La pequeña onza pintada
Un día, al volver de la escuela, caminando por una calle
desierta, Flavio vio una pequeña cría de onza pintada.
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- ¡Dios mío! – pensó - ¿De dónde vino esta oncita tan
simpática?
Y se puso a observarla. Se mantuvo a cierta distancia
con
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miedo de que le atacara, pero la oncita inclinó
la cabeza, maullando como un gatito, y Flavio
sintió pena de ese animalito que debía estar con
hambre, pues buscaba en el piso algo que pudiera
comer.
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Entonces Flavio se acordó de que no había comido toda su
merienda en el recreo, pues no tenía hambre. Abrió la
bolsa y sacó el pedazo de sándwich que le quedaba, lo
colocó sobre el césped, y la oncita, al sentir el olor
de la comida, fue a buscarlo. Lo olfateó, después se lo
devoró en un instante.
Satisfecho, Flavio se agachó y se puso a observar el
animalito; después, pensando que debía tener sed, cogió
su vasito y fue hasta un grifo llenándolo de agua.
Colocó el vasito lleno en el suelo y se alejó dos pasos,
sentándose en las raíces de un árbol, para que la oncita
no tuviera miedo de acercarse a beber el agua.
La oncita, satisfecha, se lamió y se quedó quieta
mirando a su amigo Flavio. Viéndola tan serena, el niño
le hizo una señal, como si la estuviera llamando y ella
fue a acomodarse cerca de él.
Flavio, ya sin miedo, le tocó el lindo pelo, haciéndole
cariño. Pronto, la oncita estaba sentada en su regazo,
como si fuera un animalito cualquiera. Feliz,
Flavio la abrazó y decidió llevarla a su casa. ¡Después
de todo, ella era tan bonita!...
Llegando a casa, le mostró a su mamá el animalito que
había traído. ¡La mamá se asustó!
- ¡Pero es una cría de onza, hijo mío!... ¡Y seguramente
tiene un dueño que debe estar buscándola!...
- ¡Mamá, pero ella es tan bonita!... ¡Tan amorosa! ¡Tan
simpática!... – desconsolado, Flavio comenzó a llorar.
- ¡Pero ese animal no es tuyo, Flavio!... ¡Debe ser de
algún circo! ¿Sabes si hay un circo en la ciudad? Ve
hasta el centro y mira si llegó un circo.
Flavio, con los ojos llenos de lágrimas, salió para
informarse, como su mamá le había pedido. Buscó y
encontró uno. Era un bello circo, todo colorido, con
muchos animales y él volvió para contarle a su mamá el
descubrimiento que había hecho.
- Entonces, hijo mío, ¿Viste como ese animalito tiene un
dueño? ¡Seguro que
es del circo!... ¡Ahora ve a devolverlo! ¡Es tu
deber!...
Con el corazón apretado, Flavio tomó a la oncita y
volvió al circo, buscando al deño y entregándole la
oncita. El hombre se lo agradeció con una bella sonrisa,
afirmando que la mamá de la oncita estaba muy triste y
dijo:
- ¿Quieres conocerla? ¡Ven conmigo! – Y llevó a Flavio a
ver a la gran onza pintada, madre de la oncita, que
estaba muy triste por perder su cría.
- ¿Viste qué triste estaba? ¡Mira su alegría ahora que
su cría volvió!
- ¡Es verdad!... – admitió Flavio, viendo a la onza
levantarse para agarrar a la oncita que había vuelto
cerca de ella, lamiéndola satisfecha.
El dueño del circo lo abrazó, contento, y lo invitó a
que viniera a ver el espectáculo que harían en la noche,
afirmando que podría traer a toda su familia. Flávio
aceptó, lleno de alegría, y volvió contento a su casa.
En la noche, él y su familia fueron a ver la función del
circo, y fueron recibidos con alegría por el dueño del
circo, Gedeón. Se acomodaron y esperaron el inicio de la
función.
¡Todo para ellos era novedad! El gran circo armado
estaba lleno y ya no había asientos vacíos. Cuando
comenzó el espectáculo, Gedeón, vestido con ropas
especiales, presentó a sus artistas, sus animales y,
después, contó la historia de la Oncita Pintada:
- La Oncita Pintada, que se había escapado del circo y
fue encontrado por Flavio, un niño que volvía de la
escuela, estaba ahí en su regazo, y agradecía a Flavio
por haber cuidado de ella y por devolverla al Circo.
Gedeón llamó a Flavio, que fue al medio de la pista,
siendo presentado a todos los que estaban ahí y después
lo abrazó con afecto, agradeciéndole por haberle
devuelto a su Oncita Pintada.
¡Todos los asistentes aplaudieron de pie!...
Y esa noche, después de la función del circo, Flavio y
su familia volvieron a casa muy felices. Al llegar a
casa, después del trayecto en el que solo comentaron
sobre a presentación de los artistas y de los animales,
Flavio dijo:
- Mamá, gracias por haberme hecho llevar a la Oncita
Pintada de regreso al circo. Ahora veo qué importante es
hacer lo que es correcto. ¡Gracias mamá! Nunca más
pensaré en quedarme con nada que sea de otras personas.
Y se abrazaron felices y realizados. Algunos días
después, Flavio fue a despedirse de su amiga, la Oncita
Pintada, que saltó feliz a su regazo, lamiendo su
rostro.
MEIMEI
(Recibida por Célia X. de Camargo, el 19/06/2017.)
Traducción:
Carmen Morante:
carmen.morante9512@gmail.com