Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Qué determina la muerte del cuerpo?
B. Los primeros hombres que aparecieron en la Tierra, ¿tenían alguna semejanza con el mono? ¿Tienen ellos un origen común?
C. ¿Cómo se opera, en la encarnación, la unión del Espíritu con el cuerpo?
Texto para la lectura
539. ¿Son la misma cosa el principio espiritual y el principio vital? No. Puesto que la materia tiene una vitalidad independiente del Espíritu y que el Espíritu tiene una vitalidad independiente de la materia, resulta evidente que esa doble vitalidad reposa sobre dos principios diferentes.
540. El principio espiritual ¿tiene origen en el elemento cósmico universal? ¿Será sólo una transformación, un modo de existencia de ese elemento, como lo son la luz, la electricidad, el calor, etc.?
541. Si fuese así, el principio espiritual sufriría las vicisitudes de la materia; se extinguiría por la desagregación, como el principio vital; la existencia del Ser inteligente sería momentánea como el cuerpo que, después, al morir, volvería a la nada o lo que sería lo mismo, al todo universal. Sería, en una palabra, la afirmación de las doctrinas materialistas.
542. Las propiedades sui generis que se reconocen en el principio espiritual prueban que tiene una existencia propia, porque si su origen estuviese en la materia, no tendría aquellas propiedades. Puesto que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la materia, remontado de los efectos a la causa, se llega a la conclusión de que el elemento material y el elemento espiritual son los dos principios constitutivos del Universo.
543. Individualizado, el elemento espiritual constituye los seres llamados Espíritus, como individualizado, el elemento material constituye los diferentes cuerpos de la Naturaleza, orgánicos e inorgánicos.
544. Admitido el ser espiritual y no pudiendo proceder de la materia, ¿cuál es su origen, su punto de partida? Aquí se equivocan absolutamente los medios de investigación, como en todo lo que se refiere al origen de las cosas. El hombre sólo puede constatar aquello que existe; sobre todo lo demás, sólo puede formular hipótesis, y ya sea porque ese conocimiento esté fuera del alcance de su inteligencia actual, o porque le es inútil o perjudicial, Dios no se lo concede evidentemente, ni siquiera por medio de la revelación.
545. Lo que Dios permite que sus mensajeros le digan y lo que, además, el mismo hombre puede deducir del principio de la soberana justicia, atributo esencial de la Divinidad, es que todos proceden del mismo punto de partida; que todos son creados simples e ignorantes, con igual aptitud para progresar mediante su actividad individual; que rodos alcanzarán el grado máximo de la perfección por sus esfuerzos personales; que todos, por ser hijos de un mismo Padre, son objeto de igual solicitud; que ninguno es más favorecido o mejor dotado que los otros, ni está exento del trabajo impuesto a los demás para alcanzar la meta.
546. Así como creó mundos materiales de toda eternidad, así Dios creó seres espirituales de toda eternidad. Si así no hubiese sido, los mundos materiales no tendrían finalidad. Sería más fácil concebir a los seres espirituales sin los mundos materiales, que a estos últimos sin seres espirituales. Los mundos materiales deberían abastecer a los seres espirituales de los elementos de trabajo para el desarrollo de su inteligencia.
547. El progreso es la condición normal de los seres espirituales y la perfección relativa es la meta que deben alcanzar. Antes que la Tierra existiese, incontables mundos habían sucedido a los mundos, y cuando la Tierra salió del caos de los elementos, el espacio estaba poblado de seres espirituales en todos los grados de progreso, desde los que nacían para la vida hasta los que, de toda eternidad, ocupaban ya un lugar entre los Espíritus puros, vulgarmente llamados ángeles.
548. Unión del principio espiritual a la materia – Al tener la materia que ser objeto de trabajo del Espíritu para el desarrollo de sus facultades, era necesario que éste pudiese actuar sobre aquélla, razón por la cual vino a habitarla, así como el leñador habita el bosque. Al tener la materia que ser al mismo tiempo objeto e instrumento de trabajo, Dios, en lugar de unir al Espíritu a la piedra rígida, creó para su uso a los cuerpos organizados, flexibles, capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad y de prestarse a todos sus movimientos.
549. El cuerpo es, pues, simultáneamente, la envoltura y el instrumento del Espíritu y, a medida que éste adquiere nuevas aptitudes, reviste otra envoltura apropiada al nuevo tipo de trabajo que debe realizar, tal como se hace con el obrero al que se le da un instrumento menos grosero, a medida que va demostrando ser capaz de ejecutar una obra más delicada.
