El trabajador inconstante
Un hombre, que había escuchado hablar del mundo
espiritual superior, pasó a alimentar el deseo de
evolucionar para poder vivir allá, después de partir de
la vida terrestre.
Un día, recibió la visita de un buen espíritu que le
dijo que su deseo sincero de evolucionar haría que él
fuera ayudado y encaminado para perfeccionar sus
virtudes.
El hombre mostraba habilidades para trabajar con
esculturas. Así, los benefactores espirituales lo
llevaron a conseguir un trabajo junto a un viejo maestro
muy talentoso que hacía lindas y caras obras en mármol.
En poco tiempo, sin embargo, el trabajador-aprendiz
renunció, alegando que el maestro era muy arisco e
intratable.
Se cambió, entonces, a una oficina de objetos de madera,
para trabajar con un experimentado y famoso escultor.
Sin embargo, el empleo no duró mucho…
El recién contratado halló a su jefe muy exigente y
minucioso, pues este inspeccionaba hasta los mínimos
detalles.
En seguida, siempre con la ayuda de los buenos
espíritus, fue encaminado a emplearse para trabajar con
un obrero especializado en columnas de cemento,
construidas en fachadas de amplias e imponentes
construcciones.
Pero, nuevamente, no continuó por mucho tiempo empleado,
alegando que era muy agotador lidiar con el cemento
pesado y que él no estaba acostumbrado a cargas tan
grandes.
Muy pronto, encontró una oportunidad de trabajo en una
tienda de artículos de decoración. Ayudaba a otro
funcionario, más experimentado, en la confección de
arcos de globos, de flores y otros materiales,
utilizados en la decoración de fiestas, jardines y
ambientes refinados.
Transcurridos unos pocos días, sin embargo, abandonó
también este trabajo, afirmando que el compañero no
compartía con él lo que conocía del oficio y que
permaneciendo ahí estaría perdiendo el tiempo, cuando su
intención era la de evolucionar rápidamente.
Y así, de tarea en tarea, de taller en taller, el
candidato a la evolución decía que no encontraba la
situación adecuada para su desarrollo espiritual.
Los años pasaron y lo volvieron viejo. Llegó el día en
el que dejaría el cuerpo físico para volver al plano
espiritual.
Los buenos espíritus, que lo asistieron durante la
encarnación, fueron a su encuentro. Con cierta tristeza
en su mirada, uno de ellos le preguntó:
- Amigo, ¿por qué no te preparaste, adquiriendo las
virtudes que fueron programadas para ti, cuando estabas
en la Tierra?
El aprendiz respondió que solo había encontrado
exigencias, rudeza y amargura en sus experiencias
terrestres, y no había sido posible involucrarse mucho
con cada una.
El buen espíritu le explicó, entonces, que Dios había
permitido esas oportunidades para que él pudiera no solo
aprender el trabajo de escultor, sino también
desarrollar virtudes importantes para ser utilizadas
cuando el Señor lo necesitara en grandes tareas de ayuda
a la Humanidad, donde la humildad, la caridad, el
perdón, la disciplina, la resignación y la paciencia
fueran necesarias.
El trabajador inconstante comprendió entonces cuánto
podría haberse beneficiado, si hubiera aprovechado bien
sus experiencias.
En vez de lamentarse, sin embargo, renovó sus deseos de
evolución. Aprendió que necesitaba, además de buena
voluntad, de bastante determinación.
Ahora él tendría que esperar nuevas oportunidades, pero
estaría mucho más dispuesto al esfuerzo de la reforma
íntima, cuando ellas llegaran.
Adaptado del texto El Siervo
Inconstante(Jesús en el Hogar, de Chico
Xavier & Espíritu Neio Lúcio, Ed. FEB.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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