Aquella mañana soleada,
Sofía y Pedro, ambos de
siete años de edad,
jugaban en el patio.
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Cansados de jugar,
decidieron ir en
bicicleta por la pequeña
acera alrededor de la
casa. Alegres, corrieron
en direcciones opuestas
y gritaban al cruzarse
pues, como la acera era
estrecha, corrían el
riesgo de chocar entre
sí.
La mamá de Sofía, al
escuchar los gritos y
las risas, dejó sus
tareas y
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salió a ver lo
que estaban
haciendo.
Al ver eljuego, ordenó: |
- Dejen de correrasí.
¡Es peligroso y pueden
hacerse un dañograve!
Pero los niños,
contentos con el riesgo
que sentíandurante el
juego, no quisieron
parar.
Sofía reclamó:
- ¡Ah, mamá! ¡Es más
divertido así!
¡Vamos,
déjanos!
Y Pedro agregó:
- Prometemos tener
cuidado.
Ante las súplicas, la
mamá estuvo de acuerdo:
- Está bien. Siempre que
no corran mucho.
Los niños aceptaron, y
continuaron el juego. Al
comienzo, pedalearon
lentamente, pero iban
aumentando poco a poco
la velocidad.
De repente, la mamá de
Sofíaescuchó un ruido
acompañado de gritos y
corrió a ver qué pasaba.
En determinado momento,
cuando se cruzaron,
Pedro perdió un poco el
equilibrio mirando a
Sofía, y su bicicleta
golpeó la de ella y
salieron de la pequeña
acera, cayendo ambosal
suelo de cemento que
rodeaba la casa.
Sofía gritó. Su madre
corrió al oír el ruido,
y encontró a su hija en
el suelo con la frente
ensangrentada. La
examinó y vio que el
corte no era pequeño.
- ¡Hija! ¿Qué sucedió?
- Nos chocamos, tía
Lucía, y Sofía se cayó -
explicó el niño,
llorandoarrepentido.
Pero la madre,
preocupada, examinó la
herida, cogió a su hija
en brazos y la llevó al
hospital más cercano.
La niña fue atendida por
un médico que, después
de examinarla, le dio
unos puntos y luego
escribió una receta con
los medicamentos que
necesitaba.
- Por algunos días, doña
Lucía, Sofía deberá
tomar esta medicación y
guardar reposo. Nada de
juegos, ¿escuchaste,
Sofía? - orientó el
doctor.
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- Está bien, doctor.
¿Pero puedo jugar con mi
amigo Pedro?
- Sí puedes. Siempre y
cuando sea dentro de tu
casa y sin mucho
movimiento. Ver
televisión, leer, jugar.
Tienes puntos en la
frente y si te caes
puedes complicar tu
situación.
¿Entendiste?
- Entendí. Gracias,
doctor.
Salieron del hospital y
la madre entró en una
farmacia y compró los
remedios. Luego se
fueron a casa, donde
Sofíase quedó acostada,
porque la medicación le
había dado sueño.
Pedro, que era su
vecino, se fue.
Los siguientes días
fueron difíciles para
Sofía, acostumbrada a ir
a la escuela y jugar con
sus amigos. Cuando Pedro
aparecía alegre, Sofía
se molestaba. En el
fondo, a ella lehubiera
gustadoque él también
sufriese, que sintiera
dolor como ella. Después
de todo, ambos estaban
jugando, pero sólo ella
se lastimó.
¡No era justo!
La mamá entró en la
habitación trayendo el
remedio y una merienda,
y encontró Sofía con el
ceño fruncido, como si
estuviera enojada.
Le preguntó:
- ¿Sucede algo, hija?
¿Estás adolorida?
Y Sofía, después de
pensar un poco,
preguntó:
- No, mamá. Pero si
Pedro también estaba
jugando conmigo, ¿por
qué sólo yo tengo que
tomar el medicamento?
¡Él también se cayó!
La mamá sonrió, se sentó
en la cama y le explicó:
- Sofía, hija mía,
Pedroes tu amigo. ¡Pero
él no se lastimó!
Respóndeme una cosa:
¿Cuando tú tienes
hambre, él debe comer en
tu lugar?
- ¡Por supuesto que no,
mamá!
- Si tienes frío, ¿es él
quien debe abrigarse?
- ¡Qué pregunta, mamá!
¡Por supuesto que no!
...
La mamita abrazó a su
hija y añadió:
- Sofía, ¿entiendes que
hay cosas que sólo
nosotros mismos podemos
hacer para nuestro
beneficio? Por mucho que
seas su amiga, Pedro no
va a tomarlos remedios,
comerá o se abrigará por
ti. Tu amiguito está
triste al verte con una
venda en la frente y con
los arañazos en el
brazo, pero sólo puede
darte su afecto y
amistad. Por eso viene
con una sonrisa, que es
un regalo para ti.
¿Entiendes, querida?
Sofía movió la cabeza
mostrando que había
comprendido y sonrió:
- Lo entendí, mamá. Pero
en el fondo me gustaría
que él también sufriera
un poco.
- Pedro está sufriendo,
Sofía. Sólo que su
sufrimiento no está en
el cuerpo sino el alma.
En ese momento, el
muchachito llegó.
- ¡Hola, Sofía! ¿Estás
mejor hoy?
- ¡Mucho mejor porque
viniste, Pedro!
La mamá los abrazó y
salió de la habitación,
dejándolosconversar.
Pero pudoescuchar que su
hija decía:
- Mamá trajo una
merienda, Pedro. Vamos a
compartirla. ¡Alcanza
para los dos!
Satisfecha, Lucía volvió
a sus deberes contenta
de ver que su hija
estaba aprendiendo a
compartir lo que era
suyo, y entendiendo que
los amigosdemuestran su
amistad tratando de
alegrarnos en los
momentos difíciles.
MEIMEI
(Recibida por Célia X de
Camargo, el 6/07/2015)
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