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Año 9 - N° 420 - 28 de Junio de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

¿Hay vida en otros mundos?
 


La pluralidad de los mundos habitados es, como sabemos, uno de los principios fundamentales del Espiritismo. No se trata de una opinión particular expresa por ese o aquel Espíritu, pero un principio doctrinario que, como tal, atendió al criterio de la concordancia universal, definido con clareza por Allan Kardec en dos de sus principales obras, como más adelante se ve:
 

La concordancia en lo que enseñen los Espíritus es, pues, la mejor comprobación. Importa, no obstante, que ella se de en determinadas condiciones. La más débil de todas ocurre cuando un médium, a solas, interroga muchos Espíritus acerca de un punto dudoso. Es evidente que, si él estuviese bajo el predominio de una obsesión, o tratando con un Espíritu mistificador, éste le puede decir la misma cosa bajo diferentes nombres. Tampoco garantía alguna suficiente habrá en la conformidad que presente lo que se pueda obtener por diversos médium, en un mismo centro, porque pueden estar todos bajo la misma influencia.

Una sólo garantía seria existe para la enseñanza de los Espíritus: concordancia que haya entre las revelaciones que ellos hagan espontáneamente, sirviéndose de gran número de médium extraños unos a los otros y en varios lugares. (El Evangelio según el Espiritismo, Introducción – II – Autoridad de la Doctrina Espírita – Control universal de la enseñanza de los Espíritus.)
 

La mejor garantía de que un principio es la expresión de la verdad se encuentra en ser enseñado y revelado por diferentes Espíritus, con la participación de médium diversos, desconocidos unos de los otros y en lugares varios, y en ser, a lo demás confirmado por la razón y sancionados por la adhesión del mayor número. (El Libro de los Médium, Capítulo XXXI – Disertaciones espíritas – ítem XXVIII – Nota.)
 

Lectores de esta revista han indagado si el entendimiento arriba se aplica a las informaciones que fueron, a lo largo de los años, publicadas en algunos libros espíritas sobre la vida en el planeta Marte.

Respondemos negativamente a esa indagación, porque entendemos que las informaciones al respecto de las condiciones de la vida en Marte no atienden al criterio de la concordancia que nortea la doctrina espírita, aunque no dudemos de que el principio de la pluralidad de los mundos habitados se aplique también a Marte, tanto cuanto a cualquier otro planeta.

Al respecto de Marte hay en la obra de Allan Kardec tres menciones, todas con el mismo sentido.
 

He aquí ellas:
 

Según los Espíritus, de todos los mundos que componen nuestro sistema planetario, la Tierra es de los habitantes menos adelantados, física y moralmente. Marte le estaría aún abajo, siéndole Júpiter superior y mucho, en todos los aspectos. (El Libro de los Espíritus, cuestión 188, Nota 1.)

Según los Espíritus, el planeta Marte sería aún menos avanzado que la Tierra; los Espíritus que en él están encarnados parecerían pertenecer, casi exclusivamente, a la novena clase, a de los Espíritus impuros, de suerte que el primer cuadro, que demos arriba, sería la imagen de ese mundo. Varios otros pequeños globos están, con algunos matices, en la misma categoría. La Tierra vendría enseguida; la mayoría de sus habitantes pertenece, incontestablemente, a todas las clases del tercer orden, y la parte menor a las últimas clases del segundo orden. (Revista Espírita, marzo de 1858, artículo de Kardec: Júpiter y algunos otros mundos”.)

Marte es un planeta inferior a la Tierra de la cual es un esbozo grosero…

(…) Marte es la primera encarnación de los demonios más groseros; los seres que lo habitan son rudimentales; tienen la forma humana, pero sin ninguna belleza; tienen todos los instintos del hombre sin el ennoblecimiento de la bondad. Entregues a las necesidades materiales, ellos beben, comen, luchan, se unen carnalmente.

(…) En este planeta el suelo es árido; poco verde; un follaje sombrío que la primavera no rejuvenece; un día igual y gris; el sol, apenas aparente, nunca liberaliza sus fiestas; el tiempo pasa monótono, sin las alternativas y las esperanzas de las estaciones nuevas; no hay invierno, no hay verano. El día, más corto, no se mide de la misma manera; la noche reina más larga. Sin industrias, sin invenciones, los habitantes de Marte gastan su vida para conquista de sus alimentos. Sus viviendas groseras, bajas como madriguera de fieras, son repelentes por la incuria y por el desorden que ahí reinan.

(…) Ellos no son caníbales; sus continuas batallas no tienen por objetivo sino la pose de un sitio más o menos abundante en caza. Cazan en planicies interminables. Inquietos y agitados como los seres desprovistos de inteligencia, se desplazan sin cesar. La igualdad de su estación, por toda parte la misma, comporta por consecuencia las mismas necesidades y las mismas ocupaciones; hay poca diferencia entre los habitantes de un hemisferio a otro. (Revista Espírita, octubre de 1860, “Marte”, mensaje de Georges, por medio de la señora Costel.)
 

Las informaciones arriba son enteramente opuestas a las que Chico Xavier recibió de diferentes Espíritus – Maria João de Deus, Humberto de Campos, Emmanuel y Abel Gomes –, como mencionado por el cofrade Gerson Simões Monteiro en el artículo titulado “Emmanuel y Abel Gomes hablan de humanidades en Marte y Saturno”, publicado en la edición 372 de esta revista – http://www.oconsolador.com.br/ano8/372/especial.html /. Al respecto de tales mensajes es bueno, sin embargo, que el lector lea también el artículo “ ¿Hay mismo vida fuera de la Tierra?”, de Ricardo Baesso de Oliveira, publicado en la edición 345 de esta revista – http://www.oconsolador.com.br/ano7/345/especial.html

Ahora, la no concordancia de informaciones acerca de un mismo tema las excluye, forzosamente, del criterio que define lo que integra o no integra el cuerpo doctrinario del Espiritismo, motivo por lo cual pensamos que es de buen tono dejar a la ciencia astronómica el papel que le cabe en el descubrimiento de los secretos que rodean la vida en los diferentes sistemas planetarios, algo que, por absoluta falta de comprobación, añadida de la inexistencia de concordancia, escapa a la doctrina que defendemos.

   


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita