Leonardo, de ocho años
de edad, conversaba con
su papá en el portal de
la casa cuando llegó un
amigo y, viéndolos, los
saludó con la mano,
sonriendo:
- ¡Buenos días! Lindo
día, ¿verdad? ¡Qué sol
tan maravilloso!..
- ¡Así es! Pero entra,
Lauro. ¡Ven a conversar
con nosotros! –
respondió el papá,
haciendo un gesto
amistoso.
El recién llegado abrió
la reja y entró. Se
acomodó en una silla del
portal y se pusieron a
conversar. Lauro,
cansado de caminar,
explicó que había ido a
la casa de un compañero
de trabajo que estaba
postrado en cama, para
hacerle un poco de
compañía, y explicó:
- Juan, nuestro
compañero que trabajaba
en la construcción de un
desván, se cayó y se
lastimó. Se rompió la
pierna y la cadera.
Ahora tendrá que
quedarse en cama por un
tiempo. Está enyesado y,
con este calor, sufre
mucho. Puede levantarse
un poco, pero vuelve en
seguida a la cama.
- ¡Ah! ¡Qué pena, Lauro!
¡Entonces Juan está
preso en cama! Pero por
lo demás, ¿está bien? –
preguntó el padre, lleno
de compasión.
- Ciertamente, Pablo.
Juan es muy optimista y
siempre ve el lado bueno
de las cosas. ¡Cuando
fui a visitarlo, me dijo
que podía haber sido
mucho peor! Podría
haberse caído desde
arriba y haber muerto.
Juan habla del accidente
y agra-
|
 |
dece que Jesús
lo haya
protegido en la
caída. |
|
- Debo visitarlo. Voy a
llevarle libros, pues si
va a estar algún tiempo
enyesado e inmóvil
necesitará distraerse
con cosas buenas, y sé
que a él le gusta mucho
leer.
Después de conversar un
poco, Lauro se despidió
y se marchó. El padre
sugirió a su hijo que
ellos podrían visitar a
Juan, el amigo que
estaba en cama,
llevándole apoyo.
Leonardo estuvo de
acuerdo y, como tenían
el día libre, decidieron
hacerle una visita
después del almuerzo.
Así, padre e hijo
almorzaron y salieron. A
ambos les gustaba
caminar y fueron a pie.
Al llegar a la casa de
Juan, tocaron la puerta.
La esposa de Juan fue a
atender y, al verlos,
sonrió contenta:
- ¡Sean bienvenidos!
Juan va a estar muy
contento con su
presencia. ¡Entren, por
favor!
Pronto padre e hijo
estaban en el cuarto de
Juan. La casa era muy
sencilla y el padre de
Leonardo se preocupó,
pensando que Juan no iba
a poder trabajar durante
algún tiempo y,
probablemente, tendría
dificultades para
mantener su casa.
Conversaron bastante y
Juan, siempre optimista,
dijo:
- Gracias a Dios estoy
bien, Pablo. Podría
haber sido mucho peor.
Entonces, tan pronto
como pueda levantarme de
la cama, volveré a
trabajar. Tengo fe en la
ayuda de Dios y todo
esto va a pasar. Lo
importante es que mi
familia esté bien. El
resto, me las arreglaré.
Leonardo, que oía al
accidentado hablar con
tan buen ánimo, comentó:
- ¡Estoy seguro de que
Jesús no dejará de
ayudarte, Juan! ¡Pronto
estarás curado!
- Gracias, Leonardo.
Agradezco tu estímulo.
En ese momento, llegó un
compañero de trabajo de
Juan que, al verlo en
cama, todo enyesado,
agrandó los ojos y
murmuró:
- ¡Válgame Dios! ¡No
pensé que hubieras
quedado tan lastimado,
Juan! ¡Estás todo
enyesado! Eso debe
incomodarte bastante,
¿no? ¡Lástima!...
Pablo y Leonardo
intercambiaron miradas,
espantados, después
miraron a Juan, que ante
aquellos comentarios
debía estar sintiéndose
peor. Pero Pablo lanzó
una carcajada bonachona
y respondió por el
accidentado:
- ¡Juan está muy bien!
No siente dolor, está
bien atendido por su
esposa y, apenas se
recupere volverá al
trabajo que tanto le
gusta. ¿No es así, Juan?
El accidentado, mirando
a Pablo, sonrió:
- ¡Sin duda! ¡Lo que me
pasó no fue nada!
¡Podría ser mucho peor!
¡Pero sé que Dios me
protegió, pues de otra
forma yo no habría
salido vivo de ese
accidente! Entonces,
sólo tengo que agradecer
a Jesús por estos días
en cama. Voy a
aprovechar y leer los
libros que Pablo me
trajo.
 |
El compañero de trabajo
aclaró la garganta y
después, con rostro
enojado, respondió:
- ¡Ah, si me hubiera
pasado a mí, sería
diferente! ¡Juan se cayó
porque la seguridad en
la construcción es
pésima! Si fuera yo,
presentaría una demanda
contra la empresa. ¿Por
qué no hiciste eso,
Juan?
El accidentado pensó
unos instantes, miró al
compañero y, con una
sonrisa, explicó:
|
- Te agradezco la
sugerencia, pero confío
en nuestro patrón, que
vino a visitarme y me
aseguró que debo
recuperarme durante el
tiempo que necesite; que
mi lugar estará siempre
reservado en la empresa.
Se puso a mi disposición
para lo que necesite y
me garantizó que todos
los gastos serán
cubiertos por la
constructora. Entonces,
¿qué más puedo querer?
El otro, agitado,
reclamó:
- ¡Ah! ¡Si fuera yo!...
Dejaría al dueño de esa
constructora sin nada.
Juan sonrió y respondió,
con delicadeza:
- Pues yo no quiero
crear problemas con
nadie. Me caí por no
haber tenido el cuidado
necesario. Agradezco a
Dios por estar vivo y
bien, sólo con fracturas
y enyesado. ¿No piensas
así, Pablo?
- Así es, Juan. Tienes
razón. Eres un hombre
serio, simpático y
responsable. ¡Estoy
orgulloso de tenerte
como un amigo! Pronto
estarás bien y volverás
al trabajo. Que el Señor
te ampare e ilumine cada
vez más.
Al oír eso, decepcionado
y muy molesto porque sus
sugerencias no habían
sido aceptadas, el
compañero disgustado se
despidió rápidamente y
se fue.
MEIMEI
(Recibida por Célia
Xavier de Camargo, el
05/10/2015.)
|