Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

El pastor distraído


En una región vivía un pequeño pastor que dedicaba su tiempo a pastorear sus ovejas.

Por la mañana, llevaba el rebaño al campo, donde las ovejas tenían vegetación abundante y agua fresquita de un riachuelo que corría entre las piedras ahí cerca. En la tarde, ellas volvían felices al corral. El pastorcito venía cansado, pero satisfecho.

Un día, sin embargo, empezó a cansarse de su trabajo, deseando hacer algo mejor. Ya no cuidaba bien a las ovejas y, cuando una de ellas se alejaba de las demás, no se apresuraba en traerlas de regreso. Las dejaba libres y entregadas a su suerte, mientras que él se quedaba sentado a la sombra de un árbol soñando con cambiar de vida.

Un día, un lobo hambriento se acercó al lugar y, como ellas estaban solas, se abalanzó sobre las indefensas ovejitas, mientras que el pastor dormía, despreocupado de sus tareas.

Con el alboroto que las ovejas hicieron, balando desesperadas, el pastorcito despertó y, percibiendo el peligro, tocó su trompeta, un cuerno que era usado para pedir ayuda cuando fuera necesario, o si no para comunicarse a la distancia con otro pastor.

Pronto su padre y algunos trabajadores de la hacienda llegaron corriendo y el lobo huyó deprisa. Pero una de las ovejitas había sido lastimada y se desangraba en el suelo, muy herida.

El papá se la llevó con mucho cuidado a casa y cuidó de las heridas con mucho cariño. El pastorcito, arrepentido, lloraba, viendo a su ovejita sufriendo por su culpa.

Después, su padre lo llamó y le habló severamente:

- Tú no mereces mi confianza. Te di la tarea de cuidar de mis ovejas y fuiste descuidado y distraído. Si no hubieras estado distraído en la ejecución de las tareas que te confié, te habrías dado cuenta del peligro a tiempo para evitarlo, pidiendo socorro con rapidez. Ahora, un animalito indefenso sufre por tu desatención y tal vez hasta vaya a perder la vida.

Cabizbajo y triste, el pastorcito respondió:

- Sé que tienes razón, padre mío. Reconozco mi error. ¡Pero dame otra oportunidad! Prometo ser más cuidadoso y vigilante con mis obligaciones. Y cuidaré con mucho amor de las ovejas que me vayas a confiar.

Satisfecho, el padre lo perdonó, sabiendo que ya había aprendido la lección, y le dio una nueva oportunidad de probar que había cambiado de comportamiento.

La ovejita, bajo los cuidados del pequeño pastor, en poco tiempo estaba curada y corría alegremente por los campos con las otras ovejas, seguida por la mirada atenta del joven.

 

*

También sucede así con nosotros. Cuántas veces Dios, Nuestro Padre, confiado, nos concede la bendición de realizar una tarea que, por descuido, no la ejecutamos con eficacia.

El Señor coloca a nuestra disposición los medios necesarios para nuestro progreso y, distraídos, nos entregamos a la pereza y a la negligencia, muchas veces, perjudicando a otras criaturas con nuestra irresponsabilidad.

Dios, sin embargo, es un Padre Amoroso, y siempre nos dará nuevas oportunidades para volverá comenzar donde nos detuvimos. Y si tocamos la “trompeta” pidiendo socorro a través de una oración, no dejará de atendernos en nuestros momentos de dificultad.

 

Tia Célia





Traducción:

Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita