Especial

por Willian Diego de Almeida

¿La felicidad (no) existe?

Delante de los diversos acontecimientos “negativos” que han asolado la humanidad, miles de sujetos se encuentran sumergidos (cómo guerreros) en las sendas de las iniquidades que atraviesan el campo social. Tal situación hace parecer que la pregunta de arriba pasa de una simple pregunta, o de una simple duda, para volverse uma afirmación.

Y esa afirmación ha ganado fuerzas en nuestro día a día, justamente por recibir diversas informaciones basadas en ideas que nos llevan a pensar: ¡solamente dificultades están por venir! Y eso nos conduce, obviamente, a interpretaciones negativas, a los mal entendidos que se hacen acerca de la vida, tocando, inclusive, en lo que es (o puede ser) la felicidad. Se puede llegar hasta pensar que ella realmente no existe en una sociedad que está con heridas morales tan graves así.

Aún delante de todo ese negativismo, diversas sectas, religiones y doctrinas, como el propio Espiritismo1, parecen andar en “contramano” de esa pregunta que se hace afirmación en el día a día de las personas. Ahora, en “contramano” por el hecho de que mientras los acontecimientos insisten en colocar en nuestras mentes que la felicidad parece ser un estado inalcanzable, los fundamentos, las posturas intelectuales y morales, el conjunto de principios de esos campos, que creen en un ser superior, parecen apuntar para una certeza: ¡sí, la felicidad existe y ella puede ser alcanzada!

Pero a mi me gustaría llamar la atención para el Espiritismo, principalmente para dos puntos que, a mi ver, son fundamentales para sentir/vivir la tan aclamada felicidad: la responsabilidad que tenemos sobre nosotros mismos en relación a la vida y la relación del tener versus ser.

De cuño filosófico-religioso, la Doctrina de los espíritus nos hace pensar el propósito de esos dos aspectos, en cuánto ellos son significativos para comprender la propia existencia humana. Sólo podemos, pues, sentir/vivir la felicidad al conocernos (incluso un poco) nosotros mismos, nuestro sentido existencial.

Comencemos, entonces, por la responsabilización. Con el Espiritismo vemos cuánto es preciso encarar a nosotros mismos en relación a la vida y cuánto ese (auto)examen tiene el poder de transformar nuestro día a día, de cambiar el guión de nuestra historia. Tal vez sea por eso que Allan Kardec relata en la obra El espiritismo en su más simple expresión (2016, p. 26) que:

Con ese conocimiento [sobre el Espiritismo, sobre nuestra existencia, sobre nosotros mismos que] podemos saber cuál será nuestra condición de felicidad o de infelicidad en la vida futura, así como la causa de nuestros sufrimientos actuales, y la manera de aliviarlos.

En el recorrido del estudio espírita son realizadas serias discusiones emprendidas por Allan Kardec, subsidiadas por los Espíritus que, a lo largo de sus obras, desvelan, anuncian y denuncian, a la vez, un nuevo prisma: somos efectos de nuestras propias elecciones; es decir, somos arquitectos de nuestros destinos. Por eso que para transformarse es preciso, ante de todo, conocer (-se).

Luego, no podemos mirar para la vida que estamos de modo inocente; fuimos nosotros, con nuestras propias manos, que construimos nuestro presente. Presente que trae, de manera silenciosa, las sombras y luces de nuestras actitudes y elecciones realizadas en nuestro pasado. De tal modo, nuestro pasado se hace vivo en el presente, y es en nuestro presente, en el ahora, que construimos, sin duda, nuestro futuro.

Esa idea lanza luces en nuestras vidas, como proyectores con una intensa claridad que nos lleva a comprender la razón de nuestros afectos como también de nuestros desafetos, de nuestros sufrimientos y, así pues, de la felicidad. Por lo tanto, nada es por casualidad. No recibimos cosas buenas o cosas malas de la nada.

Luego, si somos efectos de nuestras propias elecciones (im) pensadas, es un absurdo imaginar que para ser feliz no tenemos responsabilidad alguna. Sí, nosotro tenemos. Si asumiéramos para nuestra vida que somos responsables por aquello que tenemos y por lo que cogemos no sería osadía ninguna decir que la felicidad es sí un estado alcanzable, una vez que depende de nosotros.

Y al asumir ese paradigma como una verdad, ya no seremos más “engañados” de que la felicidad nos será simplemente donada o encontrada en situaciones efímeras, a fin de cuentas: ¿Quién consigue recibir un salario (grandioso) antes de mucho trabajo? ¿Qué estudiante pasa en un examen y un concurso sin diversas horas de dedicación y estudio? ¿Cuál casa comienza su construcción por el tejado? ¿Qué corredor alcanza la línea de llegada con sólo un paso dado?

Somos los responsables por todo lo que conseguimos cautivar con nuestras actitudes rutinarias. Debemos, urgentemente, parar de culpar al otro (vecino, jefe, hermano, esposa, marido...) para asumir nuestra propia responsabilidad ante las dificultades de la vida. Tanto es que Allan Kardec, en la obra Que es el espiritismo (p. 151), respuesta de la pregunta 100, el codificador nos trae un esclarecimiento al decir que:

[...] Las almas que se manifiestan nos revelan sus alegrías o sus sufrimientos, según el modo en que emplearon el tiempo de vida terrena; en esto tenemos la prueba de las penas y recompensas futuras.

Ahora, esa ejemplificación está conectada con la idea de responsabilización de sí mismo, pero, con certeza, también tiene relación con el encarar a sí mismo, lo que son dos cosas completamente diferentes. Tal vez esta última pueda ser la cosa más difícil a hacerse.  

A esta altura es evidente que la felicidad sólo se consigue con mucho esfuerzo, con mucho cambio, pues es una construcción constante de nuestro estado interior. Y ese cambio no es en el otro, no es en el empleo; no está en la búsqueda de placeres desenfreados que sólo nos hielan las tristezas por un instante. Ese cambio está en nosotros, en elecciones mejores, en posicionamientos más afirmativos.

Y con esa mejoría en nuestro yo no ocurrirá más la tendencia de confundir momentos pracenteros - que sólo hacen justicia aquí en la Tierra – con la felicidad.  Quién sabe si es por esa razón que Allan Kardec afirma que la felicidad no es de este mundo, como lo hace en el Evangelio Según el Espiritismo, capítulo V, ítem 20 (2013, p. 92). Ahora, pienso que si los mundos regenerados representan la aurora de la felicidad perfecta, y aún estamos en la fase de expiación y pruebas, obviamente que la felicidad constante aún está por venir, pero compite a nosotros nos aproximemos cada día más a ese objetivo o de estacionar (KARDEC, 2013, p. 64).

Estaría yo, aquí, defendiendo la imposibilidad de ser felices en la Tierra. De manera alguna. Veamos a, Divaldo Franco, en el Programa Transición, del día 14 de noviembre de 2010, parte 1-2, nos ayuda a pensar acerca de ese punto diciendo que

[...] vivimos en un mundo relativo y la felicidad sería una grandiosidad permanente. Desde que vivimos en lo relativo, vivimos en lo inestable. La felicidad debe ser estable. ¿Pero porque, entonces, esa relatividad?  Porque confundimos placer con felicidad.

En esa explicación es posible analizar que la felicidad plena no es de este mundo, pero se inicia en él; ella no es sólo una promesa. Ella es real y puede ser alcanzada; sin embargo, solamente por aquellos que sean, mientras sean autores de su propia historia, conquistadores de ese estado.

Además de eso, Divaldo Franco continúa explicando que la confusión que hacemos entre placer y felicidad puede estar relacionada con la esclavización de nuestras ideas a cosas pasajeras. Ejemplo de eso es que, para muchos, la felicidad aún está relacionada al tener y al no tener: quiero tener éxito, quiero estar casado, quiero tener una casa grande, quiero tener un cuerpo bonito...

Aquí se adentra la cuestión del tener versus ser. Tenemos que alertarnos para eso a fin de no hacernos esclavos del tener (queremos tener un buen empleo, tener éxito, tener un amor, tener salud, tener una casa confortable, un coche, o sea, tener, tener, tener y tener) para comprender que necesitamos “ser” antes de tener.

