Manos unidas
La familia reunida en torno de una mesa hacía el
Evangelio en el Hogar.
El tema de la noche era la Caridad y, después de la
lectura del texto evangélico, cada uno hizo su
comentario. La pequeña Sonia,
de cinco años
de edad, habló:
- ¡Papá, vi en la televisión que la Navidad está
llegando y las tiendas están llenas de juguetes!
- Sí, hija mía. Pero esa es una mala interpretación de
la idea de la Navidad, que debería ser dedicado a Jesús,
cuyo nacimiento conmemoramos el día 25 de diciembre –
esclareció Antonio.
Orlado, de ocho años de edad, se acordó:
- Además, hay mucha gente que no puede comprar regalos.
El otro día vi en el periódico que, por culpa de una
gran lluvia en una región, muchas familias perdieron
todo y están desamparadas.
La mamá, doña Clara, dijo llena de piedad:
- Tienes razón, hijo mío. Al lado de los felices del
mundo, también hay mucho sufrimiento y dolor que nos
corresponde aliviar. Aquí mismo, en nuestra ciudad,
existen barrios muy pobres donde las personas no tienen
qué comer, y mucho menos tendrán condiciones de pensar
en comprar regalos en Navidad.
El mayor, Ricardo, de 12 años de edad, que estaba muy
pensativo, propuso:
- La lección de hoy es sobre la Caridad, recordándonos
que necesitamos dividir lo que tenemos, ayudando a los
más necesitados. ¿Qué tal si partimos para la acción,
haciendo algo?
Satisfechos por ver que la semilla del evangelio
germinaba, los padres estuvieron de acuerdo:
- Muy bien pensado, Ricardo. ¿Qué sugieren ustedes?
- ¡Yo doy mi ropa vieja y algunos juguetes! – exclamó la
pequeña Sonia.
- Yo también voy a separar algo de ropa y juguetes.
Además, tengo zapatos y zapatillas que ya no me sirven –
dijo Orlando.
- ¡Perfecto! – afirmó Ricardo que, por ser el mayor,
parecía el jefe del pequeño equipo. Pero eso no basta.
Es poco. Necesitamos pedir ayuda a todas las personas
conocidas: vecinos, parientes, amigos, compañeros de
clase, profesores.
Los demás estuvieron de acuerdo y aplaudieron animados.
De las palabras pasaron a la acción y, en pocos días,
las donaciones comenzaron a llegar: eran productos
alimenticios, ropa, calzado, juguetes, remedios, libros
y hasta algunos utensilios domésticos y muebles.
Los papás llevaron a los niños a conocer los barrios más
pobres de la periferia y ellos volvieron sensibilizados,
llegando a la conclusión de que necesitaban más ayuda,
pues la cantidad de necesitados era enorme.
Ricardo fue a la emisora de radio local, que transmitió
su pedido de ayuda para la “Campaña Manos Unidas”, como
pasaron a llamarse, y la respuesta no tardó.
Llovieron donativos de todos lados, del campo y de la
ciudad, de los barrios más ricos y hasta de los pobres. Todos querían colaborar.
El día de Navidad, clausurando la “Campaña Mano Unidas”,
pusieron todo en un camión y fueron a llevar el
resultado obtenido a las familias necesitadas.
Una gran cantidad de personas que habían colaborado los
acompañó y todos estuvieron muy felices. Cada uno ayudó
como pudo, hasta vistiéndose de payaso, para distribuir
caramelos y alegrar a los niños.
Fue una gran fiesta. En el cierre, Antonio hizo una
oración, gradeciendo a Dios en nombre de todos, por las
bendiciones de ese día, en el que fue acompañado por una
multitud de personas de todos los credos religiosos.
Todos regresaron a sus hogares llenos de felicidad y
bienestar, especialmente la familia de Antonio, pues si
no fuera por el empeño de los tres niños, no habría este
año una Navidad realmente diferente y dedicada a Jesús y
a los menos afortunados.
TIA CÉLIA
Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com