La primera edición del Libro
de los Espíritus fue publicada el 18 de abril de 1857,
en París, Francia, por Allan Kardec. Esa edición, que
ahora completó recientemente 160 años y que determina el
surgimiento del Espiritismo en la Tierra, contenía 501
preguntas. La segunda (y definitiva) edición fue
publicada en 16 de marzo de 1860, con 1.019 preguntas.
Aprovechando este marco glorioso, mostramos la
actualidad de esta obra monumental extrayendo de ella la
enseñanza de los Espíritus sobre estas dos cuestiones:
la esclavitud y los derechos entre el hombre y la mujer.
Todos somos iguales ante Dios
– La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice
en su artículo número 1 que todos los hombres son
iguales en dignidad y derechos. Son dotados de razón y
conciencia y deben actuar en relación unos a los otros
con espíritu de fraternidad.
El libro Levítico, del Antiguo Testamento (25,10), dice:
"Proclamaréis libertad en la Tierra a todos sus
habitantes". En Actos de los Apóstoles, en el Nuevo
Testamento (7, 26), se lee: "Hombres, vosotros sois
hermanos: ¿por qué os ofendéis unos a los otros?" En
El Libro de los Espíritus, de la codificación
espírita, de Allan Kardec, capítulo IX - Ley de Igualdad,
cuestión 803, Kardec pregunta a los Espíritus: "¿Todos
los hombres son iguales ante Dios?" La respuesta: "Sí,
todos tienden para el mismo fin y Dios hace sus leyes
para todos. Decís frecuentemente: 'El sol brilla para
todos', y con eso decís una verdad mayor y más general
de lo que pensáis. Todos nacen con la misma fragilidad,
están sujetos a los mismos dolores y el cuerpo del rico
se destruye como el del pobre. Dios no concedió, por lo
tanto, superioridad natural a ningún hombre, ni por el
nacimiento, ni por la muerte: todos son iguales delante
de él".
En el capítulo X - Ley de Libertad, El Libro de los
Espíritus aborda el asunto Esclavitud. En la
pregunta 829, el Codificador indaga: "¿Hay hombres
naturalmente destinados a ser propiedad de otros?" Los
Espíritus responden: "Toda sujeción absoluta de un
hombre a otro es contraria a la ley de Dios. La
esclavitud es un abuso de la fuerza y desaparecerá con
el progreso, como poco a poco desaparecerán todos los
abusos". El Libro de los Espíritus deja claro que
la esclavitud es una ley contra la Naturaleza, pues
asemeja al hombre al bruto y lo degrada moral y
fisicamente.
No es la sangre que debe ser más puro – ¿Y cuándo la
esclavitud forma parte de las costumbres de un pueblo?
(pregunta 830). La respuesta de los Espíritus es que el
mal es siempre el mal y la responsabilidad del mal es
relativa a los medios de que se dispone para
comprenderlo. Explican que quién se sirva de la ley de
la esclavitud es siempre culpable de una violación de la
ley natural y la culpabilidad, como en todas las cosas,
es relativa. Aseguran los Espíritus: Siendo la
esclavitud una costumbre entre ciertos pueblos, el
hombre puede practicarla de buena fe, como una cosa que
le parece natural. Pero desde que su razón, más
desarrollada y sobre todo esclarecida por las luces del
Cristianismo, le mostró en el esclavo un igual ante Dios,
él no tiene más disculpas.
Interesante cuestionamiento hace el Codificador (pregunta
832): "Hay hombres que tratan a sus esclavos con
humanidad, que nada les dejan faltar y piensan que la
libertad los expondría de más privaciones. ¿Qué decir de
eso?" Responden los Espíritus: "Digo que comprenden
mejor sus intereses. Ellos tienen también cuidado con
sus bueyes y sus caballos, a fin de sacar más provecho
en el mercado.
No son culpables como los que maltratan, pero ni por eso
dejan de usarlos como mercancías, privándolos del
derecho de ser señores de sí mismos".
Kardec pregunta (pregunta 831): "¿La desigualdad natural
de las aptitudes no coloca a ciertas razas humanas bajo
la dependencia de razas inteligentes?" Los Espíritus
responden: "Sí, para elevarlas, y no para embrutecerlas
aún más en la esclavitud. Los hombres han considerado,
hace mucho, ciertas razas humanas como animales
domesticables, posibilitados de brazos y de manos, y se
juzgaron en el derecho de vender sus miembros como
bestias de carga. Se consideran de sangre más pura.
¡Insensatos, que no miran más allá de la materia! No es
la sangre que debe ser más o menos puro, sino el
Espíritu".
Los derechos deben ser iguales
– Guiándonos siempre en Allan Kardec y en la
Codificación Espírita, El Libro de los Espíritus
nos dice en el ítem VI - Igualdad de los derechos del
hombre y de la mujer, capítulo IX, que la inferioridad
moral de la mujer en ciertas regiones procede "del
dominio injusto y cruel que el hombre ejerció sobre ella.
Una consecuencia de las instituciones sociales y del
abuso de la fuerza sobre la debilidad. Entre los hombres
poco adelantados del punto de vista moral la fuerza es
el derecho".
Dice El Libro de los Espíritus que la mujer es
físicamente más débil que el hombre "para señalarle las
funciones particulares. El hombre se destina a los
trabajos rudos, por ser el más fuerte; la mujer a los
trabajos suaves; y ambos a ayudarse mutuamente en las
pruebas de una vida llena de amarguras”.
Queda bien claro, en este capítulo, que se Dios "dio
menos fuerza física a la mujer, le dio a la vez mayor
sensibilidad, en relación con la delicadeza de las
funciones maternales y la debilidad de los seres
confiados a sus cuidados" y que las funciones ofrecidas
a la mujer tienen tanta importancia como las del hombre
y hasta mayor.
En la pregunta 822-a de El Libro de los Espíritus,
Allan Kardec pregunta a los Espíritus: "(...) ¿para una
legislación ser perfectamente justa debe consagrar la
igualdad de los derechos entre el hombre y la mujer?" He
ahí la respuesta: "De derechos, sí; de funciones, no.
(...) La ley humana, para ser justa, debe consagrar la
igualdad de derechos entre el hombre y la mujer; todo
privilegio concedido a uno o a otro es contrario a la
justicia. La emancipación de la mujer sigue el
proceso de la civilización, su esclavitud marcha con
la barbárie. Los sexos, de hecho, sólo existen en la
organización física, pues los Espíritus pueden tomar uno
y otro, no habiendo diferencias entre ellos a ese
respecto. Así pues, deben gozar de los mismos derechos”.
Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com