Iniciamos hoy el estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868. El texto condensado de la obra, que ofrecemos para la lectura, y las respuestas a las preguntas propuestas se basan en la 36ª edición del libro, publicada por la Federación Espírita Brasileña, conforme la traducción hecha por Guillon Ribeiro. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cuál es el carácter esencial de la doctrina espírita?
B. ¿Cuál es el sentido de la palabra revelación?
C. ¿Qué son los hombres de genio y de dónde vienen?
Texto condensado para la lectura
1. Introducción – Esta nueva obra es un paso más que se da en el campo de las consecuencias y las aplicaciones del Espiritismo. Como su título lo indica, tiene por objetivo el estudio de tres puntos diversamente interpretados y comentados hasta ahora: la Génesis, los milagros y las profecías, en sus relaciones con las nuevas leyes que proceden de la observación de los fenómenos espíritas.
2. Dos elementos rigen el Universo: el elemento espiritual y el elemento material. De la acción simultánea de estos dos principios nacen los fenómenos especiales, que son naturalmente inexplicables si se hace abstracción de uno de ellos, de la misma manera que la formación del agua sería inexplicable si se hiciese abstracción de uno de los elementos que la constituyen: el oxígeno y el hidrógeno.
3. Al demostrar la existencia del Mundo Espiritual y sus relaciones con el mundo material, el Espiritismo proporciona la clave para la explicación de una infinidad de fenómenos incomprendidos y considerados.
4. Esta obra es el complemento de las aplicaciones del Espiritismo desde un punto de vista especial. Los materiales estaban listos o, por lo menos, elaborados desde hace mucho tiempo; pero aún no había llegado el momento de ser publicados. Era necesario, primero, que las ideas destinadas a servir de base hubiesen alcanzado la madurez y, además, también era necesario tener en cuenta la oportunidad de las circunstancias.
5. El Espiritismo no tiene misterios ni teorías secretas; todo en él debe que ser claro, a fin de que todos puedan juzgarlo con conocimiento de causa. Pero cada cosa debe llegar a su tiempo, para llegar con seguridad.
6. A pesar de la parte que le toca a la actividad humana en la elaboración de la doctrina espírita, la iniciativa de la obra pertenece a los Espíritus, pero no está constituida por la opinión personal de ninguno de ellos. Ella es, y no puede ser sino, el resultado de la enseñanza colectiva y concordante dada por ellos. Sólo bajo tal condición se le puede llamar la doctrina de los Espíritus. De otro modo, no sería sino la doctrina de un Espíritu y sólo tendría el valor de una opinión personal.
7. Generalidad y concordancia en la enseñanza, es el carácter esencial de la doctrina, la condición misma de su existencia, por lo tanto, todo principio que aún no haya recibido la consagración del control de la generalidad no puede ser considerado parte integrante de esta misma doctrina. Será una simple opinión aislada, de la cual el Espiritismo no puede asumir la responsabilidad. Esa colectividad concordante de la opinión de los Espíritus, pasada además por el criterio de la lógica, es lo que constituye la fuerza de la Doctrina Espírita y le asegura la perpetuidad. Para que ella cambiase, sería necesario que la universalidad de los Espíritus cambiase de opinión y viniesen un día a decir lo contrario de lo que dijeron. Debido a que ella tiene su fuente de origen en la enseñanza de los Espíritus, para que sucumbiese sería necesario que los Espíritus dejasen de existir. Es también esto lo que la hará prevalecer sobre todos los sistemas personales, cuyas raíces no se encuentran en todas partes, como sí sucede con ella.
8. El Libro de los Espíritus sólo ha consolidado su prestigio porque es la expresión de un pensamiento colectivo, general. En abril de 1867, cumplió sus primeros diez años. En ese lapso, los principios fundamentales, sobre las que asentó sus bases, fueron sucesivamente completados y desarrollados gracias a la enseñanza progresiva de los Espíritus. Pero ninguno ha recibido el desmentido de la experiencia; todos, sin excepción, han permanecido en pie, más vivaces que nunca, mientras que de todas las ideas contradictorias que algunos intentaron oponerle, ninguna ha prevalecido, precisamente porque en todas partes se enseñaba lo contrario.
9. Capítulo I – Carácter de la revelación espírita - ¿Puede el Espiritismo ser considerado una revelación? En tal caso, ¿cuál es su carácter? ¿En qué se fundamenta su autenticidad? ¿A quién y de qué manera ha sido hecha? ¿Es la Doctrina Espírita una revelación en el sentido teológico de la palabra, es decir, es en su totalidad el producto de una enseñanza oculta venida de lo Alto? ¿Es absoluta o susceptible de modificaciones? Al traer a los hombres la verdad integral, ¿no tendría la revelación por efecto impedirles hacer uso de sus facultades, al ahorrarles el trabajo de la investigación? ¿Cuál es la autoridad de la enseñanza de los Espíritus, si ellos no son infalibles ni superiores a la Humanidad? ¿Cuál es la utilidad de la moral que predican, si esa moral no es diferente de la de Cristo, que ya es conocida? ¿Cuáles son las verdades nuevas que nos traen? ¿Tendrá el hombre necesidad de una revelación? ¿Y no podrá encontrar en sí mismo y en su conciencia todo lo que es necesario para conducirse en la vida?
