A finales del último siglo fue sancionado por
especialistas de varias áreas que estamos en la sociedad
del conocimiento, donde una buena colección de títulos
académicos, con especializaciones y capacitaciones
constantes, será lo diferente, garantizando una buena
colocación profesional y consecuente estatus social.
Siguiendo ese paradigma, las escuelas, tanto públicas
como particulares, se esmeran en preparar niños y
jóvenes para el vestibular, la puerta de entrada de la
universidad. Sin embargo, algunas realidades se
contraponen a ese paradigma: no tenemos mercado
profesional para absorber toda esa mano de obra
académica; los jóvenes se muestran inmaduros en la
elección del curso universitario y de la profesión a
continuación; la gran mayoría de los diplomados por la
enseñanza superior se pierden en la multitud, sin ningún
destaque, sin ninguna contribución de mayor valor a las
ciencias y a la sociedad.
¿Para qué sirve el diploma universitario? ¿Cuál es el
significado del título académico? ¿En que la formación
superior ejerce influencia en el ejercicio profesional?
Si el presente y el futuro de la humanidad son el
conocimiento y el dominio de tecnologías, ¿por qué eso
no hace disminuir la corrupción, la injusticia social,
la miseria, los conflictos, el desequilibrio ecológico y
tantos otros males?
Para ejercer una saludable reflexión sobre el tema vamos
a servirnos de la palabra del espíritu André Luiz, a
través de la psicografia del médium Chico Xavier, en el
libro “Nuestro Hogar”, especialmente el capítulo 14,
cuando ese espíritu recibe aclaraciones del Ministro
Clarencio sobre la cuestión del diploma y del ejercicio
profesional
La situación
André Luiz fue médico en su última existencia terrena y
estaba en tratamiento y recuperación espiritual en la
colonia Nuestro Hogar, cuando se dispuso a conversar con
el Ministro Clarencio para solicitar indicación para el
ejercicio médico a los enfermos de la colonia
espiritual. Aunque reconociera la necesidad de
adaptación, creía estar apto a tanto. Después de exponer
su pedido, de forma velada, argumentando que quería sólo
colaborar con algún servicio, recibió del ministro
diversas aclaraciones sobre el título académico y el
ejercicio de la profesión del punto de vista de los
espíritus.
Destaquemos, antes de las aclaraciones, la forma como el
ministro Clarencio atiende a los que le buscan.
Introduce en la sala de dos en dos personas, haciendo
que las lecciones para uno sirvan igualmente para el
otro.
André Luiz quedó sabiendo después “que él aprovechaba
ese método para que los pareceres suministrados a
cualquier interesado sirvieran igualmente a otros, así
atendiendo la necesidad de orden general, ganando tiempo
y provecho”.
Invitación de Dios
La primera aclaración de Clarencio – y todo padre y todo
profesor necesitan oír esto – es que “es preciso
convenir que toda tarea en la Tierra, en el campo de las
profesiones, es invitación del Padre para que el hombre
penetre los templos divinos del trabajo”.
Sabemos que el trabajo, según la enseñanza espírita, es
una ley divina, lo que nos lleva a entender que ejercer
una profesión es atender una invitación de Dios y no
simplemente garantizar un empleo seguro y un buen
salario.
En la aclaración en análisis está implícito la cuestión
de la ética profesional, el compromiso ciudadano con el
prójimo y con la sociedad, contraponiéndose al ejercicio
automático de las funciones.
Teniéndose en consideración que el libro “Nuestro Hogar”
fue escrito en 1943, tenemos sólo sesenta y tres años de
vida de esa nueva teoría sobre la significación del
diploma universitario y del ejercicio de una profesión,
lo que es poco, considerando que teorías económicas,
educacionales y otras llevan a veces más de un siglo
para hacerse conocidas y aceptas.
Ficha de servicio
Prosigue el Ministro Clarencio, ahora con una segunda
aclaración: “El título, para nosotros, es simplemente
una ficha, pero, en el mundo, acostumbra representar una
puerta abierta a todos los disparates”.
Es, infelizmente, lo que aún hemos asistido, con el uso
del diploma para garantizar ventajas, como si él
representara su portador, lo que no es verdadero, pues
en todas las ciencias y en todos los ramos profesionales
tenemos los que dignifican sus títulos y los que
deshonran los mismos. La nobleza de carácter y la ética
profesional no son garantizados por polvos-graduaciones,
doctorados, másters, especializaciones - todos esos
títulos con su debida importancia - pues de eso no se
medita en nuestro actual sistema de enseñanza.
