Remedio en
forma de árbol
Un día, Roberto salió a pasear con su papá. El lugar era
agradable y lleno de árboles. Roberto miró los bellos
árboles que crecían allí y sonrió:
- ¡Papá, qué lindos árboles! ¿Quién los habrá plantado?
- ¡Ah, hijo mío, fue la Naturaleza! Cuando yo venía por
aquí, aún pequeño, no había casi nada de verde, ¡pero
con el tiempo muchas especies de árboles comenzaron a
aparecer! Cada persona traía un plantón y ahora, como
puedes ver, ¡están enormes y lindos realmente!
- Pero, ¿por qué las personas plantan árboles, papá? –
preguntó el niño.
El papá miró a su hijo y le señaló con el dedo los
enormes árboles:
- Mira cuantas especies diferentes están plantadas aquí.
Al plantar un cogollo, no lo estamos plantando para
nosotros, ¡sino para los que vendrán con el paso del
tiempo! Esos árboles producirán frutos y flores para
quien pase por aquí. ¡Así todos podrán recibir sus
bendiciones en forma de flores o de frutos!
- ¡¿Pero por qué, papá?!... – preguntó el niño, que no
había entendido.
El papá se sentó en una gran raíz y, poniendo a su hijo
en su regazo, señaló con el dedo:
- ¡Roberto! ¡Mira, hijo mío! ¡Quien plantó la semilla de
ese árbol enorme de allí,
no lo plantó para sí mismo, sino para los que vendrán
mucho después de él! Quien plantó cada especie, sea de
flores o de frutos, plantó para los que vengan
después puedan beneficiarse de esos árboles. ¡Muchos son
árboles que generan remedios, que curan personas!
- ¿En serio, papá?
- Sí, hijo mío. Cuando plantamos un árbol, no estamos
pensando en nuestra hambre, ¡sino en cuántas personas
podrá alimentar con sus frutos con el paso del tiempo!
- Es verdad, papá. Cuántas personas recogerán sus frutos
y flores, ¿no?
- Claro, Roberto. ¡Aquí estoy viendo muchos árboles
medicinales y, seguramente, existen personas que se
benefician de ellos!
El papá miró su reloj y dijo:
- Pero ahora es tarde y necesitamos volver a casa – dijo
el papá, cogiendo al niño de la mano.
Al llegar a casa, Robertito, eufórico, preguntó a su
mamá:
- Mamá, ¿sabes que papá me llevó a un bosque con muchos
árboles lindos y enormes? ¡Me encantó!... Cada uno tenía
una obligación diferente del otro.
- ¿Cómo así, hijo mío? – preguntó la mamá sonriente.
- Mamá, te voy a contar:
¿Sabes qué aprendí hoy? Que
todo lo que vemos tiene una tarea. Por ejemplo: ¡la luz
que encendiste va a servir para todos los que entremos
aquí! ¡Si preparas el almuerzo con verduras, papas y
todo lo demás, servirá para quien llegue! ¡Y hasta el
agua que corre en un riachuelo va a ayudar a quien lo
necesite!
¡¿No es maravilloso?!...
- ¡Claro que sí, Roberto! Qué maravillosa es la
Naturaleza, ¿no?
- ¡Mamá, cualquier día te llevo a ver un lindo bosque y
lleno de árboles!
- ¡Pues yo quiero ver donde tu papá y tú fueron a ver
esas maravillas!
El niño abrazó las piernas de la mamá y dijo:
- ¡Yo te llevo, mamá!
¡Vas a ver qué bueno es Dios con todos nosotros! ¡Él nos
da de todo, basta que sepamos tomarlo y usarlo! ¡Hay
hasta remedios en forma de árbol!
MEIMEI
(Recibida por Célia X de Camargo, en 10/07/2017.)
Traducción:
Carmen Morante:
carmen.morante9512@gmail.com