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Procedimientos para
apartar a los malos espíritus -
Parte 1 |
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El lenguaje de los Espíritus es el verdadero critério
por el cual podemos juzgarlos.
Experimentad si
los Espíritus son de Dios. (I
Juan, 4:1)
Se esparcen los más dolorosos procesos obsesivos en toda
la Tierra... Multitud de criaturas sufren bajo el guante
terrible y cruel de la actuación invisible de los
Espíritus obsesores. Casos existen en que, si bien se
presenta de manera clara y ostensiva la influencia y
actuación de los Espíritus malos, los envueltos
permanecen – por ignorancia o preconcepto – escépticos
en cuanto a tales influencias... Y entonces, muchos
encarnados debidamente actuados por los agentes de las
tinieblas, tienen los más esdrújulos e incluso violentos
comportamientos sin que providencia alguna sea tomada
con relación a los obsesores que continúan actuando e
influenciando libremente.1
Jamás podemos olvidar o menoscabar la información
obtenida por Kardec en la cuestión 459 de “El Libro
de los Espíritus”: “... Ellos, (los Espíritus)influéncian
a los encarnados mucho más de lo que podemos imaginar,
ya que, de ordinario, son ellos que los dirigen”.
Nuestro querido médium y orador espírita fluminense Raul
Teixeira, cuenta en una de sus notables charlas el
diálogo que mantuvo (durante una reunión mediúmnica) con
un Espíritu enemigo de la luz que hizo una declaración
estremecedora: dijo el Espíritu que tenemos nosotros
(encarnados y desencarnados) un trabajo en común junto a
los enfermos en los dos planos de la vida. Sólo que
nosotros, los encarnados, retiramos a los Espíritus
sufridores de los lugares donde hasta entonces estaban
ocultados y los encaminamos para los departamentos de
auxilio y aclaraciones del Mundo Mayor, complaciéndonos
con eso; ¡considerando tal hazaña una verdadera victoria
contra las tinieblas! Pero ellos, (los enemigos de la
luz) no retiran de donde están, los Espíritus que les
caen en la red, especialmente si se trata de espíritas
en sus Instituciones: después de transformarlos en
agentes de sus intereses dispensados y malsanos,los
dejan dentro de las respectivas casas espíritas para
causar todo tipo de problemas a los verdaderos
trabajadores de Jesús.
¡Eso explica las enormes dificultades enfrentadas por
los acapamientos espiritistas de la actualidad, ya que
no son pocos, según declara el referido Espíritu, los
que son arrebatados para sus nefastos y sofocantes
dominios!...
"El orgullo, la labilidad, el descuido y la flaqueza del
hombre son lo que presta fuerza a los malos Espíritus”.
Esta es una información importante incluída en la
pregunta 498 de “El Libro de los Espíritus”.
Además, los procesos obsesivos e influenciaciones
espirituales de modo general, están asociados a la
aquiescéncia de quien les ofrece sintonía, ya que
todos los desvíos de las Leyes Divinas y las
deformidades morales actúan en el sentido de
facultar "plugs" de inducciones magnéticas,
facilitando el acoplamiento entre los componentes del
proceso obsesivo. Resulta de ahí el raciocínio lógico de
que el éxito del obsesor reside en el hecho de no
encontrar defensas y resistencias en su víctima, que, al
contrario, le ofrece toda reciprocidad exigida para el
nefasto y pernicioso proceso obsesivo.
Según Allan Kardec2, “(...) la intromisión de
los Espíritus engañadores en las actividades espíritas y
en especial en las comunicaciones escritas es una de las
mayores dificultades del Espiritismo; se sabe, por
experiencia, que ellos no tienen ningún escrúpulo en
tomar nombres supuestos, e incluso nombres respetables.