Podemos adquirir todo lo que anhelamos, pero con una mirada sin educar para la esencia de la vida, si nos preocupáramos solamente con el tener obviamente estaremos lejos de generar el mecanismo al cual llamamos felicidad. Prueba de eso está nuestro día a día. El número de suicidas, de depresivos, de ansiosos está cada día más alto. Hay personas que tiene un coche maravilloso, una casa lindísima, una esposa o un marido cariñoso, pero que aún así no son felices.

Como un gesto que reeducación íntima, tal vez ese proceso tarde horas, días,  dos años y (re)encarnaciones, pero eso no importa.  No vamos a preocuparnos con la velocidad, más con la calidad. Tanto es que Allan Kardec nos ayuda a recordar en El Libro de los Espíritus (2004, p. 456), en los comentarios de la cuestión 798, que el progreso lleva tiempo; las cosas nunca van a ser modificadas de súbito.

La urgencia de una nueva forma de ver las cosas nos toca a la puerta. Vamos a avanzar, vamos a cambiar posturas, revaluar gustos, maneras, afectos. Pienso que nuestra forma de ver la felicidad cambiará también.

Digo más: no existe una receta específica para todo eso, pero existe un camino, una dirección. Jesús, los apostoles (y muchos otros que vinieron antes De él, que prepararon el terreno para su llegada), así como Kardec y muchos otros que surgieron tras el propio codificador, hicieron su parte para alertarnos. ¿Y nosotros? ¿Será que hacemos la nuestra?

Con el conocimiento acerca de la vida, de nuestra existencia, sumado a nuestra fuerza de voluntad, el “facilitador” de ideas, el Espiritismo, sirve como una brújula para apuntar posibles caminos que nos conduzcan a una manera de generar aperturas, de entrada en nuestra forma de mirar, después en nuestra conciencia para que, un día (no muy distante), volvamos realmente a la práctica de una mejor vivencia para con nosotros y, consecuentemente, para con el otro, es decir, con nuestro prójimo.

En suma, vamos alentarnos para esa responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y, por medio de eso, trabajar para alcanzar nuestra felicidad en las pequeñas cosas, para nuestra mejoría moral. Cuando uso el pronome posesivo “nuestra” es justamente en razón de que nadie sea el responsable por quién somos, pelo que sentimos y por lo que nos volvemos. Vamos a estudiar para crecer intelectual y moralmente.

Vamos a parar de sabotearnos, de boicotear nuestras propias oportunidades. Vamos a ser caritativos para con nosotros, reconociendo nuestros límites, liberándonos poco a poco de nuestras imperfecciones. De esa manera, además de desarrollarnos socialmente, será posible ver que la lucha por nuestros sueños no es vanamente y que, ciertamente, cada uno de nosotros puede ser mejor hoy de lo que fue ayer. Crea, ese sacrificio personal es intransferible, pero él va a ayudarnos a progresar, comenzando con la conciencia de que somos los héroes, pero también los verdugos de nuestra propia trayectoria. Y al asumir esa postura, sin depender psicológicamente del otro, la materialización de ese sentimiento divino que es la felicidad no estará más en las manos de nadie, en un momento o en un bien material; estará latiendo en nuestros corazones.

1 Apunto el Espiritismo con letra mayúscula por el hecho de reconocerlo, por encima de todo, como una ciencia, especialmente por los contornos, los trayectos de las investigaciones que fueron lideradas por Allan Kardec (pseudónimo).


Referências:

FRANCO, Divaldo. Felicidade. Disponível em:  https://goo.gl/QFKKGv. Acesso em: 12 jan. 2018.

KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. Disponível em: https://goo.gl/6RLReB. Acesso em: 12 jan. 2018.

______. O Evangelho segundo o Espiritismo: com explicações das máximas morais do Cristo em concordância com o espiritismo e suas aplicações às diversas circunstâncias da vida. 3. ed. Trad.: Guillon Ribeiro. Brasília: FEB, 2013

_______. O que é o Espiritismo. Trad.: Redação de Reformador. Brasília: FEB, 2013.

_______. O Espiritismo em sua mais simples expressão. Trad.: Milton Felipeli. São Paulo: Letras e Textos Editora, 2016.


 

Willian Diego de Almeida, profesor universitario, escritor y conferenciante espírita, reside en la ciudad de Bauru (SP).

 

Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com

 

     
     

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