El
trabajo de Kardec en la
elaboración de El
Evangelio
según el
Espiritismo y la
transformación del
pensamiento religioso de
la humanidad
Parte 1
Después del lanzamiento
de El Libro de los
Espíritus (1857) y
El Libro de los
Médiums (1861), un
nuevo desafío surgía en
el horizonte, invitando
a Allan Kardec para una
tarea más de
importancia: analizar,
interpretar y dar vida a
las enseñanzas de Jesús
por medio de la visión
espírita sobre el ser y
la vida. Era, en verdad,
un desafío, desentrañar
el pensamiento vivo del
modelo y guía de la
humanidad de los textos
evangélicos, sin caer en
la tentación de hacer
teología, o sea, un
estudio formal,
académico, de la
religión.
Más aún, pues Kardec
estaría defendiendo la
cara religiosa del
Espiritismo, desplegando
las consecuencias
morales de su filosofía,
pero sin, con eso, crear
una nueva religión, sólo
destacando que la
doctrina espírita
también es religión, no
en el sentido formal de
dogmas,
formalismos y rituales,
sino en el amplio
sentido de la
religiosidad que
presenta el parámetro de
la fe razonada.
Estudioso igualmente de
las cuestiones
religiosas, habiendo
escrito diversos
artículos y análisis
críticos a través de la
Revista Espírita
sobre las religiones
católica y protestante,
en textos que mostraban
su amplio conocimiento,
su argucia, y abastecido
por amplios abordajes de
los Espíritus
Superiores, dio entonces
inicio a la obra que
tendría su edición
definitiva en el año
1864, y que obtuvo por
título El Evangelio
según el Espiritismo.
La elaboración de la
obra
Inicialmente tuvo que
escoger la traducción
francesa más fiel a los
originales, la más
aceptada por el clérigo
católico, así como por
los pastores
protestantes. Escogió la
traducción de Sacy, muy
conocida y utilizada en
la época. Pero ese fue
sólo el inicio del
proyecto. La vida y obra
de Jesús es vasta.
Muchos estudios ya
habían sido publicados.
Las interpretaciones
variaban. Las
discusiones teológicas
eran interminables. ¿Por
dónde comenzar? ¿Qué
destacar? Siguiendo las
orientaciones de los
benefactores
espirituales, eligió por
contenido de la obra lo
que es universal,
inatacable y esencial
para el progreso del
hombre: las enseñanzas
morales de Jesús.
Como informa en la
presentación del libro,
evitaba así entrar en el
terreno de las
polémicas, dedicándose
exclusivamente a mostrar
la visión espírita sobre
las enseñanzas morales
del Maestro y su
aplicación a las
diversas circunstancias
de la vida. No iba a
escribir un libro de
discusión teórica, sino
un manual práctico, un
guión muy útil para que
el hombre consiguiera, a
través de la comprensión
más profunda del
Evangelio, encontrar
respuestas para las
causas de las
aflicciones y el mejor
camino para encontrar la
paz y la felicidad,
tanto en esta existencia
como en la continuidad
de la vida después de la
muerte.
Advertido por los
Espíritus, Allan Kardec
sabía que cielos y
tierras irían a temblar.
Que su nombre sería
excomulgado por los
liderazgos católicos,
que el libro sería
colocado en el índice de
libros prohibidos, que
muchos espíritas no
comprenderían la faceta
religiosa de la
doctrina, pero nada de
eso importaba, pues
sabía que El
Evangelio según el
Espiritismo era una
obra impostergable,
necesaria, un marco en
la transformación de la
cultura religiosa de la
humanidad. Entonces, se
puso en acción.
Leyó y releyó los
Evangelios. Clasificó
los pasajes por temas.
Juntó las narraciones de
los evangelistas. Los
capítulos fueron
surgiendo y los textos
explicativos, siempre
basados en los
principios de la
existencia de Dios, de
la inmortalidad del
alma, del intercambio
entre desencarnados y
encarnados y de la ley
de evolución a través de
la reencarnación, fueron
siendo elaborados. A la
vez, Kardec recibía de
centenares de grupos
espíritas esparcidos por
Francia y demás países,
mensajes de los
Espíritus sobre los más
diversos temas de las
enseñanzas de Jesús.
Tuvo entonces inicio una
segunda etapa de la
elaboración del libro:
escoger de entre esos
mensajes los que mejor
encajaban en los temas
de cada capítulo.
Fueron horas, días,
semanas y meses
consumidos en la
elaboración del
proyecto. Por lo menos
dos años exhaustivos de
trabajo regular, eso en
medio de la
correspondencias,
ediciones mensuales de
la Revista Espírita,
viajes de propaganda del
Espiritismo a través de
charlas, reuniones
semanales de la
Sociedad Parisiense de
Estudios Espíritas,
en una gama variada de
tareas que absorbían
buena parte de su
precioso tiempo, pero
que él organizaba con
método, extrayendo de
cada hora el máximo
posible en producción.
Así surgió el esquema
del libro, seguido en
cada capítulo: primero,
a(s) pasaje(s)
evangélica(s); segundo,
los comentarios y
explicaciones de Kardec;
tercero, los mensajes de
los amigos espirituales.
