullo;
donde los
hábitos sean más
intelectuales y
morales que
materiales;
donde la
inteligencia
puede
desarrollarse
con mayor
libertad; donde
haya más bondad,
buena fe,
benevolencia y
generosidad
reciprocas;
donde menos
enraizados se
muestren los
prejuicios de
casta y de
nacimiento, por
eso que tales
prejuicios son
incompatibles
con el verdadero
amor al prójimo;
donde las leyes
ningún
privilegio
consagren y sean
las mismas, así
para el último,
como para el
primero; donde
con menos
parcialidad se
ejerza la
justicia; donde
el débil
encuentre
siempre amparo
contra el
fuerte; donde la
vida del hombre,
sus creencias y
opiniones sean
mejor
respetadas;
donde exista
menor número de
desgraciados; en
fin, donde todo
hombre de buena
voluntad esté
cierto de no
faltarle el
necesario.”
Más claro que
esas palabras,
creemos
sinceramente, es
imposible.
|