Especial

por Cláudio Bueno da Silva

Casamiento y separación

“No basta casarse. Imperioso es saber para qué.” (1)

Desde 1984, cuando tuvieron inicio en Brasil los estudios estadísticos sobre el divorcio, el número de separaciones sólo han aumentado. De 30,8 mil aquel año, para más de 344 mil en 2016, según la más reciente investigación del IBGE.

Un dato curioso de ese último levantamiento es que la mayoría de las separaciones fue consensual. Si por un lado eso es bueno, pues ahorra los desgastes del litígio, por otro puede sugerir que ambas partes posiblemente no se toleraban más, queriendo concluir luego un ciclo de vida frustrado para comenzar uno nuevo, con nuevas expectativas.

¿Por qué hay tantas separaciones entre matrimonios?

La relación conyugal es cosa bien compleja. Características individuales, influencia de los hogares de origen, compromisos reencarnatorios, y una infinidad de motivaciones que surgen durante la convivencia, pueden crear lazos duraderos entre la pareja o, en muchos casos, promover un desgaste precoz.

Las separaciones son de todos los tiempos, pero es innegable que el mundo moderno, extremadamente artificial y superficial, las fomenta aún más. El desarrollo científico-tecnológico trayendo facilidades y también inutilidades, el deseo ansioso de “ser feliz” a cualquier precio, las libertades excesivas, el abastardamiento cultural generalizado, y otras tantas razones, finalmente, vulgarizaran las relaciones y aturdiran a la humanidad, que pasó a elegir valores cada vez más inmediatistas y rasos, en vista de su inhabilidad en el trato de la vida moral.

Tanto ayer como hoy, siempre sobraron disculpas para justificar la ruptura de una relación conyugal. Y en la lista de los motivos siempre faltaron comprensión, tolerancia y respeto recíprocos.

Ahora, si a lo largo de las décadas, sentimientos que daban alguna salud a la boda y garantizaban cierta estabilidad conyugal y familiar fueron perdiendo intensidad, y si, a la vez, la sociedad, cada vez más inducida a la materialidad, adoptó comportamiento egoísta pisado en la incredulidad de valores, era de esperar que las relaciones entre las personas se volvieran frívolas y sin profundidad.

Elementos de desconstrucción en los Espíritus

En una época en que la libertad sexual degeneró en permisividad, la irresponsabilidad generó impacto explosivo en el medio social e hizo crecer mucho índices indeseables como los de las enfermedades sexualmente transmisibles, violaciones, agresiones a la mujer y, de entre otros, el del divorcio. Todo ese escenario ambíguo fomentó elementos de desconstrucción en el espíritu de los jóvenes de las últimas generaciones, que se criaron en ese medio y que vienen devolviendo a la sociedad lo que aprendieron.

Cierto que los tiempos son otros y la dinámica de la vida se aceleró, pero aquellas etapas del relacionamiento que antecedían a la boda y que ayudaban a los jóvenes en el conocimiento recíproco son hoy “saltos” sin ceremonia.

¿Eso puede contar en la columna de los prejuicios para las relaciones conyugales? Tal vez.

Amor: ¿el motivo de las uniones?

Cuando se habla de boda, se recuerda el amor. Se presume que ese sentimiento sea el motivo de las uniones. Muchas ceremonias religiosas copian el Evangelio afirmando: “Lo que Dios unió el hombre no separe” (Mateo, XIX: 3-9). Pero, ¿qué unión se está celebrando? ¿Del alma o del cuerpo?

Allan Kardec, tratando del asunto, pregunta en el capítulo XXII de El Evangelio según el Espiritismo: “¿En las condiciones ordinarias de la boda es tenida en cuenta la ley del amor?”. (2)

Cuando el amor es el lazo que une la pareja, las cosas del mundo realmente no tienen fuerza suficiente para separarlo. Cuando se proyecta la construcción de una familia, de un hogar, en bases sinceras y verdaderas, las aflicciones de la vida y aún las muchas tentaciones que surjan servirán solamente para madurar la unión. Cuando el corazón y no el cálculo sella el compromiso de vida a dos, se puede decir que Dios bendijo el casamiento de almas.

