El mundo
necesita como
nunca de orar
La sociedad
terrena enfrenta
momentos
conturbados en
que la
intolerancia, la
violencia y la
corrupción
atingieron
niveles
alarmantes. Los
recientes
debates que
presenciamos en
la campaña
presidencial de
este año fueron
una pequeña
amuestra de eso,
lo que, no
obstante, no
constituye
privilegio
nuestro, pues es
lo que ocurre en
el mundo todo,
sin ninguna
excepción.
“Hoy, más que
nunca, la
oración es una
necesidad
ineluctable en
la vida de
hombres y
pueblos. Es la
falta de
intensidad en el
sentimiento
religioso que
acabó por traer
el mundo al
borde de la
ruina.”
Las palabras
arriba, que
continúan
actuales, fueron
escritas hace
más de 70 años
y, curiosamente,
no fueron
escritas por un
sacerdote o por
un teólogo, pero
por un médico,
laureado con el
Premio Nobel de
Medicina de 1912
– dr. Alexis
Carrel, que se
distinguió por
sus experiencias
sobre injerto de
tejidos y de
órganos y su
sobrevida fuera
del cuerpo, bien
como por sus
obras
filosóficas,
entre las cuales
se destaca El
hombre, ese
desconocido,
best- séller en
Norteamérica en
1935.
Su alerta acerca
de la oración
vino a la luz
por intermedio
de un artículo
publicado en la
revista
Selecciones del
Reader’s Digest
de febrero de
1942.
He aquí algunos
tópicos del
artículo a que
nos referimos:
·
La oración marca
con sus señales
indelebles
nuestras
acciones y
conducta.
·
La oración es
una fuerza tan
real como la
gravedad
terrestre. La
influencia de la
oración sobre el
cuerpo y sobre
el espíritu
humano es tan
susceptible de
ser demostrada
como la de las
glándulas
secretoras.
·
Muchos enfermos
se tienen
libertado de la
melancolía y de
la enfermedad
gracias a la
oración. Es que,
cuando oramos,
nos unimos a la
inagotable
fuerza motriz
que acciona el
universo y, al
pedir, nuestras
deficiencias
humanas son
suplidas y nos
erguimos
fortalecidos y
restaurados.
·
No debemos, no
obstante,
invocar a Dios
teniendo en
mente
simplemente la
satisfacción de
nuestros deseos.
Mayor fuerza
cosechamos de la
oración cuando
la empleamos
para suplicarle
que nos ayude a
imitarlo.
·
Toda vez que nos
dirigimos a
Dios, mejoramos
de cuerpo y de
alma. No hay,
sin embargo,
sentido orar por
la mañana y
vivir como un
bárbaro el resto
del día.
·
Hoy, más que
nunca, la
oración es una
necesidad
ineluctable en
la vida de
hombres y
pueblos. Es la
falta de
intensidad en el
sentimiento
religioso que
acabó por traer
el mundo al
borde de la
ruina.
Según relato de
Neio Lúcio en su
libro Jesús
en el Hogar,
obra
psicografada por
Chico Xavier, se
cuenta que
Jesús, instalado
provisoriamente
en casa de
Pedro, preguntó
al conocido
discípulo;
-Simón, ¿qué
hace el pescador
cuando se dirige
para el mercado
con los frutos
de cada día?
El apóstol pensó
algunos momentos
y respondió,
vacilante:
- Maestro,
naturalmente,
escogemos los
peces mejores.
Nadie compra los
residuos de la
pesca.
Jesús sonrió y
preguntó, de
nuevo:
- ¿Y el
alfarero? ¿qué
hace para
atender a la
tarea a que se
propone?
- Ciertamente,
Señor, modela el
barro,
imprimiéndole la
forma que desea.
El amigo
Celeste, de
mirada compasiva
y fulgurante,
insistió:
- ¿Y cómo
procede el
carpintero para
alcanzar el
trabajo que
pretende?
El interlocutor,
muy sencillo,
informó sin
vacilar:
- Labrará la
madera, usará la
azuela y el
serrucho, el
martillo y el
formón. De otra
manera, no
perfeccionará la
pieza bruta.
Se calló Jesús
por algunos
instantes, y
adujo:
- Así, también,
es el hogar
delante del
mundo. La cuna
doméstica es la
primera escuela
y el primer
templo del alma.
La casa del
hombre es la
legítima
exportadora de
caracteres para
la vida común.
Si el negociante
selecciona la
mercancía, si el
ebanista no
consigue hacer
un barco sin
trabajar la
madera a sus
propósitos,
¿cómo esperar
una comunidad
segura y
tranquila sin
que el hogar se
perfeccione? La
paz del mundo
empieza bajo las
tejas a que nos
acogemos. Si no
aprendemos a
vivir en paz,
entre cuatro
paredes, ¿cómo
aguardar la
armonía de las
naciones? Si no
nos habituamos a
amar el hermano
más prójimo,
asociado a
nuestra lucha de
cada día, ¿cómo
respetar el
Eterno Padre que
nos parece
distante?
Jesús dio una
mirada por el
salón modesto,
hizo pequeño
intervalo y
continuó:
- Pedro,
encendamos aquí,
alrededor de
cuantos nos
buscan la
asistencia
fraterna, una
claridad nueva.
La mesa de tu
casa es el hogar
de tu pan. En
ella, recibes
del Señor el
alimento para
cada día. ¿Por
qué no instalar,
alrededor de
ella, la siembra
de la felicidad
y de la paz en
la conversación
y en el
pensamiento? El
Padre, que nos
da el trigo para
el granero, a
través del
suelo, envíanos
la luz a través
del Cielo. Si la
claridad es la
expansión de los
rayos que la
constituyen, la
abundancia
empieza en el
grano. En razón
de eso, el
Evangelio no fue
iniciado sobre
la multitud,
pero, sí, en el
sencillo
domicilio de los
pastores y de
los animales.
Simón Pedro
clavó en el
Maestro los ojos
humildes y
lucidos y, como
no encontrase
palabras
adecuadas para
explicarse,
murmuró, tímido:
- Maestro, sea
hecho como
deseas.
Entonces Jesús,
invitando a los
familiares del
apóstol a la
conferencia
edificante y a
la meditación
elevada,
desenrolló los
escritos de la
sabiduría y
abrió, en la
Tierra, el
primer culto
cristiano en el
hogar.
Efectivamente,
los siglos
avanzaron y hoy,
con fundamento
en innumerables
ejemplos,
podemos afirmar
que el Evangelio
en el Hogar y la
práctica
constante de la
oración pueden,
sí, contribuir
de manera
decisiva para
que nosotros y
el nuestro mundo
recorramos
caminos
diferentes,
compatibles con
lo que Dios
seguramente
espera de sus
hijos.
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