Espiritismo para
los niños
por Célia Xavier de Camargo

Año 11 – Nº 528 – 6 de Agosto de 2017

 
La caja de lápices de colores


En esa clase había una niña llamada Rosa que, aún con siete años de edad, vivía sonriente y era amiga de todos. Siempre que alguien necesitaba algo, ella lo tenía para prestárselo. Por eso, sus compañeros siempre recurrirían a ella cuando les faltaba algo.

- ¡Rosa! ¡Me olvidé mi caja de lápices de colores! ¿Me prestas? – decía Celso.

- Sí, Celso. ¡Aquí tienes! – respondía ella entregándole su estuche de lápices.

De ahí a poco era Jane, que le pedía una regla; después era Mara, que no había traído su borrador. Y así Rosa, siempre con una sonrisa, daba al compañero lo que necesitaba.

La profesora, viendo que los compañeros abusaban de la buena voluntad de ella, la alertaba para que no prestara nada a nadie, pues los alumnos deberían tener sus propios útiles. Pero Rosa sonreía ingenuamente y respondía:

- Profesora, no me molesta. Si yo no estoy usando todos los útiles que traje, ¡puedo prestárselo a mi compañero!

- Rosa, ¡esta clase tiene muchos alumnos! ¡Si cada uno actúa así, tú no podrás hacer tu parte de la tarea! – dijo la profesora, incómoda con la buena voluntad de la niña.

Al final de ese día, la profesora les avisó a sus alumnos que, a partir del día siguiente, quería ver a todos con sus útiles en la bolsa. Nada de ir pidiendo prestado a sus compañeros. Que cada uno trajera sus propios útiles.

A la mañana siguiente, al final de la clase, la profesora pidió que cada uno hiciera un dibujo y lo pintara, describiendo lo que ella había enseñado ese día. Todos estaban dedicados al trabajo de dibujo cuando uno de los alumnos, después de hacer el dibujo, se acordó que no tenía lápices de colores. La actividad tenía nota y se puso preocupado. Si no pintaba, la nota sería baja.

Estaba triste, cuando Rosa lo miró y vio sus ojos rojos, casi llorando, y preguntó: - ¡¿Qué te sucede, Jaime?!...

- ¡No tengo lápices de colores! ¡Si no puedo pintar, la maestra me pondrá una nota muy baja!...  

Rosa no lo dudó. Cogió su caja y se la entregó al niño. Después, siguió haciendo su dibujo. Luego la profesora avisó que estaba terminando el tiempo de entrega del dibujo. Los alumnos se pusieron inquietos, pues muchos no habían terminado el trabajo.

Y como Rosa no había pintado aún su dibujo, se quedó quieta esperando a que su compañero terminara el suyo. Al notar eso, la profesora le preguntó a Rosa si  ya había terminado, a lo que la niña respondió:

- No, profesora. ¡Pero voy a terminar!

La maestra se dio cuenta que Rosa no había terminado por haber prestado sus colores al compañero de al lado. Entonces esperó a ver lo que iría a pasar. El tiempo terminó y ella pidió que los alumnos entregaran sus dibujos, lo que ellos hicieron llevándolos a la mesa de la profesora.

Solo Rosa no lo llevó. La maestra vio que ella estaba preocupada, pero no dijo nada. Al final, preguntó a su alumna:

- Rosa, entrega tu trabajo. ¡Solo faltas tú!

La niña fue hasta la mesa de la profesora, dejó la hoja y volvió a su carpeta. La maestra examinó cada uno de los dibujos y notó que solo Rosa no había pintado el dibujo:

- Rosa, ¿por qué no terminaste tu dibujo?

- No tuve tiempo, profesora.

- ¡Pero todos los alumnos terminaron en el tiempo señalado!

Rosa bajo la cabeza y continuó callada. Un niño decidió hablar, contando a la profesora que ella había prestado su caja de colores a su compañero de al lado. Entonces, la profesora hizo que la clase hiciera silencio y dijo:

- Rosa, ya te dije que no quiero que prestes tus colores o cualquier otro material a tus compañeros. ¡Cada uno debe tener sus propios útiles! ¿Por qué actúas así?

- Profesora, ¡es que aprendí que debemos ayudar a quien lo necesita! ¡Entonces cuando un compañero no trae sus útiles, yo le presto el mío! ¡Fue lo que aprendí con Jesús!... ¡Y José no tiene todos sus útiles!

Al escuchar eso, la profesora se quedó triste porque sabía que el niño era muy pobre y sus papás no pudieron comprar todo lo que se había pedido.

Entonces Rosa sugirió:

- Profesora, ¿qué piensa si reunimos todos los lápices de colores de la clase y lo colocamos en una caja? Así, todos tendremos lápices de colores cuando necesitemos, ¿no le parece?

Todos aplaudieron satisfechos porque les agradaba José, mientras la profesora sonreía satisfecha, viendo el buen corazón de sus alumnos.  


MEIMEI

 

(Recibida por Célia X. de Camargo, en 10/07/2017.)
 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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