Recurso paliativo para el fracaso

En las sociedades terrenas, en que las imperfecciones morales son tan llamativas, no se podría evidentemente desconsiderar el recurso del divorcio como paliativo para uniones malogradas. Una pareja en conflicto que desconoce el diálogo y vive sumergida en las influencias de las pasiones menores corre el riesgo del agravamiento de la propia situación. La convivencia torturada por la incomprensión, por la aversión, por la inconstancia, por la falta de respeto, puede generar actitudes impensadas que acarreen perjuicios graves a la trayectoria espiritual de los compañeros.

El divorcio es, por lo tanto, un recurso humano “que separa legalmente lo que ya estaba separado de hecho”, dice Allan Kardec.El divorcio libera de la convivencia forzada a aquellos que se conectaron por frágiles intereses, en que las consideraciones de orden espiritual de la boda no fueron debidamente reflejadas, o no son siquiera conocidas.

Sobre el tema Emmanuel afirma en el capítulo 11 del libro En la era del espíritu, psicografia de Chico Xavier: “Sin embargo, los días difíciles del hogar recuerda que el divorcio es justo, pero en la condición de medida articulada en última instancia”.

El casamiento es un deseo natural

Nada impide que una pareja separada rehaga su vida conyugal con otras personas. Hay situaciones insustentables que necesitan ser delineadas antes que lo peor acontezca. Es bueno considerar, sin embargo, que las uniones en la Tierra tienen, en su casi totalidad, vínculos de obligación moral-espiritual entre los compañeros. Verdaderos acuerdos son firmados entre los cónyuges antes de reencarnar, con objetivo de rectificar experiencias malogradas en el pasado y construir días mejores. La rotura del compromiso asumido, no siempre por causas justificables, transfiere para el futuro obligaciones no cumplidas ahora.

La misma investigación del IBGE que indicó el crecimiento de los casos de divorcio en Brasil apuntó también un número de bodas poco menor que los años anteriores. Según los investigadores, en periodos de crisis “Es natural que las personas aplacen los planes de boda”.

Sin embargo, la boda continúa siendo un deseo natural de la inmensa mayoría. En El Libro de los Espíritus, en la cuestión 695, consta que el casamiento “Es un progreso en la marcha de la Humanidad”. Y allí mismo, en la cuestión 696, Allan Kardec comenta con sabiduría: “La unión libre y fortuita de los sexos pertenece al estado de naturaleza. El casamiento es uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas porque establece la solidaridad fraterna y se encuentra entre todos los pueblos, aunque en las más diversas condiciones. La abolición del casamiento sería, por lo tanto, el retorno a la infancia de la Humanidad y colocaría al hombre por debajo aún de algunos animales, que le dan el ejemplo de las uniones constantes”. (3)

Antes de pedir el divorcio, que cada uno haga un autoanálisis de su responsabilidad en la situación y busque encontrar, dialogando, salidas que tal vez aún no hayan sido intentadas.

 

Referências:

(1) Na era do Espírito, Espíritos Diversos, Herculano Pires, Francisco C. Xavier. Capítulo 11, “Casar-se” (Emmanuel), GEEM, SP. 

(2) O Evangelho segundo o Espiritismo, Allan Kardec. Capítulo XXII, “Não separar o que Deus juntou”. LAKE, São Paulo.

(3) O Livro dos Espíritos, Allan Kardec. Livro terceiro, cap. IV, “Casamento e celibato”. LAKE, São Paulo.

- Revista espírita, Allan Kardec, julho de 1862, “União simpática das almas”, Edicel, São Paulo.

- Jornal O Estado de São Paulo, “Uniões e divórcios”, 15 de novembro, 2017.

- EBC – Agência Brasil: Divórcio cresce mais de 160% em uma década (nov.2015).

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita