Los
equipajes
Una pareja de viejitos caminaba por una calle. Ambos
estaban muy temblorosos y cansados. Caminaban un poco y
ya se sentían cansados, deseando descansar. Después
volvían a caminar, pero el peso de las mochilas que
llevaban era muy grande y ellos se
cansaban mucho. Entonces, Pedro le dijo a su esposa:
- Joana, ¿qué te parece si nos libramos de nuestra
carga? ¡Está muy pesada y no aguanto más!
Joana pensó un poco y consideró:
- Pedro, pero ¿qué haremos sin nuestro equipaje? ¡Son
trajes,
zapatos y cosas que necesitamos! ¡No podemos dejarlas
por el camino!...
Entonces Pedro, que había hablado primero, dio una
sugerencia:
- Joana, ¿quizás podemos dejar nuestros equipajes en el
tronco de un árbol? ¡Ya observé que, en esta región,
existen muchos árboles con huecos en el tronco! ¿Qué
piensas?
- ¡Es una buena idea, Pedro! Vamos a buscar un árbol con
hueco. Así, podremos guardar nuestras cosas hasta que
volvamos.
Así, poniéndose acuerdo, siguieron y, al encontrar un
árbol con un gran hueco, colocaron sus pertenencias y,
más aliviados, caminaron sin problemas.
Sin el peso, siguieron su camino y luego llegaron a su
ciudad de destino. Habían ido a visitar a un hermano que
no veían hacía mucho tiempo. Después de verlo y saber
que estaba bien, se despidieron y regresaron por el
mismo camino.
Al llegar a la región donde habían dejado sus equipajes,
se pusieron a examinar cada árbol con cuidado.
- ¡Estoy segura de que dejamos nuestras cosas aquí
dentro, Pedro!
- ¡Sí! ¡Yo también estoy seguro de que éste es el árbol,
Joana!
¿Qué haremos?
Sin saber qué hacer, se sentaron a la orilla de un
riachuelo y se pusieron a pensar. ¡Necesitaban esa ropa!
¡No tenían dinero para comprar otras! ¿Qué hacer?
En ese momento, vieron llegar a un hombre que se detuvo
para saber qué estaba pasando con ellos para estar tan
tristes, a lo que ellos respondieron:
- Es que, al pasar por aquí, estábamos muy cansados y
decidimos
dejar nuestras pertenencias en el hueco de un árbol.
¡Pero ahora no tenemos nada! ¡¿Alguien nos
robó?!...
Entonces, el recién llegado se sentó cerca de ellos y
les explicó:
- Yo vivo aquí cerca. Sucede que por aquí pasan muchos
ladrones y yo los vi a ustedes guardando paquetes dentro
del árbol. Pero como sé que los ladrones están siempre
atentos, corrí y cogí sus pertenencias, llevándolas a mi
casa. Entonces, al verlos regresar, vine a avisarles que
todo está bien guardado conmigo.
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Vamos a mi casa y les
entrego sus equipajes.
La pareja acompañó al señor hasta su casa y pronto
estaban con la ropa en sus manos. El nuevo amigo
preguntó si querían almorzar y ellos, como tenían
hambre, aceptaron.
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Después de almorzar, tomaron sus cosas y, agradeciendo
al amigo que salvó su ropa, lo abrazaron y se
despidieron de él, satisfechos y agradecidos.
Al verlos alejarse, el hombre dijo:
- ¡No olviden! ¡No se puede confiar en lugares abiertos!
Siempre existen los que desean beneficiarse de nuestra
falta de cuidado y tal vez no encuentren a alguien que
pueda guardarlas hasta el regreso de los dueños.
- ¡Tienes toda la razón, amigo mío! Estamos muy
agradecidos por su bondad, cuidando de nuestros
equipajes.
MEIMEI
(Recibida por Célia. X de Camargo, el 22/5/2017.)
Traducción:
Carmen Morante:
carmen.morante9512@gmail.com