Según
Carlos
Roberto
Nogueira,
la
concentración
del mal
en un
personaje
sólo
queda
visible
en el
Nuevo
Testamento.
Ahí
satán
(sustantivo)
pasa a
ser
Satán
(nombre
propio).
De un
adversario
(con “a”
minúscula)
vuelve
Adversario
(con “A”
mayúscula).
La
plantilla
del
enemigo
de
Jesús,
aquel
que
coloca
Su
bondad a
la
prueba,
está
compuesto.
Griegos.
Con la
unificación
religiosa
realizada
por Roma
el siglo
4 d.J.C.,
el
Cristianismo,
de secta
perseguida
(recordemos
que
Pablo de
Tarso
hasta
tener su
visión
divina
en el
desierto
sirio
era un
soldado
romano
que
cazaba
cristianos),
pasa a
perseguir:
se
transforma
en el
culto
oficial
y
obligatorio
de todo
Imperio.
Pleno de
corrientes
divergentes
en su
comienzo,
gana
cada vez
más el
aspecto
cerrado
y
generalista
del
catolicismo
(católico
=
universal).
Pagano
pasa a
ser todo
el
pasado y
el
presente
ajeno al
Imperio
Romano.
Con el
creciente
poderío
latino
cristiano,
tenemos
un caso
a parte:
el
intento
de
exterminio
de toda
la
tradición
cultural
griega.
Algunas
manifestaciones
son
fácilmente
visibles,
como los
oráculos
destruidos
y las
narices
y brazos
quebrados
de las
esculturas
griegas,
tal como
lo
hicieron
actualmente
los
líderes
religiosos
de
Afganistán,
destruyendo
las
enormes
estatuas
representativas
del
Budismo.
Cualquier
formas
de
cultos
paralelos
conectados
a la
fecundidad
y a la
Naturaleza,
como las
fiestas
rurales
sagradas
de la
primavera,
pasan a
ser
terminantemente
prohibidas.
Sólo que
la
prescripción
muchas
veces
era sin
éxito.
Por no
conseguir
cohibir
esas
prácticas
de la
forma
como
gustaría,
el
cristianismo
usa las
armas
del
enemigo.
Mantiene
el Dios
único
allá
encima,
pero
produce
una
multiplicidad
en un
nivel
más
bajo:
los
santos”.
Es
evidente
que los
santos
de hoy
son los
sucedáneos
de los
antiguos
ídolos
paganos,
una vez
que la
Iglesia
no
consiguió
erradicar
la
idolatría.
Es la
vieja
historia:
si no
se puede
con el
enemigo,
mejor
unirse a
él.
Ni aún
las
antiguas
fiestas
rurales
dejaron
de
ocurrir:
fueron
sustituidas
por las
fiestas
urbanas
que
sobrevivieron
hasta
hoy.
Basta
ver lo
que
ocurre
alrededor
de las
Iglesias
católicas
en los
meses de
mayor y
junio.
DOMONOLOGÍA
Entonces,
en
verdad,
lo que
tenemos
hoy día
no
difiere
de lo
que los
paganos
tenían a
su
tiempo.
Era de
hecho
necesario
el
advenimiento
del
“Consolador
prometido”
para
poner
orden en
la Casa
Planetaria
que nos
acoge.
A pesar
del
destaque
creciente
que el
demonio
va
ganando
dentro
del
Cristianismo,
hasta
ahí la
victoria
de Dios
sobre el
Diablo
es
considerada
incontestable.
Este
último
existe
en el
mundo
para ser
superado
y dar
más
gloria
al poder
absoluto
celestial.
El
cuadro
sólo
cambia
en un
momento
histórico
bien
posterior
con otro
gran
teórico
de la
religión
cristiana:
San
Tomás de
Aquino.
Estamos
en el
siglo
XIII y
la
Iglesia
Católica
vive el
apogeo
de su
dominio
territorial,
político
y
económico.