550. Para ser más exactos, diremos que el Espíritu mismo modela su envoltura física y la adecúa a sus nuevas necesidades; la perfecciona, desarrolla y completa su organismo a medida que experimenta la necesidad de manifestar nuevas facultades; en una palabra, la adapta de acuerdo a su inteligencia. Dios le provee los materiales; le corresponde a él emplearlos. Es así como los grupos étnicos más adelantados tienen un organismo o, si se quiere, un órgano cerebral más perfeccionado que el de las razas primitivas. También se explica de esta manera el sello especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y a los gestos del cuerpo.
551. Desde que un Espíritu nace a la vida espiritual, tiene que hacer uso de sus facultades, rudimentarias en un comienzo, para progresar. Por ello, reviste una envoltura apropiada a su estado de infancia intelectual, envoltura que deja para tomar otra, a medida que aumentan sus fuerzas.
552. Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de haber funcionado durante algún tiempo, se desorganiza y descompone. El principio vital, al no encontrar elemento para su actividad, se extingue y el cuerpo muere. Para el Espíritu, el cuerpo carente de vida le resulta inútil, entonces lo abandona, como se deja una casa en ruinas o un traje deteriorado.
553. El cuerpo, por lo tanto, es sólo una envoltura destinada a alojar al Espíritu. Siendo así, poco importan su origen y los materiales que participaron en su formación. Así sea el cuerpo del hombre una creación especial o no, lo que no deja dudas es que lo constituyen los mismos elementos que los animales, lo anima el mismo principio vital, es decir, lo activa el mismo fuego, como lo ilumina la misma luz y se encuentra sujeto a las mismas vicisitudes y las mismas necesidades.
554. Si se considera, pues, sólo la materia, abstrayendo de él al Espíritu, el hombre no tiene nada que le distinga del animal. Pero todo cambia de aspecto, cuando se establece la distinción entre la habitación y el habitante. Ya sea en una choza o vistiendo las ropas de un campesino, un noble no deja de ser un gran señor. Lo mismo sucede con el hombre: no es su vestido de carne el que lo eleva por sobre la bestia y lo convierte en un ser especial; es su Ser espiritual, su Espíritu.
555. Hipótesis sobre el origen del cuerpo humano – De la similitud que existe entre las formas exteriores de los cuerpos del hombre y el mono, ciertos fisiólogos concluyeron que el primero es sólo una transformación del segundo. En esto no hay nada de imposible, ni nada que afecte la dignidad del hombre. Bien pudo suceder que cuerpos de monos hayan servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco adelantados, que vinieron a encarnar en la Tierra, siendo esta vestimenta más apropiada a sus necesidades y más adecuada al ejercicio de sus facultades, que el cuerpo de cualquier otro animal. En vez de crear un vestido especial para el Espíritu, éste habría encontrado uno ya hecho. Vistió entonces la piel del mono, sin dejar de ser un Espíritu humano, como el hombre a veces se reviste con la piel de ciertos animales, sin dejar de ser hombre.
556. Quede bien entendido, que sólo se trata de una hipótesis, y que de ninguna manera es propuesto como principio, pero es presentada sólo para mostrar que el origen del cuerpo no perjudica en nada al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el del mono no implica la paridad entre su Espíritu y el del mono.
557. Admitida esa hipótesis, se puede decir que bajo la influencia y por efecto de la actividad intelectual de su nuevo habitante, la envoltura se modificó, se embelleció en los detalles, conservando la forma general del conjunto. Los cuerpos mejorados por la procreación, se reprodujeron en las mismas condiciones, como sucede con los árboles injertados. Dieron nacimiento a una nueva especie, que poco a poco se alejó del tipo primitivo, a medida que el Espíritu progresó. El Espíritu del mono, que no fue aniquilado, continuó la procreación de cuerpos de monos para su uso, del mismo modo que el fruto del árbol silvestre reproduce árboles de esa especie, y el Espíritu humano procreó cuerpos de hombre, variantes del primer modelo del que él surgió. El tronco se bifurcó: produjo un retoño, y ése a su vez se convirtió en tronco.
558. Como no existen transiciones bruscas en la Naturaleza, es probable que los primeros hombres que aparecieron sobre la Tierra hayan diferido poco del mono en su forma exterior y tampoco demasiado por su inteligencia.
559. Encarnación de los Espíritus – El Espiritismo enseña la manera en que se opera la unión entre el Espíritu y el cuerpo en la encarnación. Por su esencia espiritual, el Espíritu es un ser indefinido, abstracto, que no puede ejercer una acción directa sobre la materia, siendo indispensable un intermediario, que es la envoltura fluídica, la cual en cierta forma es parte integrante de él. Esta envoltura es semimaterial, es decir, pertenece a la materia por su origen y a la espiritualidad por su naturaleza etérea.
