“No basta casarse. Imperioso es saber para qué.”
(1)
Desde 1984, cuando tuvieron inicio en Brasil los
estudios estadísticos sobre el divorcio, el número de
separaciones sólo han aumentado. De 30,8 mil aquel año,
para más de 344 mil en 2016, según la más reciente
investigación del IBGE.
Un dato curioso de ese último levantamiento es que la
mayoría de las separaciones fue consensual. Si por un
lado eso es bueno, pues ahorra los desgastes del
litígio, por otro puede sugerir que ambas partes
posiblemente no se toleraban más, queriendo concluir
luego un ciclo de vida frustrado para comenzar uno nuevo,
con nuevas expectativas.
¿Por qué hay tantas separaciones entre matrimonios?
La relación conyugal es cosa bien compleja.
Características individuales, influencia de los hogares
de origen, compromisos reencarnatorios, y una infinidad
de motivaciones que surgen durante la convivencia,
pueden crear lazos duraderos entre la pareja o, en
muchos casos, promover un desgaste precoz.
Las separaciones son de todos los tiempos, pero es
innegable que el mundo moderno, extremadamente
artificial y superficial, las fomenta aún más. El
desarrollo científico-tecnológico trayendo facilidades y
también inutilidades, el deseo ansioso de “ser feliz” a
cualquier precio, las libertades excesivas, el
abastardamiento cultural generalizado, y otras tantas
razones, finalmente, vulgarizaran las relaciones y
aturdiran a la humanidad, que pasó a elegir valores cada
vez más inmediatistas y rasos, en vista de su
inhabilidad en el trato de la vida moral.
Tanto ayer como hoy, siempre sobraron disculpas para
justificar la ruptura de una relación conyugal. Y en la
lista de los motivos siempre faltaron comprensión,
tolerancia y respeto recíprocos.
Ahora, si a lo largo de las décadas, sentimientos que
daban alguna salud a la boda y garantizaban cierta
estabilidad conyugal y familiar fueron perdiendo
intensidad, y si, a la vez, la sociedad, cada vez más
inducida a la materialidad, adoptó comportamiento
egoísta pisado en la incredulidad de valores, era de
esperar que las relaciones entre las personas se
volvieran frívolas y sin profundidad.
Elementos de desconstrucción en los Espíritus
En una época en que la libertad sexual degeneró en
permisividad, la irresponsabilidad generó impacto
explosivo en el medio social e hizo crecer mucho índices
indeseables como los de las enfermedades sexualmente
transmisibles, violaciones, agresiones a la mujer y, de
entre otros, el del divorcio. Todo ese escenario ambíguo
fomentó elementos de desconstrucción en el espíritu de
los jóvenes de las últimas generaciones, que se criaron
en ese medio y que vienen devolviendo a la sociedad lo
que aprendieron.
Cierto que los tiempos son otros y la dinámica de la
vida se aceleró, pero aquellas etapas del
relacionamiento que antecedían a la boda y que ayudaban
a los jóvenes en el conocimiento recíproco son hoy
“saltos” sin ceremonia.
¿Eso puede contar en la columna de los prejuicios para
las relaciones conyugales? Tal vez.
Amor: ¿el motivo de las uniones?
Cuando se habla de boda, se recuerda el amor. Se presume
que ese sentimiento sea el motivo de las uniones. Muchas
ceremonias religiosas copian el Evangelio afirmando: “Lo
que Dios unió el hombre no separe” (Mateo, XIX: 3-9).
Pero, ¿qué unión se está celebrando? ¿Del alma o del
cuerpo?
Allan Kardec, tratando del asunto, pregunta en el
capítulo XXII de El Evangelio según el Espiritismo:
“¿En las condiciones ordinarias de la boda es tenida en
cuenta la ley del amor?”. (2)
Cuando el amor es el lazo que une la pareja, las cosas
del mundo realmente no tienen fuerza suficiente para
separarlo. Cuando se proyecta la construcción de una
familia, de un hogar, en bases sinceras y verdaderas,
las aflicciones de la vida y aún las muchas tentaciones
que surjan servirán solamente para madurar la unión.
Cuando el corazón y no el cálculo sella el compromiso de
vida a dos, se puede decir que Dios bendijo el
casamiento de almas.
Recurso paliativo para el fracaso
En las sociedades terrenas, en que las imperfecciones
morales son tan llamativas, no se podría evidentemente
desconsiderar el recurso del divorcio como paliativo
para uniones malogradas. Una pareja en conflicto que
desconoce el diálogo y vive sumergida en las influencias
de las pasiones menores corre el riesgo del agravamiento
de la propia situación. La convivencia torturada por la
incomprensión, por la aversión, por la inconstancia, por
la falta de respeto, puede generar actitudes impensadas
que acarreen perjuicios graves a la trayectoria
espiritual de los compañeros.
El divorcio es, por lo tanto, un recurso humano “que
separa legalmente lo que ya estaba separado de hecho”,
dice Allan Kardec.El divorcio libera de la convivencia
forzada a aquellos que se conectaron por frágiles
intereses, en que las consideraciones de orden
espiritual de la boda no fueron debidamente reflejadas,
o no son siquiera conocidas.
Sobre el tema Emmanuel afirma en el capítulo 11 del
libro En la era del espíritu, psicografia de
Chico Xavier: “Sin embargo, los días difíciles del hogar
recuerda que el divorcio es justo, pero en la condición
de medida articulada en última instancia”.
El casamiento es un deseo natural
Nada impide que una pareja separada rehaga su vida
conyugal con otras personas. Hay situaciones
insustentables que necesitan ser delineadas antes que lo
peor acontezca. Es bueno considerar, sin embargo, que
las uniones en la Tierra tienen, en su casi totalidad,
vínculos de obligación moral-espiritual entre los
compañeros. Verdaderos acuerdos son firmados entre los
cónyuges antes de reencarnar, con objetivo de rectificar
experiencias malogradas en el pasado y construir días
mejores. La rotura del compromiso asumido, no siempre
por causas justificables, transfiere para el futuro
obligaciones no cumplidas ahora.
La misma investigación del IBGE que indicó el
crecimiento de los casos de divorcio en Brasil apuntó
también un número de bodas poco menor que los años
anteriores. Según los investigadores, en periodos de
crisis “Es natural que las personas aplacen los planes
de boda”.
Sin embargo, la boda continúa siendo un deseo natural de
la inmensa mayoría. En El Libro de los Espíritus,
en la cuestión 695, consta que el casamiento “Es un
progreso en la marcha de la Humanidad”. Y allí mismo, en
la cuestión 696, Allan Kardec comenta con sabiduría: “La
unión libre y fortuita de los sexos pertenece al estado
de naturaleza. El casamiento es uno de los primeros
actos de progreso en las sociedades humanas porque
establece la solidaridad fraterna y se encuentra entre
todos los pueblos, aunque en las más diversas
condiciones. La abolición del casamiento sería, por lo
tanto, el retorno a la infancia de la Humanidad y
colocaría al hombre por debajo aún de algunos animales,
que le dan el ejemplo de las uniones constantes”.
(3)
Antes de pedir el divorcio, que cada uno haga un
autoanálisis de su responsabilidad en la situación y
busque encontrar, dialogando, salidas que tal vez aún no
hayan sido intentadas.
Referências:
(1)
Na era do Espírito, Espíritos Diversos, Herculano
Pires, Francisco C. Xavier. Capítulo 11, “Casar-se”
(Emmanuel), GEEM, SP.
(2)
O Evangelho segundo o Espiritismo, Allan Kardec.
Capítulo XXII, “Não separar o que Deus juntou”. LAKE,
São Paulo.
(3)
O Livro dos Espíritos, Allan Kardec. Livro
terceiro, cap. IV, “Casamento e celibato”. LAKE, São
Paulo.
- Revista espírita, Allan Kardec, julho de 1862,
“União simpática das almas”, Edicel, São Paulo.
- Jornal O Estado de São Paulo, “Uniões e
divórcios”, 15 de novembro, 2017.
- EBC – Agência Brasil: Divórcio cresce mais de 160%
em uma década (nov.2015).