La mentira
Aunque no fuese rica, Clarinha era una niña a quien nada
le faltaba. Vivía en una casa confortable, tenía una
familia amorosa y, todo lo que deseaba, en la medida de
lo posible, su padre le compraba.
Pero Clarinha tenía un gran problema: la mentira.
Mentía a todo instante, para cualquier persona y en
cualquier ocasión. De tanto mentir, Clarinha no
conseguía parar más. La mentira se volvía un hábito en
su vida y cuando menos se esperaba, allá estaba ella
inventando cosas.
En verdad, ella sentía verdadero placer en eso y sus
ojos brillaban de satisfacción al inventar una historia.
Cierto día, Clarinha estaba en la escuela cuando un
vecino vino a preguntar si ella sabía del paradero de
sus padres.
Más que deprisa ella colocó la cabecita imaginativa para
funcionar:
- ¡Ah! ¡Sí sé! Papá y mamá fueron a visitar a mi tío
Joâo que está enfermo. ¿Sabe? Él está con un problema
terrible en el estómago y...
- ¿Y dónde vive tú tío João?
- Vive en la ciudad aquí cerca. No sé la dirección, pero
es proximo al supermercado.
El amigo de su padre le dio las gracias y salió
rápidamente, afligido.
Cuando Clarinha salió de la escuela, después de las
clases, fue para casa jugando por el camino, cogiendo
flores y parando para ver los escaparates de las tiendas
de juguetes.
Llegando cerca de su casa, notó un movimiento incomún.
Una gruesa cortina de humo cubría todo y los vecinos
intentaban apagar el fuego inútilmente.
Vio a sus padres sudando y cansados, que hacían
esfuerzos para retirar sus pertenencias del interior de
la casa en llamas. Con los ojos abiertos de espanto,
Clarinha preguntó:
- ¿Qué ocurrió, papá?...
Volviéndose para ella, él respondió con severidad:
- Cocurrió, hija mía, que tú madre olvidó el cable
eléctrico conectado y la casa pegó fuego. Nuestros
vecinos notaron que algo extraño estaba ocurriendo por
el olor a quemado que se esparcía alrededor, y no
sabiendo donde encontrarnos, te preguntaron a ti.
Clarinha, muy roja, bajó la cabeza avergonzada.
- Entonces, ¿fuímos a visitar a tu tío João que está
enfermo?
Tartamureando, Clarinha
procuró disculparse:
- Pa... papá, disculpa. ¡No pensé que fuese a causar
ningún problema!
- ¿“Algún problema”? Hija mía, ¿tú te das cuenta lo que
pasó con tu mentira? ¡Casi perdemos todo! Bastaría que
hubiéses dicho la verdad, esto es, que fuímos a un
lugar, cerca de la ciudad, para que gran parte del
problema fuese evitado. Aunque deseosos de ayudar,
nuestros amigos no consiguieron abrir la puerta, que
estaba cerrada. Si nos hubiésen encontrado antes, nada
de eso habría ocurrido.
- ¡Estoy tan avergonzada!...
- Espero que esto te sirva de lección, hija mía. Gracias
a Dios, perdimos sólo bienes materiales. Nuestra familia
nada sufrió – completó con un suspiro de alivio.
Con los ojos llenos de lágrimas, Clarinha prometió:
- Voy a intentar corregirme, papá. Nunca más diré una
mentira. De aquí en adelante quiero decir sólo la verdad.
Tía Célia
Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com