Para
mantenerse
así,
necesita
demostrar
su poder
con cada
vez más
visibilidad,
podríamos
aún
decir:
con
atrevida
y
violenta
ostentación.
En ese
contexto,
y en esa
imperiosa
necesidad
de la
Iglesia
de
sostener
su
dominio
esclavizador,
San
Tomás de
Aquino
potencia
la
figura
del
Diablo
en una
orden
tal que,
a partir
de las
simbologías
del
folklore
popular,
inventa
una
ciencia
para
combatirlo:
la
demonología.
En ese
festival
de
ignorancia
los
católicos
aún
consiguen
ser
superados
por los
dichos
Evangélicos
(protestantes)
donde a
“mise-en-scène”
de los
pastores
raya por
la
violencia
en el
intento
de
expulsar
el dicho
cuyo del
cuerpo
de las
aterradas
ovejas
de sus
dóciles
rebaños
de
raciocinio
carcomido
y
anquilosado.
Así,
pasan a
existir
reglas
bien
definidas
para
identificación
del
personaje
del mal,
que sólo
podría
ser
derrotado
con la
imprescindible
ayuda de
la fe
cristiana.
Así el
Diablo
gana
contornos
físicos
más
precisos,
inclusive
con la
ayuda de
grandes
pintores
que
trabajaban
para la
Iglesia
con
singularidad,
no
economizando
los
recursos
para
colorear
con los
colores
fuertes
de la
ignorancia
los
paneles
infernales
destinados
a
aterrar.
MACHO
CABRÍO
EXPIATORIO
“El
hibridismo
hombre/animal”
–
continúa
esclareciendo
Laterce5–,
“forma
de los
antiguos
pueblos
orientales
que
representaban
lo
sobrenatural,
va a ser
la base
para
componer
una
figura
esencialmente
deformada.
Una
presencia
recurrente
son las
patas de
macho
cabrío,
que era
el
animal
escogido
por
muchas
culturas
pre-cristianas
para
rituales
de
sacrificio
y loor a
los
dioses
(de ahí
la
expresión
macho
cabrío
expiatorio).
Además
de eso,
un dios
griego
particularmente
amenazador
para los
dogmas
del
Cristianismo
era
Dionisio,
patrono
de la
danza,
de la
música,
del
teatro y
de la
embriaguez;
o sea,
el
desajuste
propio
de la
efervescencia
caótica
de la
creación
artística.
¿Y cuál
es la
característica
más
marcada
en la
apariencia
de
Dionisio?
Sus
patas de
macho
cabrío.
La
presencia
de esos
miembros
inferiores
en el
imaginario
popular
ayudaría
a
colocar,
de una
sólo
vez, la
tradición
religiosa
griega y
oriental
en una
íntima
conexión
con las
fuerzas
malignas.
De esa
forma el
Diablo
vuelve
una
obsesión
omnipresente
y va
dejando
de ser
un
individuo
para
caracterizarse
como un
grupo de
combatientes
(legión
de
demonios)
y, por
lo
tanto,
cualquier
uno en
cualquier
lugar
puede
estar “poseído”,
y
consecuentemente
necesitado
de la
ayuda
exorcista
de la
Iglesia.
Las
persecuciones
de la
“Santa”
Inquisición
alcanzan
a todos
aquellos
que
divergen
del
patrón
pre-determinado
de
cristiano,
y que en
el
parecer
de las
atentas
autoridades
eclesiásticas
tenían
parte
con el
demo.
Cualquier
fruto
filosófico
que
comenzara
a
florecer
y
despuntar
por
encima
del
rígido
contexto
dogmático
impuesto
era
presto y
sin
piedad
cortado.
Las
acusaciones
que por
regla
llevaban
al
condenado
a la
muerte,
se
constituían
en los
más
absurdos,
proscribáis
y
arbitrarios
libelos:
una
familia
fue
condenada
a la
hoguera
por
intercambiar
la ropa
de cama
un
viernes;
los
pelirrojos
tienen
en el
color de
los
cabellos
una
señal de
la
relación
con el
fuego de
los
infiernos
y
deficientes
físicos
constituyen,
por
analogía,
deformados
espirituales
y
olvidados
de Dios,
¡por lo
tanto,
hoguera
a
ellos!...
