Las flores del jardín
Betty, una niña de nueve años de edad, muy belicosa,
vivía creando problemas a su compañeros y amigas. Un día
ella estaba sentada en un banco sin ganas de ir al
colegio.
Desanimada, abrió un libro al azar y clavó sus ojos en
el texto que decía: “Es muy triste sentirse sola;
debemos buscar esparcir el amor por donde vamos, para
que nuestro camino se asemeje a un jardín cubierto de
flores y de cariño. Siempre que tú tengas el impulso de
estropear las lindas flores de un jardín, piensa en cómo
quedará ese jardín sin flores para alegrarlo”.
Entonces, leyendo esas palabras, Betty reflexionó,
pensando en cómo, con su manera de actuar, había
estropeado lindos y floridos jardines, solo por el
placer de destruir las bellas flores que Dios había
mandado para colorear los jardines.
Pensando mejor, delicadamente, Betty extendió la mano
para tocas las lindas flores perfumadas y coloridas,
sintiendo la suavidad y belleza de aquellas plantas.
Entonces, la niña sonrió dulcemente, recordando que su
mamá siempre le decía: “Hija mía, no lastimes las
flores; son bendiciones que el Señor nos manda para
alegrar nuestras vidas”.
Así, pensando en su mamá, Betty no lastimó la flor como
le hubiera gustado hacer, apretándola en su mano. Ella
extendió el brazo y con delicadeza tocó la flor llena de
perfume.
Betty sintió ganas de acariciar la flor y, al hacerlo,
sintió un olor delicioso en su mano, acordándose de lo
que su mamá le había dicho.
Entonces, Beta recogió la flor a su corazón y,
acordándose de su mamá, con cariño llevó la flor a casa.
Al llegar, encontró a la mamá en la cocina, haciendo el
almuerzo.
Betty sonrió y se acercó a su mamá por detrás con la
linda flor en la mano.
La
mamá sonrió, respiró profundo y exclamó:
- ¡Qué delicioso perfume, hija mía!
¿Dónde
lo
conseguiste?
- ¡En un jardín, mamá!... Las flores son lindas y
perfumadas.
¡Me encanta!...
La mamá abrazó a su hija con cariño, y dijo:
- ¡Pues estas son las flores más perfumadas de las que
he podido sentir su aroma! ¡Y el más bello regalo que he
recibido de ti!
¡Muchas
gracias, hijita!
Y, abrazando a la niña con amor, completó:
- ¡Voy a guardar esta flor con mucho cariño, para
tenerla siempre conmigo para perfumar mi vida!
Ambas se abrazaron y Betty, feliz como nunca, vio que
era fácil ser agradable con las personas y mejorar las
relaciones. Y contó a su mamá la frase que había leído
en el jardín: “Siempre que tengas el impulso de
estropear lindas flores de un jardín, piensa en cómo
quedaría ese jardín sin flores para alegrarlo”.
Desde ese día, madre e hija nunca más tuvieron problemas
de relación.
MEIMEI
(Recibida por Célia X. de Camargo, en
9/01/2018.)
Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com