¿Hay medios de alejarlos? ¡Ahí está la cuestión! Ciertas
personas emplean, para ese fin, lo que se podría llamar
de procedimientos, quiere decir, sean fórmulas
particulares de evocación, sean especies de exorcismos,
como hacerlos jurar en nombre de Dios de que dicen la
verdad, hacerlos escribir ciertas cosas, etc...Conocemos
a alguien que, cada frase, sugerir al Espíritu para
firmar su nombre; si fuera la verdad, él escribiría el
nombre sin dificultad; si fuera el falso, él se
detendría inmediatamente, o en medio, sin poder
terminarlo; vimos a esa persona recibir las
comunicaciones más ridículas de parte de los Espíritus
que firmaban el nombre de préstamo con una firmeza
perfecta. ¡Pues bien! Declaramos nosotros que si algunos
Espíritus, un poco más escrupulosos, se detienen por la
idea de un perjúrio o de una profanación, hay los que
juran todo lo que se quiera, que firman todos los
nombres, que se ríen de todo, y afrontan la presencia de
las más venerables señales, de donde concluimos que,
entre lo que se puede llamar procedimientos, no hay
ninguna fórmula, ningún expediente material que pueda
servir de preservativo eficaz.
En ese caso, se le diría, no hay sino una cosa que
hacer, que la de parar de escribir. Este medio no sería
mejor; lejos de eso, sería peor en muchos casos.
Dijimos, y no podríamos repetirlo mucho, que la acción
de los Espíritus sobre nosotros es incesante, y no es
menos real porque es oculta. Si ella debe ser mala, será
más perniciosa aún por el hecho de que el enemigo estará
oculto; por las comunicaciones escritas, él se revela,
si se desenmascara, se sabe con quienes se tiene
relación, y se puede combatir. ¡Pero si no hay ningún
medio de alejarlo, ¿qué hacer entonces?! No dijimos que
no haya ningún medio, sino solamente que la mayoría de
aquellos que se emplean son impotentes; ahí está el
asunto que nos proponemos desenvolver.
No se puede perder de vista que los Espíritus
constituyen todo un mundo, toda una población que llena
el espacio, que circula a nuestro lado, y que se mezcla
a todo aquello que hacemos. Si el velo que nos los
oculta viniera a ser levantado, los veríamos, alrededor
de nosotros, ir, venir, seguirnos o evitarnos según el
grado de su simpatía; unos indiferentes, verdaderos
vagos del mundo oculto, los otros muy ocupados, sea
consigo mismos, sea con los hombres a los cuales se
unen, con un objetivo más o menos laudable, según las
cualidades que los distinguen. Veríamos, en una palabra,
el doble del género humano con sus buenas y sus malas
cualidades sus virtudes y sus adicciones... Esa
compañía, de la cual no podemos escapar, porque no hay
lugar tan oculto que sea inaccesible a los Espíritus,
ejerce sobre nosotros y con nuestro desconocimiento una
influencia permanente. Unos nos conducen al bien, los
otros al mal, y nuestras determinaciones, muy
frecuentemente, son el resultado de sus sugerencias;
felices somos cuando tenemos bastante lucidez para
discernir la buena o la mala senda a la cual buscan
arrastrarnos...
Una vez que los Espíritus no son otra cosa sino los
propios hombres despojados de su envoltório somático
grosero, sino las almas que sobreviven al cuerpo, de eso
resulta que hay Espíritus desde que haya seres humanos
en el Universo.
(...) La intromisión de los malos Espíritus en las
comunicaciones escritas no es un peligro del
Espiritismo, una vez que, si hubiera peligro, el peligro
existe sin eso, porque es permanente; he ahí que no se
podría mucho persuadir: es simplemente una dificultad,
pero de la cual es fácil triunfar tomándola
convenientemente.