Todo ordenado y
concatenado con lógica
y, a la vez, envuelto
por el sentimiento
sublime del amor, en una
obra que hace vibrar las
fibras más íntimas del
alma.
Retiro espiritual
Informaciones publicadas
en el libro Obras
Póstumas, editada
por los espíritas
franceses en 1890,
reuniendo textos y
anotaciones inéditas de
Allan Kardec, dan cuenta
que el año de 1863, por
solicitud de los
Espíritus Superiores, el
Codificador pasó dos
temporadas fuera de
París, donde residía,
para colocarse en un
ambiente más bucólico,
apacible, donde pudiese
concentrarse para la
elaboración de la obra.
Así, estuvo primero en
Ségur, en los
alrededores de la
capital francesa, donde
poseía una pequeña
propiedad que le ofrecía
mayor tranquilidad para
el trabajo. Fue en ese
rincón que él tuvo un
expresivo diálogo con un
Espíritu amigo acerca
del nuevo trabajo.
Recordemos que nadie
sabía en qué estaba
trabajando él. El médium
de nada sospechaba. Al
preguntar sobre el
trabajo que estaba
realizando, recibió la
siguiente respuesta:
“Ese libro de
doctrina tendrá
considerable influencia,
pues que explica
cuestiones capitales, y
no sólo el mundo
religioso encontrará en
el las máximas que le
son necesarias, como
también la vida práctica
de las naciones sorberán
de el instrucciones
excelentes”.
En septiembre de 1863,
Kardec se encontraba en
Saint-Adresse, región
litoral de Francia, en
la región administrativa
de la alta Normandia.
Dirigió entonces carta a
los compañeros de la
Sociedad Parisiense de
Estudios Espíritas,
en el sentido de que
ellos evocaran a los
benefactores
espirituales para que
los mismos le dieran a
él una comunicación
sobre un asunto
cualquiera, o sea, sobre
lo que los Espíritus
desearan. La
comunicación habla
directamente sobre la
elaboración del nuevo
libro, que los
compañeros de la
Sociedad desconocían:
“Con esta obra, el
edificio comienza a
liberarse de los
andamios y ya se le
puede ver la cúpula a
diseñarse en el
horizonte. Continúa,
pues, sin impaciencia y
sin fatiga; el monumento
estará listo en la hora
determinada”.
Aún en esa comunicación
tenemos la explicación
del intercambio entre
desencarnados y
encarnados, revelando
como los Espíritus nos
auxilian:
“Quiero hablarte de
París, aunque eso no me
parezca de manifiesta
utilidad, una vez que
mis voces íntimas se
hacen oír en torno a ti,
que tu cerebro percibe
nuestras inspiraciones,
con una facilidad de que
ni tú aún sospechas.
Nuestra acción,
principalmente la del
Espíritu de Verdad, es
constante a tu alrededor
y tal que no puedes
negar”.
Informaciones
importantes
El lanzamiento de El
Evangelio según el
Espiritismo,
conforme informaciones
de orden espiritual,
representaba el golpe de
misericordia en las
falsas ideas teológicas,
que habían colocado a
Jesús como un ser
místico, inaccesible a
la comprensión de la
mayoría, envuelto en
misterios divinos. El
libro venía a esclarecer
muchos pasajes de sus
enseñanzas, que
solamente con la llave
de la inmortalidad del
alma y de la
reencarnación podían
quedar comprensibles.
Una obra de aliento, a
la vez de fácil lectura,
donde lo “amaos unos
a los otros” y el “haced
al prójimo solamente lo
que queréis que el
prójimo os haga”
quedan al alcance de
todas las inteligencias.
Entonces Kardec proclama
la bandera de todo
espírita: “fuera de
la caridad no hay
salvación”, y
demuestra que el
espírita debe siempre
utilizar la fe razonada,
finalmente, “fe
incuestionable es
solamente aquella que
puede encarar la razón
cara a cara en todas las
épocas de la humanidad”.
Nada queriendo para sí,
reconociendo que sólo
había hecho el trabajo
por así decir material
de organizar el libro,
proclama Allan Kardec en
la introducción de la
obra:
“No será por la opinión
de un hombre que se
producirá la unión, sino
por la unanimidad de la
voz de los Espíritus. No
será un hombre, y mucho
menos nosotros que
cualquier otro, que
fundará la ortodoxia
espírita. Ni será
tampoco un Espíritu,
viniendo a imponerse a
quienquiera que sea. Es
la universalidad de los
Espíritus, comunicándose
sobre toda la Tierra,
por orden de Dios. Este
es el carácter esencial
de la doctrina espírita,
en esto está su fuerza y
su autoridad. Dios quiso
que su ley fuera
asentada sobre una base
inquebrantable, y fue
por eso que no la hizo
reposar sobre la cabeza
frágil de uno sólo”.
(Continúa en la próxima
edición de esta
revista.)
Marcus De Mario es
Educador, Escritor.
Ponente. Colaborador de
la Radio Rio de Janeiro.
Director del Instituto
Brasileño de Educación
Moral.
Colaborador de la
Asociación Espírita
Hogar de Lola y del
Centro Espírita Humildad
y Amor, en la ciudad de
Río de Janeiro, RJ.
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