Aprendiendo con la naturaleza
Laurita, una niña buena y amorosa, escuchó una
conferencia en el colegio en la que decían que trabajar
es para personas adultas y que los niños tenían solo que
estudiar y jugar.
Entonces, cuando su mamá le pedía que hiciera algo,
alegaba que necesitaba estudiar, que los amigos la
estaban esperando para jugar, ver televisión o,
simplemente, que estaba cansada.
Un día, viendo a Laurita sin hacer nada, sentada en el
umbral de la puerta de la cocina, la mamá pidió:
- Hija mía, seca los servicios por mí, ¿sí?
La respuesta no tardó
en llegar:
- No puedo, mamá, estoy descansando.
La mamá pensó un poco y dijo con cariño:
- Laurita, todos nosotros tenemos que dar de nuestra
contribución en la vida colaborando para el bienestar
general.
- Los niños tiene que estudiar y jugar. El trabajo es
cosa de adultos, mamá – replicó la niña, mostrando lo
que había aprendido.
- Eso no es así, hija mía. La actividad remunerada, o
trabajo profesional, es un servicio de personas adultas.
Sin embargo, dentro de nuestra capacidad, es necesario
retribuir un poco de lo mucho que hemos recibido de la
vida.
La señora dejó de lavar los servicios y, volteándose
hacia la niña, sugirió:
- Laurita, aprovecha que no estás haciendo nada, ve
hasta el patio y observa bien la naturaleza. Después
vuelve y cuéntame lo que viste.
Y así, de mala gana, la niña se levantó y salió a
caminar por el patio. Al comienzo no reparó en nada.
Pasó los ojos por las flores que se abrían, coloridas y
bellas, adornando el jardín. Caminó un poco más y vio un
naranjal cubierta de flores perfumadas. Después, vio a
una abejita presurosa que iba de flor en flor, retirando
el alimento y, en seguida, volaba hasta el tronco de un
árbol donde estaba un panal de miel.
Observó los naranjales con frutos pequeños y verdes,
mientras que otros ya tenían naranjas maduras.
Pasando por un árbol de mango, cogió un mango y se sentó
en el suelo
para saborearlo. ¡Adoraba los mangos!
Miró hacia lo alto y vio un pajarito que recogía
astillas del suelo y las llevaba hacia una rama, en lo
algo del árbol de mango, y ahí lo depositaba
cuidadosamente construyendo su nido.
Mirando hacia el suelo, vio una hilera de hormigas que
cargaban hojas, cáscaras de fruta y migajas de pan hacia
el hormiguero.
Laurita admiró su organización, andando en fila
ordenadamente. Todas
cargaban algo. ¡Todas trabajaban!
Después de chupar el mango, como estaba sucia, la niña
volvió a casa. Se lavó en el grifo del patio y entró a
la cocina, buscando una toalla para secarse.
Viendo a la niña, la mamá preguntó:
- ¿Y entonces? ¿Qué observaste?
- Bien, vi a una abejita recogiendo el néctar de las
flores de un naranjal y llevándolo para producir la
miel. Observé también que hay naranjales con frutos
pequeños y otros con naranjas maduras. Vi nuestro carbol
de mango lleno de mangos maduros y cogí uno para
chuparlo. ¡Estaba delicioso!
La niña dejó de hablar, pensando.
- ¿Qué más observaste, hija mía?
- Vi también a las hormigas llevando comida a su
hormiguero. ¡Era como si ellas hubieran ido al
supermercado a hacer las compras! Creo que solo fue eso.
- ¿Y qué te pareció todo eso?
- Me di cuenta que tenías razón, mamá. Todos trabajan,
también los más pequeñitos: las abejas producen la miel,
el árbol produce las flores que van a transformarse en
frutos, las hormigas llevan comida para la familia, el
pajarito construye su casa…
- ¡Muy bien, hija mía! Y tú podrías haber visto mucho
más aún: los insectos y los animales pequeños que se
alimentan de los frutos maduros que caen y que limpian
el suelo, la tierra que recibe la semilla y que la hace
germinar, y tantas otras cosas.
Entusiasmada por los descubrimientos, la niña estuvo de
acuerdo:
- ¡Tienes razón, mamá! Y está el sol que nos ilumina y
nos calienta, el agua que bebemos…
- Exacto, hija mía. ¿Y todo para qué?
- Para hacer la vida mejor y más feliz. Todo en la
naturaliza trabaja para el beneficio de todos. ¿Cómo yo
nunca me había dado cuenta de eso?
Abrazando a la mamá, Laurita dijo:
- Mamá, también quiero ayudar, colaborando para que
todos sean felices. Aquí en casa, papá trabaja para
traer dinero y podamos comprar alimentos y todo lo que
necesitamos. Tú haces todo el servicio de la casa,
limpiando, lavando, ordenando y cocinando. También
quiero ayudar haciendo lo que sea posible. Voy a
trabajar de aquí en adelante ayudándote a ti y a toda
nuestra familia. Siempre he recibido mucho, ahora quiero
aprender también a dar.
Y la niña recordaba, con nuevo ánimo: puedo regar el
jardín, barrer el patio, cuidar del perro, secar el
servicio, dejar mis juguetes y mi ropa ordenada. ¡Voy a
tener mucho que hacer!
Tia Célia
Traducción:
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com