10. Estas son las preguntas sobre las cuales es importante que nos fijemos. Definamos primero el sentido de la palabra revelación.
11. Revelar, del latín revelare, cuya raíz es velum, velo, significa literalmente salir debajo del velo y, en sentido figurado, descubrir, dar a conocer una cosa secreta o desconocida. En su acepción vulgar más generalizada, esta palabra se emplea en relación a toda cosa ignorada que es divulgada, de toda idea nueva que nos pone al corriente de lo que no sabíamos.
12. Desde este punto de vista, todas las ciencias que nos hacen conocer los misterios de la Naturaleza son revelaciones y se puede decir que hay para la Humanidad una revelación incesante. La Astronomía reveló el mundo astral, la Geología reveló la formación de la Tierra, la Química, la ley de las afinidades. Copérnico, Galileo, Newton, Laplace, Lavoisier fueron reveladores.
13. La característica esencial de toda revelación debe ser la verdad. Revelar un secreto es hacer conocer un hecho; si es falso, ya no es un hecho, y, en consecuencia, no existe revelación. Toda revelación desmentida por los hechos deja de serlo.
14. El profesor sólo enseña lo que aprendió: es un revelador de segundo orden. El hombre de genio enseña lo que descubrió por sí mismo: es el revelador primario; trae la luz que poco a poco se generaliza. ¿Qué sería de la Humanidad sin la revelación de los hombres de genio que aparecen de tiempo en tiempo? Pero, ¿quiénes son esos hombres de genio? ¿Por qué son hombres de genio? ¿De dónde vienen? ¿En qué se convierten?
15. Notemos que, en su mayoría, manifiestan al nacer facultades transcendentes y algunos conocimientos innatos que desarrollan con poco trabajo. Pertenecen, realmente, a la Humanidad, pues nacen, viven y mueren como nosotros. Pero ¿dónde adquirieron esos conocimientos que no pudieron aprender durante la vida?
16. ¿Se dirá, como piensan los materialistas, que el azar les dotó de materia cerebral en mayor cantidad y de mejor calidad? En ese caso, no tendrían más mérito que una legumbre más grande y más sabrosa que otra.
17. ¿Se dirá, como ciertos espiritualistas, que Dios les ha dado un alma más favorecida que la del común de los hombres? Suposición igualmente ilógica, puesto que acusaría a Dios de parcial.
18. La única solución racional del problema está en la preexistencia del alma y en la pluralidad de las existencias. El hombre de genio es un Espíritu que ha vivido más tiempo; que, en consecuencia, adquirió y progresó más que aquellos que están menos adelantados. Al encarnar, trae lo que sabe y, como sabe mucho más que los demás y no necesita aprender, es llamado hombre de genio. Pero, lo que sabe es fruto de un trabajo anterior y no el resultado de un privilegio. Antes de renacer era, pues, un Espíritu avanzado: reencarna para hacer que los demás aprovechen lo que ya sabe, o para adquirir más de lo que posee.
19. Los hombres progresan, indudablemente, por sí mismos y por los esfuerzos de su inteligencia; pero, entregados a sus propias fuerzas, progresarían muy lentamente si no fuesen ayudados por otros más adelantados, como el estudiante lo es por sus profesores. Tal es el papel de los grandes genios.
20. Esos genios, que aparecen a través de los siglos como estrellas brillantes, dejando una larga estela luminosa sobre la Humanidad, son misioneros o, si se prefiere, mesías. Las cosas nuevas que se enseñan a los hombres, ya sea en el orden físico o en el filosófico, son revelaciones. Ahora bien, si Dios suscita reveladores para las verdades científicas, puede, con mayor razón, suscitarlos para las verdades morales, que constituyen elementos esenciales del progreso. Tales son los filósofos cuyas ideas han perdurado a través de los siglos.
21. En el sentido especial de la fe religiosa, la revelación se refiere más particularmente a las cosas espirituales que el hombre no puede descubrir por medio de su inteligencia, ni con la ayuda de sus sentidos y cuyo conocimiento le es dado por Dios o sus mensajeros, ya sea por medio de la palabra directa o por la inspiración. En este caso, la revelación es siempre hecha a hombres preparados, designados con el nombre de profetas o mesías, es decir, enviados o misioneros, encargados de transmitirla a los hombres.
22. Todas las religiones tuvieron sus reveladores y, aunque ellos hayan estado lejos de conocer toda la verdad, tuvieron una razón de ser providencial, porque eran apropiados al tiempo y al medio en que vivían, al carácter particular de los pueblos a los que hablaban y a los cuales eran relativamente superiores.
23. A pesar de los errores de sus doctrinas, no dejaron de despertar los espíritus y, por eso mismo, de sembrar los gérmenes del progreso que más tarde habían de desarrollar, o se desarrollaron a la luz brillante del Cristianismo.
24. Lamentablemente, las religiones han sido siempre instrumentos de dominación; el papel del profeta ha tentado las ambiciones secundarias y se ha visto surgir una multitud de supuestos reveladores o mesías que, valiéndose del prestigio de ese nombre, explotan la credulidad en provecho de su orgullo, su codicia o su pereza, encontrando más cómodo vivir a expensas de los que engañan.
25. La religión cristiana no pudo evitar esos parásitos. Al respecto, pedimos especial atención al capítulo XXI de El Evangelio según el Espiritismo: “Habrá falsos Cristos y falsos profetas”.
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cuál es el carácter esencial de la doctrina espírita?
A pesar de la parte que le toca a la actividad humana en la elaboración de la doctrina espírita, la iniciativa de la obra pertenece a los Espíritus, pero no está constituida por la opinión personal de ninguno de ellos. Ella es, y no puede dejar de ser, el resultado de la enseñanza colectiva y concordante dada por ellos. Sólo bajo tal condición se le puede llamar la doctrina de los Espíritus. De otro modo, no sería sino la doctrina de un Espíritu y sólo tendría el valor de una opinión personal. Generalidad y concordancia en la enseñanza, es el carácter esencial de la doctrina, la condición misma de su existencia, por lo tanto, todo principio que aún no haya recibido la consagración del control de la generalidad no puede ser considerado parte integrante de esta misma doctrina. Será una simple opinión aislada, de la cual el Espiritismo no puede asumir la responsabilidad.
Esa colectividad concordante de la opinión de los Espíritus, pasada además por el criterio de la lógica, es lo que constituye la fuerza de la Doctrina Espírita y le asegura la perpetuidad. Para que ella cambiase sería necesario que la universalidad de los Espíritus cambiase de opinión y viniesen un día a decir lo contrario de lo que dijeron. Debido a que ella tiene su fuente de origen en la enseñanza de los Espíritus, para que sucumbiese sería necesario que los Espíritus dejasen de existir. Es también esto lo que hará que prevalezca sobre todos los sistemas personales cuyas raíces no se encuentren por todas partes. (La Génesis, Introducción.)
B. ¿Cuál es el sentido de la palabra revelación?
Revelar, del latín revelare, cuya raíz es vélum, velo, significa literalmente salir debajo del velo, y en sentido figurado, descubrir, dar a conocer una cosa secreta o desconocida. En su acepción vulgar y genérica, esta palabra se emplea en relación a toda cosa ignorada que es divulgada, de toda idea nueva que nos pone al corriente de lo que no sabíamos. Desde este punto de vista, todas las ciencias que nos hacen conocer los misterios de la Naturaleza son revelaciones y se puede decir que hay para la Humanidad una revelación incesante. La Astronomía reveló el mundo astral, que no conocíamos; la Geología reveló la formación de la Tierra; la Química, la ley de las afinidades; la Fisiología, las funciones del organismo, etc. Copérnico, Galileo, Newton, Laplace, Lavoisier fueron reveladores. La característica esencial de toda revelación tiene que ser la verdad. Revelar un secreto es hacer conocer un hecho; si es falso, ya no es un hecho y, en consecuencia, no existe revelación. (La Génesis, cap. I, ítems 2 y 3.)
C. ¿Qué son los hombres de genio y de dónde vienen?
Los hombres de genio manifiestan, al nacer, facultades trascendentes y algunos conocimientos innatos que desarrollan con poco trabajo. Pero, ¿dónde adquirieron esos conocimientos que no pudieron aprender durante la vida? ¿Se dirá, como los materialistas, que el azar les dotó de materia cerebral en mayor cantidad y de mejor calidad? En ese caso, no tendrían más mérito que una legumbre más grande y más sabrosa que otra. ¿Se dirá, como ciertos espiritualistas, que Dios les ha dado un alma más favorecida que la del común de los hombres? Suposición igualmente ilógica, puesto que acusaría a Dios de parcial. La única solución racional del problema está en la preexistencia del alma y en la pluralidad de las vidas. El hombre de genio es un Espíritu que ha vivido más tiempo; que, en consecuencia, adquirió y progresó más que aquellos que están menos adelantados. Al encarnar, trae lo que sabe y, como sabe mucho más que los demás y no necesita aprender, es llamado hombre de genio. Pero lo que sabe es fruto de un trabajo anterior y no el resultado de un privilegio. Antes de renacer, era, pues, un Espíritu adelantado: reencarna para hacer que los demás aprovechen lo que ya sabe, o para adquirir más de lo que posee. (La Génesis, cap. I, ítems 5 y 6.)