Destáquese la definición ofrecida por el ministro del
Auxilio (uno de los ministerios de “Nuestro Hogar”), que
el título es una ficha, o sea, una especie de archivo
donde son registradas nuestras acciones en el uso del
título profesional que ostentamos. Esa definición es
bien contraria al pensamiento humano sobre la cuestión.
A pesar de los códigos de ética juramentados por los
formandos en la colación de grado, raro es encontremos
quién responde ante la ley por el uso indebido que hace
de sus diplomas.
Aprendiendo a servir
Ampliando substancialmente su aclaración, Clarencio
informa: “Con esa ficha, el hombre queda habilitado a
aprender noblemente y a servir al Señor, en el cuadro de
Sus divinos servicios en el planeta”.
¿Quién no tiene alguna queja sobre una atención inhumana
por parte de un médico? ¿Quién no tiene alguna
reclamación que hacer sobre la falta de ética de un
abogado? ¿Quién no tiene desilusión con el procedimiento
de algún pedagogo? Y así por delante, pues la lista de
profesiones es extensa. Estamos dejando claro que no se
trata de todos, sino de algunos, pues no cabe en este
análisis ninguna generalización.
Cuando comprendamos que el trabajo, y cualquier
ocupación útil recibe esa clasificación por parte de los
Espíritus Superiores en “El Libro de los Espíritus” (pregunta
675), es oportunidad constante de aprendizaje y no de
demostrar conocimiento y ejercer autoridad sobre los
otros, y que servir a Dios en la construcción del bien
común es estar en consonancia con la ley divina,
entonces, cuando tengamos esa comprensión, la
responsabilidad profesional, la conducta ética y el
compromiso con la vida harán del diploma una ficha de
servicio bendecida por la luz del amor.
Servir al prójimo con el lema “amaos unos a los otros”,
enseñado y ejemplificado por el Maestro Jesús, debe ser
nuestra distinción en el ejercicio profesional.
La lección
Es André Luiz quién nos da
enseñanza para una reflexión final, al comentar, después
de las informaciones de Clarencio: “Quedé
atónito. No conocía tales nociones de responsabilidad
profesional. Me asombraba la interpretación del título
académico, reducido a la ficha de ingreso em zonas de
trabajo para la cooperación activa con el Señor
Supremo”.
Ese pensamiento de André Luiz surge después que el
ministro Clarencio hace una serie de consideraciones
sobre la profesión médica, las cuales podemos resumir en
lo siguiente:
“Mi
hermano recibió una ficha de médico. Penetró el templo
de la medicina, pero su acción, allá dentro, no se
verificó en normas que me autoricen a endosar sus
actuales deseos. (...). Como reconoce ahora, el médico
no puede estacionar en diagnósticos y terminologías. Hay
que penetrar el alma, sondear las profundidades. Muchos
profesionales de la Medicina, en el planeta, son
prisioneros de las salas académicas, porque la vanidad
les robó la llave de la cárcel. Raros consiguen
atravesar el pantano de los intereses inferiores,
sobreponerse a preconceptos comunes (...)”.
Recordemos que esas palabras son aplicables a cualquier
profesión.
Justo es reflexionar con
profundidad sobre lo que hacemos con nuestros títulos
académicos, pues, repitiendo al escritor Pedro de
Camargo (Vinicius), “no es de conocimiento que
necesitan los hombres de la actualidad, responsables por
la situación aflictiva de los días que corren:
es de
sentimentos”.
Es por todo eso que damos razón a J. Herculano Pires,
cuando, estudiando sobre la cuestión de las pruebas y
títulos académicos, muestra que, delante de la doctrina
espírita, la práctica, el hacer, debe ser sobre todo
moral, y que eso depende enteramente de la capacidad del
educador de aplicar el conocimiento adquirido y no de
ostentar ese o aquel diploma.
¡Piense en eso!
Bibliografia:
Nosso Lar.
André Luiz/Chico Xavier. FEB.
O Livro dos Espíritos.
Allan Kardec. Feesp.
O Mestre na Educação.
Pedro de Camargo (Vinícius). FEB.
Pedagogia Espírita.
J. Herculano Pires. Edicel.
Marcus de Mario es escritor, educador, forma parte del
Grupo Espírita Siembra de Luz y es programador y
presentador de la Radio Rio de Janeiro.
Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com