Espiritismo para
los niños
por Célia Xavier de Camargo

Año 11 – Nº 534 – 17 de Setiembre de 2017

 

Cuando me di cuenta ya estaba hecho


Siendo Luisito un niño muy travieso, su mamá lo regañaba siempre por las cosas equivocadas que hacía. Le jalaba la cola al gato, se peleaba con su hermana, discutía con sus compañeros de colegio, desarmaba la bicicleta, rompía el aparato de música, entre otras cosas. Al ser reprendido, dándose cuenta, Luisito decía:

- Perdón, mamá. Lo hice sin pensar. ¡Cuando me di cuenta ya estaba hecho!

Por eso, la mamá necesitaba estar siempre atenta a lo que Luisito estuviese haciendo. Un día, después de otra travesura, cansada de sus barrabasadas, la mamá le dijo muy seria:

- Hijo mío, necesitas pensar más en lo que vas a hacer. ¡Tú ya tienes ocho años y no puedes actuar como si tuvieras tres!...

Sintiéndose culpable, él explicó:

- Yo sé, mamá. Pero cuando me di cuenta... ¡ya estaba hecho!

- Pues ese es exactamente el punto, Luisito: tienes que pensar antes. Después que hacemos algo, ya no hay como volver atrás. Por ejemplo: ¡Ayer tú subiste al tejado de la casa; podrías haberte caído y haberte lastimado de verdad! Otro día, escondido, encendiste un fósforo y quemaste un montón de cosas viejas que ya no querías en tu cuarto. ¡Y, si yo no me hubiera dado cuenta, podrías haber quemado toda la casa! ¡Felizmente, sentí el olor a quemado y logré apagar el fuego antes de que causara problemas mayores! Y otro día…

- ¡Ya entendí, mamá! Sé que tienes razón. He actuado muy mal. Prometo que no voy a hacer travesuras de nuevo. Voy a intentar mejorar – dijo el niño.

- Está bien, hijo mío. Esa es una decisión importante. Haz una oración y pide ayuda a Jesús. Con seguridad serás atendido, si es que realmente deseas mejorar. Pero, antes de hacer cualquier cosa, piensa: ¿Yo quiero que alguien hiciera eso conmigo?

Y eso fue lo que el niño hizo. En la noche, antes de dormir, pidió a Jesús que le avisara cuando estuviera a punto de hacer algo mal. Así, cuando Luisito se levantó en la mañana, pensó:

- Hoy voy a hacer todo bien, como mi mamá me enseñó. ¡Jesús me va a ayudar!

Lleno de buenas intenciones, Luisito salió de su casa. En la calle, camino a la escuela, vio a Amanda al frente suyo, una compañera con quien no se llevaba ben. Tuvo el impulso de jalarle el cabello y salir corriendo. Cuando ya estaba con la mano extendida, Luisito se acordó de lo que su mamá le había dicho y pensó: Si yo estuviera en el lugar de ella, ¿me gustaría que hicieran eso conmigo? ¡No, no me gustaría! Entonces, bajó el brazo. La niña lo vio, él le sonrió y comenzaron a conversar, siguiendo juntos hasta la escuela. Y, después de todo, Amanda no era aburrida como él pensaba. ¡Hasta era muy simpática!

En la hora de recreo, Luisito vio a Jorge, un niño con un sándwich en la mano, preparándose para comerlo. En ese momento, tuvo el deseo de tirar el refrigerio del compañero al piso, solo para ver su reacción. Pero, de repente, él pensó mejor, y desistió, bajando el brazo. Como estaba cerca, se sentó al lado del niño y comenzaron a conversar. Así, se enteró que Jorge era muy pobre y que ese sándwich lo había preparado su mamá para que lo comiera en el desayuno, pero él había preferido llevárselo para comerlo en la escuela, y de esta manera sentirse igual a los demás niños. Luisito preguntó:

- Jorge, ¡eres un chico genial! ¿Por qué vives aislado de los otros compañeros?

- Es porque soy muy tímido. ¡Pero me gusta conversar, como lo estamos haciendo ahora!

Ellos salieron de ahí y fueron a jugar en el tobogán y se divirtieron mucho. Pronto el recreo terminó y volvieron a clases, pero ahora eran amigos.

Regresando a casa, Luisito encontró un perrito en la calle y tuvo deseos de darle un puntapié. Percibiendo sus intenciones, el animal se encogió contra una pared, lleno de miedo. Pero, una vez más, el niño pensó lo que iba a hacer y se detuvo. Viendo al perrito asustado, se agachó y le hizo una caricia. El animalito, ahora con expresión diferente, se acercó y le lamió la mano, acurrucándose en sus piernas. Lleno de piedad, Luisito llevó a su nuevo amigo a casa.

La mamá se quedó sorprendida al ver a su hijo llegar con el perrito, y el niño le explicó:

- Mamá, encontré este perrito en la calle. Al parecer no tiene dueño. ¿Puedo quedarme con él?

- Claro, hijo mío. Pero tú serás responsable de él. Él va a depender de ti.

- Está bien, mamá. Voy a cuidarlo bien.

Luisito hizo un lugar para que su nuevo amigo durmiera, colocó una vasija con comida y otra con agua, y después le dio un buen baño. Pronto, el perrito tenía otro aspecto.

Antes de dormir, la mamá fue a desearle buenas noches y vio que el animalito estaba al lado de la cama. Sonrió preguntando:

- ¿Cómo lo llamarás?

- Manchas. Mamá, ¿viste cómo se volvió mi amigo?

- Es verdad. Siempre que hacemos el bien, recibimos cosas buenas de vuelta. ¡Y la amistad es una de ellas!

Luisito pensó un poco, después comentó el día que tuvo:

- Tienes razón, mamá. Hoy me levanté con el propósito de hacer todo bien, y, aun así, casi lo eché a perder todo. Pero, cuando iba a hacer algo malo, algo me alertaba y yo pensaba en las palabras que me dijiste anoche, o sea, que yo me pusiera en el lugar de la otra persona. ¡Y eso fue lo que hice!...

Y le contó a su mamá todo lo que había pasado, terminando por afirmar:

- Gracias por haberme comportado bien, hice todo correcto y gané tres nuevos amigos hoy: Amanda, que no es tan aburrida como pensaba; Jorge, que no conversaba conmigo porque es muy tímido, y que descubrí que era muy simpático. Y finalmente mi querido Manchado, que encontró un hogar. ¡Por todo eso, estoy feliz, mamá!... ¡Estoy en paz conmigo mismo y con los demás!... ¡Y todo eso en un mismo día!...

La mamá sonrió, envolviendo a su hijo en un gran y afectuoso abrazo.

- Entiendo lo que estás sintiendo, hijo mío. Esa es la paz de la conciencia tranquila. Entonces, vamos a hacer una oración y a agradecer a Jesús por el día que tuviste hoy. Y que los días futuros también estén llenos de bendiciones.         


MEIMEI


(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia-PR, en 4/07/2011.)

 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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