Se puede primero colocar como principio que los malos
Espíritus no van sino allá donde alguna cosa los
atraiga; por lo tanto, cuando se mezclan a las
comunicaciones, es porque encuentran simpatías en medio
donde se presentan, o por lo menos lados débiles de los
cuales esperan aprovecharse; en todo el proceso, es que
no encuentran una fuerza moral suficiente para
repelerlos. Entre las causas que los atraen, es
necesario colocar en primera línea las imperfecciones
morales de toda naturaleza, porque el mal simpatiza
siempre con el mal; en segundo lugar, a muy gran
confianza con la cual se acoge sus palabras. Cuando una
comunicación acusa origen malo, sería ilógico de eso
deducir una paridad necesaria entre el Espíritu y los
evocadores; frecuentemente, se ven las personas más
honradas expuestas a los embustes de los Espíritus
engañadores, como ocurre en el mundo, personas honestas
engañadas por vellacos; pero cuando se está atento, los
vellacos no tienen qué hacer; es lo que ocurre también
con los Espíritus. Cuando una persona honesta es engaña-
por ellos, eso puede unirse a dos causas: la primera es
una confianza muy absoluta que la disuade de todo
examen; la segunda, que las mejores cualidades no
excluyen ciertos lados débiles que dan presa a los malos
Espíritus, ansiosos en agarrar los más
pequeños defectos de la coraza. No hablamos del orgullo
y de la ambición, que son más que defectos, sino de
cierta flaqueza de carácter, y, sobre todo de perjuicios
que esos Espíritus saben explotar hábilmente
lisonjeandolos, y, a ese respeto, toman todas las
máscaras para inspirar más confianza.
Las comunicaciones francamente groseras son las menos
peligrosas, porque no pueden engañar a nadie; las que
más engañan, son aquellas que no tienen sino una falsa
apariencia de sabiduría o de seriedad, en una palabra,
la de los Espíritus hipócritas y de los pseudosábios;
unos pueden engañarse de buena fe, por ignorancia o por
fatuidad, los otros no actúan sino por astucia. Veamos,
pues, el medio para desembarazarse de ellos: la
primera cosa es de inicio no atraerlos, y evitar todo lo
que pueda darles acceso. Las disposiciones morales
son, como vimos, una causa preponderante; más,
abstracción hecha de esa causa, el modo empleado no es
sin influencia.
Entre las causas que influyen poderosamente en la
cualidad de los Espíritus que frecuentan los círculos
espíritas, no se puede omitir la naturaleza de las cosas
de las cuales se ocupan. Aquellos que se proponen un
objetivo serio y útil atraen, por eso mismo, a los
Espíritus serios; aquellos que no tienen en cuenta sino
satisfacer una vana curiosidad o sus intereses
personales se exponen por lo menos a las
mistificaciones, si no tuvieran peores. En resumen, se
pueden retirar de las comunicaciones espíritas las más
sublimes enseñanzas, las más útiles, cuando se sabe
dirigirlas; toda la cuestión está en no dejarse prender
por la astucia de los Espíritus burlones o malevolentes;
ahora, para eso, lo esencial es saber con quien se
lucha.
Escuchemos primero, a ese
respeto, los consejos que el Espíritu San Luís ofreció,
en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, por
intermédio del señor R..., uno de sus buenos médiums.
Esta es una comunicación espontánea, que recibió un día
en su casa, con la misión de la transmitirla: "cualquiera
que sea la confianza legítima que inspiren los Espíritus
que presiden vuestros trabajos, hay una recomendación
que no podríamos mucho repetir, y que deberíais siempre
tener presente en el pensamiento cuando os entregáis a
los estudios: es de pesar y madurar, es someter al
control de la razón más severa todas las comunicaciones
que recibís; de no ser negligentes, desde que una
respuesta os parezca dudosa u obscura, en pedir las
aclaraciones necesarias para fijaros”. (Continua
no próximo número.)
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[1]
- KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 88.ed. Rio
[de Janeiro]: FEB, 2006, q. 459.
[2] - KARDEC, Allan. Revue Spirite. Setembro de
1859. Araras: IDE, 1993, p. 225 a 232.