Lo que es, de hecho, esencial en nuestra
vida
En entrevista publicada en esta revista, como uno de los
relieves de la presente edición, nuestro colega Osmar
Marthi Filho resumió, con raro poder de síntesis, lo que
nos es realmente esencial en nuestro pasaje por la
experiencia reencarnatoria: la búsqueda por la
transformación moral, el trabajo en favor del prójimo,
la vivencia de la fraternidad.
Otro punto que vale la pena destacar en la misma
entrevista es la respuesta por él dada a esta pregunta:
- Si algo pudiese decir a los lectores sobre la
importancia del Espiritismo en nuestra vida y de la
institución en el contexto social, ¿en qué frase
resumiría todo eso?
Respondió Osmar Marthi Filho:
“En una frase de Emmanuel, que Dª. Avelina siempre nos
acordaba: Espiritismo es cabeza, corazón y manos. O sea,
conocimiento de la Doctrina, sentimiento de ella pero
sobre todo nuestras actitudes transformadas por ella”.
¡Cabeza, corazón y manos!
Quien estudia con interés las enseñanzas espíritas ya
leyó aquí y allá la información de que el
perfeccionamiento espiritual del ser humano, con el
consecuente cambio de su patrón vibratorio, depende del
concurso de tres factores: buenos pensamientos, buenos
sentimientos, buenos actos.
Es por eso que innúmeros conferenciantes y comunicantes
desencarnados advierten: no basta sólo estudiar; es
necesario practicar. De la misma manera que no basta
tener buenas ideas; es necesario ponerlas en práctica.
Cuanto a los actos, a la conducta, al trabajo en favor
del prójimo, es conocida la frase, fundamentada en las
enseñanzas cristianas, de que el bien que hacemos anula
el mal que hicimos, o, en las palabras del apóstol
Pedro, “la caridad cubre la multitud de los pecados”.
Hay en la obra de André Luiz un pasaje que es necesario
que recordemos siempre. Nos reportamos a un diálogo
entre André y aquella que fuera su madre en su última
existencia. El texto hace parte del cap. 36 del libro
Nuestro Hogar, obra mediúmnica psicografada por
Chico Xavier.
André había por primera vez, en su retorno a la esfera
espiritual, hecho algo que le proporcionó una gran
alegría y, al mismo tiempo, enorme cansancio. Él acabara
de realizar una actividad modesta en el contacto directo
con los sufridores del Más Allá, cuando entonces su
madre, con el propósito evidente de estimularlo a
proseguir en el trabajo, le dijo:
“En los círculos inferiores, mi hijo, el plato de sopa
al hambriento, el bálsamo al leproso, el gesto de amor
al desilusionado, son servicios divinos que nunca
quedarán sin ser recordados en la Casa de Nuestro Padre”
(obra mencionada, cap. 36, pág. 197).
Y en la secuencia: “El Evangelio de Jesús nos acuerda
que hay mucho más alegría en dar que en recibir. (…) Da
siempre, hijo mío. Sobre todo, jamás te olvidas de dar
de ti mismo, en tolerancia constructiva, en amor
fraternal y divina comprensión. La práctica del bien
exterior es una enseñanza y un llamamiento, para que
lleguemos a la práctica del bien interior. Jesús dio más
de sí, para el engrandecimiento de los hombres, que
todos los millonarios de la Tierra congregados en el
servicio sublime, aunque, de la caridad material. No te
avergüences de amparar los que sufren de la enfermedad
de llagas y esclarecer los locos que penetren las
Cámaras de Rectificación (…). Trabaja, mi hijo, haciendo
el bien. Siempre que puedas, olvida el entretenimiento y
busca el servicio útil”. (Nuestro Hogar, cap. 36,
pág. 198).
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br