PRÍNCIPE
DE LAS
TINIEBLAS
En el
siglo
XIV, un
movimiento
“perfumado”
por la
Iglesia
para
aumentar
su
poderío
en
dirección
al
Oriente,
las
Cruzadas
(el
dibujo
de la
esvástica
nazi es
constituido
por dos
cruces
superpuestas,
es
decir:
“cruzadas”
–
¡¿Coincidencia?!...),
tenía
como
lema el
concepto
de
Guerra
Santa
contra
el
paganismo
y como
objeto
la
expulsión
de los
árabes
de la
región
donde
nació y
vivió
Jesús.
La
composición
física
del
Diablo
gana
nuevos
ítems:
barbilla
y tono
de piel
oscuro,
característica
de los
moros. Y
así,
nutrido
por la
placenta
de la
ignorancia
y de los
inconfesables
intereses
subalternos,
el
Diablo
va
siendo
adornado
hasta
alcanzar
su “estatus
quo”
actual.
El
modelo
monárquico
absolutista
de la
Edad
Media
ayuda a
componer
la idea
del
líder de
todo el
ejército
demoníaco:
Satán es
ahora el
Príncipe
de las
Tinieblas,
el
reverso
de
Cristo,
el
Anticristo,
que un
día
reinaría
sobre la
Tierra.
Pero
había
aún un
motivo
más muy
importante,
esta vez
económico,
que
navegaba
en las
corrientes
subterráneas
de ese
realce
de las
fuerzas
demoníacas:
¡la
lucrativa
venta de
las
indulgencias!
Expliquemos:
el
Apocalipsis
bíblico
parecía
estar
concretándose
en
virtud
de la
instalación
de las
guerras
y del
surgimiento
de la
peste.
Y con
los
paneles
infernales
siendo
pintados
de lo
alto de
los
púlpitos
con las
tintas
fuertes
del
terror,
estaba
ahí
creada
la
dependencia
necesaria
de la
cual la
Iglesia
se
utilizó
abundantemente
para
obtener
logro:
pasajes
garantizados
para el
Cielo
podían
ser
comprados
a partir
de la
venta de
las
indulgencias
a peso
de oro
para los
nobles.
Ahí
tenemos
el
Diablo
nombrado
ministro
de la
economía
de la
Iglesia.
Sin él,
no
habría
terrorismo
y nadie
se
interesaría
por el
precioso
“pasaporte”.
Sin
embargo,
como no
hay
situación
que dure
para
siempre,
a partir
del
siglo
XVI, con
el
avance
de la
ciencia
moderna
y los
nuevos
conceptos
filosóficos
humanistas,
tenemos
un
decrecimiento
de la
importancia
de la
religión
en la
vida
cotidiana.
Con eso,
el
Diablo
también
perdió
espacio...
Hoy, a
pesar de
nuestro
mundo
cada vez
más
racionalista
y
desacralizado,
él está
presente
en
rituales
de
algunas
corrientes
protestantes,
en
cultos
satánicos
y en el
mundo de
la
ficción
en un
número
razonable
de
películas
de
calidad
dudosa,
entre
los
cuales
se
salvan “El
Bebé de
Rosemary”,
de Roman
Polanski,
y “El
Exorcista”,
William
Friendkin”.
DESTINO
DE LA
HUMANIDAD
Finaliza
Laterce
con
sabiduría
filosófica:
“la
lectura
del
Diablo
en el
imaginario
cristiano
lleva a
pensar
que
nuestra
voluntad
siempre
fue
transportar
el Mal
para un
mundo
distante
de
nosotros,
trascendente,
sólo que
cada vez
más
tenemos
evidencias
de que
él es
aún de
orden
humano”.