560. Como toda materia, es extraída del fluido cósmico universal que, en esta circunstancia, sufre una modificación especial. Esta envoltura, llamada periespíritu, hace de un ser abstracto, el Espíritu, un ser concreto, definible y comprensible para el pensamiento. Lo hace apto para actuar sobre la materia tangible, como sucede con todos los fluidos imponderables que son, como se sabe, los más poderosos motores.
561. El fluido periespiritual constituye, pues, el lazo de unión entre el Espíritu y la materia. Mientras está unido al cuerpo, sirve de vehículo de su pensamiento, para transmitir el movimiento a las diferentes partes del organismo, las cuales actúan bajo el impulso de su voluntad y haciendo que repercutan en el Espíritu las sensaciones producidas por los agentes exteriores. Los nervios le sirven de hilos conductores, así como en el telégrafo el hilo metálico sirve de conductor al fluido eléctrico.
562. Cuando el Espíritu debe encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su periespíritu, lo une al germen hacia el cual se siente atraído por una fuerza irresistible, desde el momento de la concepción. A medida que el germen se desarrolla, el lazo se acorta. Bajo la influencia del principio vital material del germen, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo en formación, de modo que se puede decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, en cierto modo crea raíces en ese germen, como una planta en la tierra. Cuando el germen llega a su desarrollo pleno, la unión es completa; entonces nace el Ser a la vida exterior.
563. Por un efecto contrario, la unión del periespíritu y la materia carnal, que se había efectuado bajo la influencia del principio vital del germen, cesa cuando este principio deja de actuar, como consecuencia de la desorganización del cuerpo. Tal unión, que era mantenida por una fuerza actuante, se deshace después que esa fuerza deja de actuar. Entonces, el periespíritu se desprende, molécula a molécula, así como se había unido, y el Espíritu recupera su libertad. De esta manera, la partida del Espíritu no causa la muerte del cuerpo; es ésta la que produce la partida del Espíritu.
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Qué determina la muerte del cuerpo?
Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de haber funcionado durante algún tiempo, se desorganiza y descompone. El principio vital, al no encontrar elemento para su actividad, se extingue y el cuerpo muere. La unión del periespíritu y la materia carnal, que se había efectuado bajo la influencia del principio vital del germen, cesa cuando este principio deja de actuar, como consecuencia de la desorganización del cuerpo. Tal unión, que era mantenida por una fuerza actuante, se deshace después que esa fuerza deja de actuar. (La Génesis, cap. XI, ítems 13 y 18.)
B. Los primeros hombres que aparecieron en la Tierra, ¿tenían alguna semejanza con el mono? ¿Tienen ellos un origen común?
En cuanto a la semejanza, la respuesta es sí. Por este hecho, ciertos fisiólogos concluyeron que el cuerpo del hombre es sólo una transformación del segundo, teniendo por lo tanto un origen común. En esto no hay nada de imposible, porque bien pudo suceder que cuerpos de monos hayan servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco adelantados, que vinieron a encarnar en la Tierra, siendo esta vestimenta más apropiada a sus necesidades y más adecuada al ejercicio de sus facultades, que el cuerpo de cualquier otro animal. En vez de crear un vestido especial para el Espíritu, éste habría encontrado uno ya hecho. Vistió entonces la piel del mono, sin dejar de ser un Espíritu humano, como el hombre a veces se reviste con la piel de ciertos animales, sin dejar de ser hombre.
Pero quede bien entendido, que sólo se trata de una hipótesis, y que de ninguna manera es propuesto como principio, sino presentada sólo para mostrar que el origen del cuerpo no perjudica en nada al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el del mono no implica la paridad entre su Espíritu y el del mono. (La Génesis, cap. XI, ítems 15 y 16.)
C. ¿Cómo se opera, en la encarnación, la unión del Espíritu con el cuerpo?
Por su esencia espiritual, el Espíritu es un ser indefinido y abstracto, que no puede ejercer una acción directa sobre la materia, siendo indispensable un intermediario, que es la envoltura fluídica, la cual en cierta forma es parte integrante de él.
Cuando el Espíritu debe encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su periespíritu, lo une al germen hacia el cual se siente atraído por una fuerza irresistible, desde el momento de la concepción. A medida que el germen se desarrolla, el lazo se acorta. Bajo la influencia del principio vital material del germen, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo en formación, de modo que se puede decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, en cierto modo crea raíces en ese germen, como una planta en la tierra. Cuando el germen llega a su desarrollo pleno, la unión es completa; entonces nace el Ser a la vida exterior. (La Génesis, cap. XI, ítems 17 y 18.)