En todo, la coherencia es fundamental
Algunas semanas atrás, en una revista brasileña semanal
de gran prestigio en nuestro país, deparamos con dos
materias, casi lado a lado, enfocando dos temas de gran
actualidad y relevancia. La primera trataba del aborto y
sus nefastas consecuencias; la segunda, del suicidio y
su creciente incidencia entre los jóvenes.
Hay entre los dos temas un elemento común que es la
vida, un bien precioso que es necesario preservar y
defender siempre.
En el proceso evolutivo del alma, la experiencia en el
cuerpo transitorio es fundamental. Sin la reencarnación,
el alma no progresa y el propio planeta donde vivimos se
queda relegado a la estagnación.
El suicidio de una persona joven la excluye del proceso,
interrumpiendo momentáneamente su ciclo evolutivo y, por
lo tanto, consonante enseñan los instructores
espirituales, le será necesario empezar todo de nuevo.
El abortamiento de un niño, sea cual sea el periodo en
que ocurra, le frustra el cumplimiento de una existencia
generalmente meticulosamente planeada, interrumpiéndole
la caminata evolutiva y, de la misma manera, obligándola
a recomenzar.
Por causa de eso, esperábamos que la revista mencionada,
al mismo tiempo en que lamentó la expansión del número
de suicidios entre los jóvenes (lo que fue hecho),
deplorase las insistentes tentativas de despenalizar la
práctica del aborto en nuestro país.
Ha ocurrido, sin embargo, exactamente lo contrario de
eso, una vez que la revista dio enorme énfasis a la
opinión de un ciudadano que, bajo el pretexto de
defender la vida de la mujer, propone simplemente la
legalización del aborto delictuoso, práctica abortiva
que no presenta justificativa real para que sea
realizada.
La defensa de la mujer, cuando el embarazo implica
riesgo de muerte para la gestante, ya está acogida en la
legislación penal brasileña. Delante del dilema – salvar
la gestante que corre riesgo de morir o salvar el niño –
es obvio que el sentido común y no sólo la ley nos
indica cómo actuar.
Cuando el embarazo resulta de una violencia, la ley
también viene en socorro de la mujer y la misma medida
ha sido admitida, hace ya algún tiempo, en el ámbito del
Judiciario, en los casos de anencefalia.
Exceptuadas las tres hipótesis, no existen razones para
que se saque la vida de un niño, sólo porque ocurrió un
embarazo, aún indeseado, una vez que existen en gran
número recursos de naturaleza preventiva capaces de
evitar que la mujer se quede embarazada.
Aborto delictuoso es crimen y, como tal, de él deberemos
prestar cuentas.
Que nadie alegue
desconocimiento de eso, porque en un país que dice
adoptar mayoritariamente las enseñanzas cristianas nadie
ciertamente ignora que entre los diez mandamientos
recibidos por Moisés en el monte Sinaí uno de ellos
prescribe, de manera imperativa e incondicional “No
matarás”.
En todo en la vida la coherencia es fundamental, pero
esa virtud escapó a la revista y que la reportamos
cuando, al deplorar correctamente los casos de suicidio,
concedió espacio a los que defienden la legalización del
aborto de manera libre e injustificada, hecho que
constituirá lamentable retroceso en un país que parece
tener realmente perdido el rumbo.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br
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