En la
conclusión
de “El
Libro de
los
Espíritus”,
Pablo de
Tarso
dejó la
siguiente
carta
para
todos
nosotros,
cristianos
de la
actualidad:
“gravitar
para la
unidad
divina,
he ahí
el
destino
de la
humanidad.
Para
alcanzarlo,
tres
cosas
son
necesarias:
la
Justicia,
el Amor
y la
Ciencia.
Tres
cosas le
son
opuestas
y
contrarias:
la
ignorancia,
el odio
y la
injusticia.
¡Pues
bien! Os
digo, en
verdad,
que
mentís a
estos
principios
fundamentales,
comprometiendo
la idea
de Dios,
con
Exagerarle
severidad.
Doblemente
la
comprometéis,
dejando
que en
el
Espíritu
de la
criatura
penetre
la
suposición
de que
hay en
ella más
clemencia,
más
virtud,
amor y
verdadera
justicia,
de la
que
atribuís
al Ser
Infinito.
Hay que
destruir
la idea
del
infierno,
haciéndolo
ridículo
e
inadmisible
a
vuestras
creencias,
como lo
es a
vuestros
corazones
el
horrendo
espectáculo
de las
ejecuciones,
de las
hogueras
y de las
torturas
de la
Edad
Media.
Creedme:
u os
resignáis
a dejar
que
perezcan
en
vuestras
manos
todos
vuestros
dogmas,
de
preferencia
a que se
modifiquen,
o,
entonces,
vivificarlos,
abriéndolos
a los
benefactores
efluvios
que los
Buenos,
en este
momento,
derraman
en
ellos.
CASTIGO,
¿QUÉ ES?
Hombres
de fe
ardiente
y viva,
adelantados
del día
de la
luz,
manos a
la obra,
no para
mantener
fábulas
que
envejecieron
y se
desacreditaron,
sino
para
reavivar,
revivificar
la
verdadera
sanción
penal,
bajo
formas
acordes
con
vuestras
costumbres,
vuestros
sentimientos
y las
luces de
vuestra
época...
¡¿Qué es
el
castigo?!
La
consecuencia
natural,
derivada
del
desvío
de la
Ley
Divina;
cierta
suma de
dolores
necesarios
a
disgustar
al
hombre
de su
deformidad,
por la
experimentación
del
sufrimiento;
el
aguijón
que
estimula
el alma,
por la
amargura,
a
doblarse
sobre sí
misma y
a buscar
el
puerto
de
salvación.
El
castigo
sólo
tiene
por fin
la
rehabilitación,
la
redención…
Quererlo
eterno,
por una
falta no
eterna,
es
negarle
toda la
razón de
ser.
“¡Oh! En
verdad
os digo,
cesad,
cesad de
poner en
paralelo,
en su
eternidad,
el Bien,
esencia
del
Creador,
con el
Mal,
esencia
de la
criatura.
Fuera
crear
una
penalidad
injustificable.
Afirmad,
al
contrario,
el
ablandamiento
gradual
de los
castigos
y de las
penas
por las
transgresiones
y
consagraréis
la
unidad
divina,
teniendo
unidos
los
sentimientos
y la
razón”.
Creado
con
fines
lucrativos
y para
atender
al ansia
de
dominación
de una
casta
parásito,
el
Diablo
fue
muerto y
sepultado
por el
conocimiento
espírita
que nos
informa
de
manera
limpia y
cristalina
no ser
creíble
que
nuestro
Padre
Celestial,
el Dios
de Amor
y
Bondad,
pueda
crear un
ser
eternamente
dedicado
al mal,
afirmando,
por otro
lado,
que
todos
los
Espíritus
son
creados
simples
e
ignorantes,
siendo
los
malos
simplemente
Espíritus
de
evolución
aún
incipiente,
pero,
susceptibles
de
posarse
a los
más
altos
puestos
de la
jerarquía
espiritual
en el
transcurrir
del
infinito
de los
tiempos.
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