David, de 7 años de
edad, un niño muy
inteligente, como
cualquier niño que
aprendió a leer y
escribir, salía a la
calle y leía todo lo que
apareciera frente a él,
ya fueran los letreros
de las tiendas, los de
tránsito, los nombres de
las calles o esas
propagandas enormes
colocadas en las
avenidas para que muchas
personas las vieran.
Pero David también
criticaba mucho el
comportamiento de
cualquier persona. Todo
lo que veía hacer a una
persona,despuéslo volvía
un comentario negativo
en su boca, criticando
lo que el otro había
hecho.
Cierto día, sentado en
la sala, miraba un
dibujo animado en la
televisión cuando miró a
sucostado y vio que, en
el periódico que su papá
había dejado, traía una
noticia: “HOMBRE ROBA
GRAN TIENDA”.
Interesado, comenzó a
leer y supo que el
hombre escapó antes de
que llegara la policía.
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- ¡Mamá! ¡Ven a ver esta
noticia que salió en el
periódico! – gritó
David.
La mamá, ocupada en la
cocina, llegó corriendo
secándose las manos en
el delantal, queriendo
saber lo que había
sucedido. Y el niño,
con gesto de reproche,
le contó el caso del
bandido que había
asaltado una tienda y
escapó.
La mamá se sentó en el
sofá, cerca de su hijo,
y leyó el comentario que
seguía: “El ladrón fue
perseguido por los
policías, que lograron
atraparlo. Preso y muy
avergonzado, el pobre
hombre confesó que había
asaltado el supermercado
porque sus hijos estaban
pasando hambre. Cansado
de verlos llorar, tomó
la decisión de robar
algo para que sus hijos
comieran”. Entonces, la
mamá le preguntó al
hijo:
- David, ¿leíste todo?
- No, mamá. ¡Solo leí
que el ladrón entró en
la tienda y fue
apresado!
- Pues entonces, lee el
resto de la noticia –
aconsejó la mamá,
pasándole el periódico.
Y David leyó el resto y
se quedó quieto,
pensando. Después se
volteó hacia su mamá con
expresión de tristeza:
- ¡Pobre, mamá! ¡Ellos
no tenían nada que comer
en casa!... Pero,¿por
qué en vez de pedir, fue
a robar comida a un
supermercado?
La mamá estuvo de
acuerdo que estaba mal
robar, pero continuó:
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- David, para que ese
padre decidiera tomar
tal actitud, ¿cuántas
veces habría tocado
puertas sin ser
atendido? No es correcto
lo que hizo; sin
embargo, como no estoy
en el lugar de ese
padre, no puedo ni debo
juzgar. ¡Él, como
cualquier otra persona,
es un hermano nuestro
que necesita ayuda!
El niño se quedó
pensativo y después
respondió:
- ¡Pero si todo el mundo
piensa así, mamá, todos
querrían robar, pues
tendrían una excusa!...
- No se trata de pensar
que toda la población
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vaya a
reaccionar así,
hijo mío, pero
Jesús nos
recomendó que,
ante el error de
alguien,
deberíamos
colocarnos en su
lugar y ver
qué haríamos.
Entonces, ¿qué
harías tú,
David, si
estuvieras en el
lugar de ese
padre? |
- No sé, mamá. ¡No estoy
en su lugar! – respondió
el niño.
- Pues colócate en su
lugar: ¿Y si en nuestra
casa no tuviéramos
comida?
- ¡Ah, comeríamos
galletas, canchita,
chocolates, frutas,
helados, dulces!
La mamá sonrió con
tristeza:
- David, cuando una
persona no tiene comida,
tampoco tiene nada de
esas cosas que son
superfluas…
- ¿Superfluos?... ¿Qué
es eso, mamá?
- Son cosas innecesarias
que compramos cuando no
sabemos en qué gastar
nuestro dinero.
¿Entendiste? Entonces,
piensa: ¿Y si no
tuviéramos arroz,
frijoles, carne,
verduras, frutas, nada?
- Ya entendí, mamá.
Entonces, ¡ese papá
realmente no tenía nada!
Si fuéramos nosotros,
¿qué haríamos?
La mamá sonrió
tristemente y respondió:
- No sé, David. Es por
eso que Jesús nos
recomendó que nos
coloquemos en el lugar
del otro, pues solo así
tendremos compasión para
ayudar al prójimo. Y
Jesús dijo algo más:
¡socorriendo a alguien,
quien quiera que sea,
que tenga hambre, que
tenga sed, que no tenga
ropa, que esté enfermo o
preso y vayamos a
visitarlos, Jesús nos
dijo que es como si se
lo hiciéramos a Él
mismo!
- ¡Vaya!... Entonces,
¡tenemos que ayudar a
las personas como nos
gustaría que nos
ayudaran! ¡Yo quiero
ayudar a Jesús!
La mamá abrazó a su
hijo, que ahora tenía
otra comprensión de la
vida y del prójimo.
- De ahora en adelante,
mamá, en cualquier
situación, voy a
colocarme siempre en el
lugar del otro. ¡Tenemos
que ayudar a ese pobre
hombre! ¡Creo que Jesús
se va a poner contento
conmigo! ¿Cómo vamos a
encontrar dónde vive,
mamá?
- No lo sé, hijo. Pero
vamos a buscar. ¡Creo
que Jesús nos va a
ayudar a encontrarlo!
En ese instante, ella
sintió una emoción
profunda, como si el
propio Jesús estuviese
allí amparándolos. Y
elevó el pensamiento a
lo Alto, agradeciendo
por la ayuda que ellos
recibieron.
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
29/06/2015)
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