Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

 

La existencia de Dios


Una profesora estaba teniendo problemas en su clase con sus alumnos.

Uno de ellos, Luisito, de familia alejada de la religión y de ideas profundamente negativas, comenzó a difundir esas mismas ideas a los otros niños.

Ese niño afirmaba que Dios no existía y que todo era una invención del hombre.

Los otros niños, sorprendidos e inquietos, no sabían cómo refutar las palabras del compañero y comenzaron a sentirse inseguros.

Al llegar el asunto al conocimiento de la profesora, preocupada por el problema, pensó cómo podría cambiar esa situación, resolviendo la duda. Pensó... pensó... y, al final, tuvo una idea.

Un día avisó a los alumnos que, a la mañana siguiente, harían un experimento. Debían traer todas las piezas de un reloj, una radio, un radiocasete o cualquier objeto que estuviera roto. Y debían traer también una caja en la que entrara ese objeto.

Los alumnos estaban muy curiosos, pero la profesora no quiso adelantar nada, afirmando sonriente:

- Mañana lo sabrán.

Al día siguiente, llegaron todos los alumnos, con una intensa expectativa, trayendo el material solicitado.

La clase transcurrió normalmente. Al final del período, la profesora pidió que colocasen el material para el experimento sobre la carpeta.

Enseguida, mandó que cada uno colocase el objeto roto dentro de la caja, con todas las piezas, y lo taparan bien.

Ellos así lo hicieron, sin entender el objetivo al que la profesora quería llegar.

- ¡Muy bien! Ahora agiten la caja con fuerza, tratando que todas las piezas encajen en sus lugares y los mecanismos vuelvan a funcionar.

- ¡Pero, profesora!... – se quejó uno de los niños.

- No discutan. Hagan lo que les estoy mandando.

Los niños agitaron las cajas durante un minuto, cinco minutos, diez minutos, quince minutos…

Ya no aguantaban más. ¡Estaban exhaustos!

Después de ese tiempo, la profesora pidió que abrieran las cajas y verificaran el resultado del esfuerzo empleado.

- ¿Cómo están los aparatos?

Desanimados, los niños miraron el contenido de sus cajas y uno de ellos respondió:.

- Siguen rotos, profesora.

Fingiendo sorpresa, ella preguntó a la clase:

- ¿NADIE? – dijo, acentuando bien la palabra. - ¡¿Nadie logró reparar su máquina?!...

Todos respondieron negativamente moviendo la cabeza.

Uno de ellos afirmó, convencido:

- ¡Claro, profesora! ¡Ni aunque nos quedáramos aquí el día entero, el mes entero o el año entero, conseguiríamos repararla de esta manera!

- ¡Ah! – exclamó la profesora. - ¿Y por qué?

- Porque para que algo funcione es necesario que “alguien” coloque las piezas en su lugar, ajuste los tornillos, etc. En fin, se necesita la mano de una persona que conozca ese mecanismo y sepa hacer el servicio.

Los demás alumnos fueron unánimes en estar de acuerdo con el compañero.

Satisfecha, la profesora preguntó:

- Muy bien. ¿Entonces todos están de acuerdo en que para que algo funcione es necesario el esfuerzo de alguien?

Hizo una pausa y, pasando la mirada lentamente por la clase, continuó después

- ¡Bien! ¿Y el Universo, que es tan inmenso? ¿Quién puede decirme quién hizo que el Sol nazca todas las mañanas? ¿O que las plantitas crezcan? ¿O que las estaciones sucedan siempre en las épocas correctas?

Percibiendo al final dónde pretendía llegar la profesora, los niños sonrieron satisfechos.

El niño que afirmaban que Dios no existía bajó la cabeza, avergonzado.

La profesora aprovechó el momento para fijar la lección, preguntando a todos:

- Entonces, ¿quién hizo todas estas cosas maravillosas?

Y todos respondieron al unísono:

- ¡DIOS!

- ¿Alguien tiene alguna duda?

Luisito levantó la cabeza y respondió:

- ¡No, profesora!

Satisfecha, la profesora concluyó el asunto:

- Muy bien. Dios creó todo lo que existe, incluso a nosotros mismos. Por eso es NUESTRO PADRE. El universo es regido por leyes sabias y justas, perfectas e inmutables, y todos estamos sujetos a ellas. Pero, sobre todo, debemos recordar que Dios nos ama a todos, porque es profundamente bueno y misericordioso.

Luisito, al final, dijo para alegría de todos:

-Voy a transmitir esta lección a mis papás, profesora. ¡Pienso que ellos nunca pensaron en esto que usted nos ha explicado!


Tia Célia

 

 
 
Traducción:

Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita