Un Día del Padre diferente
Al terminar la clase ese viernes, la profesora hizo
acordar a sus alumnos: - Les deseo un buen fin de semana
a ustedes, ¡y no se olviden del “Día del Padre” que será
el próximo domingo!
Los pequeños alumnos abrieron los ojos acordándose del
“Día del Padre” y lo que podrían dar a sus papás. Cada
uno pensaba en una cosa diferente: una camisa, un par de
zapatos, una caja de bombones, un lapicero y mucho más.
Carlitos fue a casa imaginando lo que le daría a su papá
de acuerdo con sus propios deseos.
De repente, decidió: ¡Ya sé! ¡Voy a hacer un paseo con
mi papá! ¡Así como él hace conmigo el Día del Niño! Papá
me da un día diferente que a mí me gusta mucho.
¡Voy a hacer lo mismo con él!
Así, muy animado, llegó a casa sonriente. No dijo nada a
nadie. Los papás notaron que Carlos estaba muy
misterioso, pero cuando le preguntaban qué estaba
sucediendo, él respondía:
- ¡Nada, mamá! ¡Nada, papá! Estoy pensando en algo que
la profesora dijo.
El domingo, Carlitos se levantó muy temprano, preparó
una taza de leche, hizo un sándwich, los colocó en una
bandeja y fue a despertar a su papá, que todavía dormía.
Entró al cuarto muy feliz, abrazó a su papá y le dio un
beso en el rostro diciendo:
- ¡Feliz Día del Padre! ¡Papá, toma tu café y levántate
de la cama! ¡Ponte shorts y camiseta, y en
conmigo! ¡Estoy despierto hace tiempo!
¡Quiero pasear!
- ¡Pero es muy temprano, hijo mío! – le dijo el papá,
restregándose los ojos.
- No es no. ¡Quiero pasear contigo, papá!
No viendo otra solución, el papá se levantó de la cama,
se aseó y fue a la cocina para tomar otro café. La mesa,
para su sorpresa, estaba arreglada. Carlos echó el café
en la taza del papá, le agregó azúcar y le pidió que la
moviera para saber si estaba a su gusto. ¡Al papá le
pareció muy dulce, pero dijo que estaba bien!
Cuando el papá terminó de tomar café, Carlitos cogió la
canasta del picnic y dijo:
- Ahora vamos a pasear, papá. ¡Ven! ¡Tendrás un día
diferente!
El papá le sonrió, después miró a su esposa, y asintió
con la cabeza como si dijera: “Todo bien. ¡Vamos a ver
qué más va a pasar!”
- Mamá, ¿quieres venir a pasear con nosotros? – preguntó
el niño.
- No, querido. Tengo muchas cosas que hacer hoy.
¡Vayan ustedes!
Padre e hijo salieron de casa y caminaron hasta un
bosque donde a Carlitos le gustaba jugar y al cual su
papá lo llevaba siempre. Se sentaron, colocaron los pies
en el agua del lago, corrieron entre los árboles hasta
cansarse. Después, ya con hambre, el pequeño abrió la
canasta y dijo:
- ¡Papá, aquí está nuestra merienda!
¿Vamos a comer?
Comieron todo, tomaron el jugo que Carlitos había hecho
con tanta buena voluntad y después descansaron. A las
tres de la tarde, estaban tan cansados que decidieron
volver a casa, felices y satisfechos.
La mamá, al verlos
llegar, colocó las manos en la cintura y dijo:
- ¡Vaya! ¡Se demoraron mucho! ¡Me imagino que deben
estar cansados!
¿Quieren
comer algo?
- ¡Ni pensar! – dijo el papá. - ¡Estamos satisfechos!
Comimos mucho hoy.
Entonces la mamá preguntó a Carlitos:
- ¿Qué idea fue esa, Carlitos, de llevar a tu papá a
pasear?
- ¡Mamá, es que me gusta tanto cuando hacen eso conmigo
que decidí darle un día igual a papá!
La mamá sonrió y el papá abrazó al hijo diciendo:
- ¡Hijo mío, fue el mejor día que he tenido! ¡Nunca tuve
un Día del Padre como este!
¡Gracias!
Carlitos, con lágrimas en los ojos, respondió:
- ¡Pues hice eso al recordar las veces que tú me
llevaste a pasear por el Día del Niño!
¡Feliz Día del Padre, papá!
Los tres se abrazaron sintiendo mucha satisfacción y
alegría. Después de todo, ¡tuvieron un día diferente!...
MEIMEI
(Recibida por Célia X. de Camargo, en 24/07/2017.)
Traducción:
Carmen Morante:
carmen.morante9512@gmail.com