El pastor distraído
En una región vivía un pequeño pastor que dedicaba su
tiempo a pastorear sus ovejas.
Por la mañana, llevaba el rebaño al campo, donde las
ovejas tenían vegetación abundante y agua fresquita de
un riachuelo que corría entre las piedras ahí cerca. En
la tarde, ellas volvían felices al corral. El pastorcito
venía cansado, pero satisfecho.
Un día, sin embargo, empezó a cansarse de su trabajo,
deseando hacer algo mejor. Ya no cuidaba bien a las
ovejas y, cuando una de ellas se alejaba de las demás,
no se apresuraba en traerlas de regreso. Las dejaba
libres y entregadas a su suerte, mientras que él se
quedaba sentado a la sombra de un árbol soñando con
cambiar de vida.
Un día, un lobo hambriento se acercó al lugar y, como
ellas estaban solas, se abalanzó sobre las indefensas
ovejitas, mientras que el pastor dormía, despreocupado
de sus tareas.
Con el alboroto que las ovejas hicieron, balando
desesperadas, el pastorcito despertó y, percibiendo el
peligro, tocó su trompeta, un cuerno que era usado para
pedir ayuda cuando fuera necesario, o si no para
comunicarse a la distancia con otro pastor.
Pronto su padre y algunos trabajadores de la hacienda
llegaron corriendo y el lobo huyó deprisa. Pero una de
las ovejitas había sido lastimada y se desangraba en el
suelo, muy herida.
El papá se la llevó con mucho cuidado a casa y cuidó de
las heridas con mucho cariño. El pastorcito,
arrepentido, lloraba, viendo a su ovejita sufriendo por
su culpa.
Después, su padre lo llamó y le habló severamente:
- Tú no mereces mi confianza. Te di la tarea de cuidar
de mis ovejas y fuiste descuidado y distraído. Si no
hubieras estado distraído en la ejecución de las tareas
que te confié, te habrías dado cuenta del peligro a
tiempo para evitarlo, pidiendo socorro con rapidez.
Ahora, un animalito indefenso sufre por tu desatención y
tal vez hasta vaya a perder la vida.
Cabizbajo y triste, el pastorcito respondió:
- Sé que tienes razón, padre mío. Reconozco mi error.
¡Pero dame otra oportunidad! Prometo ser más cuidadoso y
vigilante con mis obligaciones. Y cuidaré con mucho amor
de las ovejas que me vayas a confiar.
Satisfecho, el padre lo perdonó, sabiendo que ya había
aprendido la lección, y le dio una nueva oportunidad de
probar que había cambiado de comportamiento.
La ovejita, bajo los cuidados del pequeño pastor, en
poco tiempo estaba curada y corría alegremente por los
campos con las otras ovejas, seguida por la mirada
atenta del joven.
*
También sucede así con nosotros. Cuántas veces Dios,
Nuestro Padre, confiado, nos concede la bendición de
realizar una tarea que, por descuido, no la ejecutamos
con eficacia.
El Señor coloca a nuestra disposición los medios
necesarios para nuestro progreso y, distraídos, nos
entregamos a la pereza y a la negligencia, muchas veces,
perjudicando a otras criaturas con nuestra
irresponsabilidad.
Dios, sin embargo, es un Padre Amoroso, y siempre nos
dará nuevas oportunidades para volverá comenzar donde
nos detuvimos. Y si tocamos la “trompeta” pidiendo
socorro a través de una oración, no dejará de atendernos
en nuestros momentos de dificultad.
Tia Célia
Traducción:
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com