El psiquiatra espírita Alyrio de Cerqueira Hijo, en el
óptimo y devastador libro Parábolas Terapéuticas,
examina con maestria el significado de las muchas
parábolas que Jesús contó. Aprovecha, aún, para hablar
sobre las Bien-aventuranzas, con las cuales Cristo
inicia el Sermón de la Montaña. –
Bien-aventurados los humildes de espíritu, porque de
ellos es el Reino de los cielos; Bien-aventurados los
que lloran, porque serán consolados etc. Son nueve
en total.
Según Alyrio, el texto de
todas ellas remite a la pasividad. ¿Estamos pasando por
momentos difíciles? ¿El mundo está mal? No importa.
Aguardemos sin reaccionar, suframos callados y aspiremos
por mejores condiciones. La recompensa vendrá tras la
muerte del cuerpo físico.
Sólo que, en consonancia
con las Parábolas Terapéuticas, la propuesta de
Cristo es bien diferente, una vez que la pasividad no
existe en el Universo. Todo es vida, movimiento,
dinamismo. Finalmente, como dijo el propio Jesús, Mi
Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también.
(Juan, 5:17)
¿Contradicción en los Textos Sagrados? No. Apenas una
cuestión de traducción.
Conforme explica Alyrio, en el original en hebraico del
Evangelio de Mateo, la palabra utilizada por el
Maestro es ashréi, derivada de ashar. Significado:
rectitud, alegría y seguridad de alguien que marcha en
dirección al Reino de Dios. Por lo tanto, nada de
pasividad o inercia.
El Sermón de la Montaña
comienza dando nueve formas de marchar en dirección al
Reino de los cielos, que es el estado de plenitud, amor
incondicional al prójimo, sensación del deber cumplido,
conciencia tranquila y profunda realización por estar
sintiéndonos cada vez más al unísono con la fuerza mayor
llamada amor, que rige el Universo.
Para dar cuerpo a este
capítulo, resolví coger una Bien-aventuranza. Aquella
que, a mí ver, más nos convoca a salir en marcha: -
Bien aventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán hartos (o saciados,
dependiendo de la traducción). O entonces, a
partir de ahora,
En marcha los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán hartos.
Sedientos y hambrientos de
justicia somos todos nosotros. Y me refiero no solamente
al conjunto de leyes y reglas de convivencia y armonía
que caracterizan la justicia humana como la Divina, sino
a un sentimiento de desasosiego que nos lleva a luchar
por solidaridad, fraternidad, salud, consuelo,
prosperidad, trabajo, información de calidad, libertad,
ética, transparencia, educación, igualdad, conocimiento
y afines para que seamos una sociedad de hecho justa con
todos.
¿Si nosotros tenemos sed y hambre de esa justicia, qué
debe ser hecho para saciarla? Sumerjámonos en las causas
de las injusticias – esten ellas dentro de nosotros o a
nuestro alrrededor – y nos movamos para que ellas dejen
de existir. Así, cambiaremos para mejor el paisaje
social del planeta. Esa es la marcha a ser hecha:
pongamos la mano en la masa y, con nuestro propio
esfuerzo, saciarnos el hambre y la sed que nos asolan.
El mundo siempre nos
brindó con gente en la actividad en búsqueda de esa
saciedad. Es el caso de Francisco de Asís, Madre Teresa
de Calcuta, Gandhi y otros espíritus más adelantados que
nosotros y que vinieron a la Tierra para mostrar que es
posible – muchas veces con pocos
recursos – marchar para saciar las necesidades
personales y colectivas. Pero hay también historias
maravillosas siendo puestas en práctica por el grupo que
es gente como la gente. En el libro Palabras de Luz,
el médium y tribuno bahiano Divaldo Pereira Franco
cuenta la vida de una mujer que salió en marcha y fue
saciada. Hablaré sobre ella y sobre otras personas sobre
las cuales leí y que me fascinaron.
Estados Unidos, final del siglo 19. Una joven negra
llamada Mary Jane Mac Leod Bethune (1875-1955) termina
el curso de profesora gracias a una beca de estudios que
había ganado de una modista Quaker (grupo religioso
originário del protestantismo británico). En un país
entonces fuertemente racista, ninguna escuela la aceptó.
Ella improvisó un colegio bajo un árbol, en el fondo de
un depósito de basura, teniendo como material de trabajo
tres cajones de cebolla. En ese lugar, Mary Jane comenzó
a alfabetizar a descendientes de esclavos.
Era preciso, sin embargo,
ir más allá. ¿Qué hizo ella? Marcó una entrevista con
Henry Ford, fundador y presidente de las industrias
automovilísticas Ford. Él estaba hospedado en un hotel
local. Sólo que, por ser negra, fue echada en la
portería. Mary Jane no se hizo de rogar; subió por la
escalera de incendio hasta el noveno piso, saltó la
ventana de acceso al pasillo y tocó la campana del
apartamento del Sr. Ford. El mayordomo, que también era
negro, dijo que el patrono no recibía negros. Ella
replicó en voz alta, diciendo que había marcado la
entrevista. Ford oyó y la mandó entrar.
Según Divaldo, Henry Ford,
que era humanitario y reencarnacionista, habría dicho no
saber que la visitante era negra. Ella, entonces,
rebatió, diciendo que dudaba que él conociera alguien
con dientes y ojos más blancos que los de ella. Ford
halló sensacional
la
respuesta. Aquella era una mujer que merecía ser oída
porque estaba por encima de mezquindades y prejuicios.
Ella, entonces, habló del sueño que tenía que ampliar la
escuela y lo llevó al depósito de basura. Sorprendido,
Ford extrañó el lugar.
Mary Jane, entonces, dijo: ¡Yo siempre olvido los
detalles! En verdad mi escuela está aquí en la cabeza.
Yo quiero que, con su dinero, el señor la arranque de
aquí – apuntó la cabeza – y la coloque allí.
Tras un argumento tan
extraordinario, Ford dio a ella 20 mil dólares. Y allá
fue Mary Jane, de escuela en escuela, siendo responsable
por la formación y educación de miles de ciudadanos
negros (principalmente) y blancos en los Estados Unidos.
Cuando los EE.UU. entraron
en la Segunda Guerra Mundial, el entonces presidente
Franklin Roosevelt canceló las subvenciones de las
escuelas. Mary Jane fue a la Casa Branca a enfrentarlo.
– El señor no va a cortar las subvenciones de mis
escuelas. Él respondió: – La señora no
se olvide de que yo soy el presidente.
Ella rebatió: – Ni el señor olvide que yo soy su
electora, y yo voy a acordarme. Las escuelas de ella
fueron las únicas que no tuvieron los subsidios
suspendidos en aquel periodo. Mary Jane de cierto
continúa en marcha.
Son muchos los episodios
que evidencian la personalidad fuerte de Mary Jane, una
mujer notable que fue, también, consejera de la ONU y de
la Unesco para asuntos raciales. En la opinión de
Divaldo, la historia de ella es una de las más lindas
del siglo 20. Vamos a otras.
El periódico fluminense
El Globo contiene, en su edición dominical, la
Revista El Globo. En ella, la columna Dos Cafés y
la Cuenta, en que el periodista Mauro Ventura
interviene en la charla y toma un café, zumo o similar
con personas que salieron en marcha rumbo a un mundo
mejor. Rodrigo Freire es uma de ellas.
Joven, guapo, abogado y
habitante de la Zona Sur carioca, Rodrigo tenía todo
para ser solamente más un frecuentador asíduo a la playa,
del quiosco o de la tienda de zumos. Como todo buen
carioca, Rodrigo intercambia punto en todos esos locales.
Pero también va a menudo al basurero del Jardín Gramacho
– barrio del municipio de Duque de Caxias, en el gran
Rio.
Rodrigo, que siempre le gustó el trabajo voluntario, oyó
hablar del basurero y fue allá con dos amigos. Objetivo:
distribuir juguetes para los niños. Llenaron el coche y
fueron. Al llegar, fueron cercados por traficantes
armados. – Vinimos de Ipanema para distribuir
juguetes. Uno de los traficantes dijo. – gusto de
ver. Enseguida, los propios traficantes organizaron una
fila. En menos de diez minutos, los juguetes se acabaron.
Hubo niños que no tuvieron. Además de eso, vinieron
ancianos preguntando por comida y ropa. Los jóvenes no
tenían, pero Rodrigo prometió que volvería siempre.
Volvió y nunca más paró. Y no sólo en el basurero. Él va
también a várias favelas y tiene gusto por los puntos
más miserables, de preferencia adonde no llega nadie.
Eso sin hablar de las visitas a asilos, guarderias,
orfanatos y en los
muchos kilómetros que recorrer recogiendo juguetes,
alimentos y ropas. Rodrigo no para. Hasta mobiliário y
material de construcción para rehacer una casa consumida
por un incendio él arregló. Y como no tiene
patrocinador, organiza bazares, almuerzos benéficos,
campañas de recaudación. La frase que finaliza la
entrevista es ejemplar. Dice Rodrigo: – Tengo que
desplegarme, pero la gente siempre encuentra un tiempo
para hacer el bien. ¡Marcha, Rodrigo Freire!
La semana siguiente, la
referida columna brindó a los lectores con el dentista
Marcelo Schettini, fundador de la ONG SOS Dental, que
presta atención odontológica y gratuita de emergencia en
favelas. Ganadora de ocho premios, la ONG ha como
principal proyecto el Dentista en la Favela. En él,
comerciantes de la favela pagan R$ 2,00 por mes y ganan
carteritas para ser distribuidas a quién ellos quieran:
parientes, clientes, trabajadores, vecinos etc. Si uno
de los beneficiados sentía dolor en diente, era sólo
conectar para un 0800 y recibir em la casa la visita de
un dentista provisto de consultório móvil.
Generalmente la ONG cuida
de casos simples, como suturas y recolocación de dientes
rotos. Pero como los casos más graves no siempre
encuentran atención adecuada junto a la Salud Pública,
Marcelo lanzó la campaña Adopte una Sonrisa, en la cual
un padrino, por R$ 110,00, pagada por la sonrisa de un
paciente. Ahí, son hechos procedimientos como
obturaciones, tratamiento de gengivitis y
restablecimientos.
Marcelo también organiza iniciativas en que grupos de
dentistas atienden pacientes en locales que cedan el
espacio, como iglesias evangélicas y centros espíritas.
Ya hizo atención hasta en el exterior, en países con
Haití y Honduras. Su infancia de niño pobre que hacía
trabajos temporeros para pagar por el tratamiento dental
hizo a él encantarse por la profesión. Casi paro la
matrícula en la facultad por falta de dinero. No lo hizo
porque el rector emitió un cheque-garantizaba de propio
puño mientras no salía el crédito educativo. Marcelo
sintió en la piel lo que es tener dificultad para
mantener la salud bucal. Hoy, hay diez clínicas
populares en la Bajada Fluminense, donde trata primero y
sólo después pregunta si el paciente puede pagar.
¡Marcha, Marcelo Schettini!
Uno de los más respetados escritores brasileños se llama
Graciliano Ramos (1892-1953), autor de clásicos como
Vidas Secas, San Bernardo y Memorias de la
Cárcel. Pero la obra sobre la cual ahora me inclino
no es de él, sino sobre él. Título: El Viejo Gracia,
de autoría del periodista Denis de Moraes.
La obra – una biografia –
revela hechos notables de la vida de ese gran ciudadano
que fue Graciliano Ramos. Nacido en la ciudad de
Quebrangulo (AL), Graça, como era conocido, era el hijo
más mayor de un comerciante de tejidos que se estableció
en otra ciudad alagoana: Palmeira dos Índios, de la cual
Graciliano vino a ser prefecto.
Cierta vez, él halló por
las buenas multar a los comerciantes que exponían
mercancías en la calzada, confundiendo el flujo de los
peatones. Uno de los multados fue al padre, que fue a
quejarse al hijo. Graciliano respondió que los políticos
no tienen parientes. Si el padre había recibido la multa
de la prefectura es porque estaba en situación
irregular. Por eso, debería pagarla.
Años más tarde, Graça
asumió el cargo de secretario de Educación de la
capital, Maceió. Una de las escuelas municipales no
había iniciado las clases en el comienzo del periodo
lectivo. La escuela, según la directora, no había
recibido presupuesto para los uniformes y calzados de
los alumnos. Graciliano, entonces, se puso en marcha.
Como era hijo de comerciante de tejidos y con
penetración en el área, explicó la situación a algunos
proveedores. Él necesitaba de haciendas para la
confección de los uniformes, pero como el presupuesto
aún no había salido, empeñó la palabra. Así que el
dinero fue liberado, pagaría todo. Hizo el mismo con
comerciantes de calzados. Todos suministraron el
material necesario. Cuando los tejidos fueron
entregados, él mismo los cortó; había aprendido con el
padre. Después, llevó todo para modistas de su confianza,
que pusieron manos a la obra. En poco tiempo, los
uniformes y zapatos eran entregados. La escuela podía,
finalmente, dar início a las clases. Cuando el
presupuesto fue liberado, comerciantes y modistas fueron
pagados. ¡Eso es tener hambre y sed de justicia y
ponerse en marcha para saciarla!
El periodista y
ambientalista André Trigueiro (¡salve él!), en el libro
Mundo Sostenible, cuenta una historia de la
keniata Wangari Maathai (1940-2011), primera mujer
africana en ganar el Premio Nobel de la Paz (en 2004)
gracias al Movimiento Cinturón Verde, que reflorestó
tanto Kenia como vários países vecinos. Para tanto,
Maathai reclutó mujeres negras y pobres para la función.
En Kenia, debido a la infraestructura deficiente en el
área de energía, lleva a los habitantes a utilizar leña
para cocinar y calentar la casa. Por eso, sólo el 2% del
territorio, en 1977, eran cubiertos de bosques. El
Cinturón Verde invirtió el proceso y promovió el plantio
de 30 millones de árboles, garantizando el verde y
cesando la desertización del suelo, la pérdida de la
biodiversidad, la muerte de los ríos y nacientes y la
pérdida de animales.
Maathai, una mujer como
pocas, formó a 10 mil personas con sus cursos de
capacitación. Además de eso, creó la Red Africana Verde,
que diseminó prácticas sostenibles por toda África. –
Cuando plantamos árboles, plantamos semillas de la paz,
dijo ella. ¡Y se planta mucho más! Se planta
ganancia económica coadyuvando a ganancias ambientales y
sostenibles, que disminuyen los índices de pobreza y
violencia.
¡Wangari Maathai, una sembradora que salió a sembrar!
Una marcha en vários tonos de verde. Marchas que nos
inspiran. Marchas de gente como la gente. Marchas que
pueden ser la marcha de cada uno de nosotros. ¡En
marcha!
Traducción:
Isabel Porras -
isabelporras1@gmail.com