Una lucha difícil y, a veces, sin gloria
Ya escuchamos conferenciantes diversos decir que la
lucha que trabamos en contra el hombre viejo que
habita en nosotros es, indubitablemente, de todas las
batallas, la más difícil. Difícil y, a veces, sin
gloria.
Pablo de Tarso, el primer y hasta hoy el mayor
divulgador del mensaje cristiano, se refirió al asunto
en más de una ocasión. Basta que leamos sus cartas
dirigidas a la comunidad cristiana para que nos
enteremos de eso.
Recordémoslas en tres diferentes momentos.
He aquí el primer mensaje, expreso en carta dirigida a
los Romanos:
Porque lo que hago no lo apruebo; pues lo que quiero eso
no lo hago, pero lo que aborrezco eso lo hago. Y, si
hago lo que no quiero, consiento con la ley, que es
buena. De manera que ahora ya no soy yo que hago eso,
pero el pecado que habita en mí.
Porque yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita
bien alguno; y con efecto el querer está en mí, pero no
consigo realizar el bien. Porque no hago el bien que
quiero, pero el mal que no quiero eso hago. Luego,
si yo hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, pero el
pecado que habita en mí. (Romanos 7:15-21) [La
negrita es nuestra.]
El bien que quiero hacer, no hago; el mal que deseo
evitar, ése yo hago – ésa es una confesión taxativa
firmada por el gran apóstol.
Entendamos por el término “Bien” la corrección
de las actitudes, la vida ejemplar, la práctica de la
virtud, el dominio de las inclinaciones infelices. Y por
el término “mal”, su opuesto: actitudes
indebidas, ejemplos nada edificantes, flaqueza delante
de las inclinaciones, de las tentaciones y de los vicios
en general.
Efectivamente, los ejemplos que conocemos muestran que
es notoria, en muchas personas, la dificultad en superar
un vicio que cause placer ilusorio y efímero. Y se
cuentan en gran número los que fracasan en la lucha en
contra el cigarrillo, el alcohol, la dependencia
química, el juego de azar o la sexo latría.
Años después, en un segundo momento, en carta enviada a
los Gálatas, Pablo nos revela notable progreso en esa
lucha:
Ya estoy crucificado con Cristo; y vivo, no más yo,
pero Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo
en la carne, la vivo por la fe del Hijo de Dios, lo cual
me amó, y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20) [La
negrita es nuestra]
No soy yo que vivo en mí, pero el Cristo – afirmativa de
Pablo, revelando que lograría transformar el hombre
viejo, con sus inclinaciones, vicios y tendencias,
en un nuevo hombre, que no sólo conocía y divulgaba la
buena nueva, sino también la vivía.
Esa experiencia victoriosa le dio fuerza y autoridad
para – en un tercer momento – proponer idéntico
comportamiento a los cristianos que lo oían,
representados entonces por los hermanos de Éfeso:
Y digo eso, y testifico en el Señor, para que no andéis
más como andan también los otros gentíos, en vanidad de
su mente. Entenebrecidos en el entendimiento, separados
de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos,
por la dureza de su corazón; los cuales, habiendo
perdido todo el sentimiento, se entregaron a la
disolución, para con avidez cometieren toda la impureza.
Pero vosotros no aprendisteis así a Cristo, si es que lo
tendéis oído, y en él fuisteis enseñados como está la
verdad en Jesús; que, cuanto al trato pasado, os
despojéis del viejo hombre, que se corrompe por las
concupiscencias del engaño; y os renovéis en el espíritu
de vuestra mente; y os revisteis del nuevohombre, que
según Dios es creado en verdadera justicia y
santidad.(Efesios 4:17-24) [La
negrita es nuestra.]
Que el ejemplo de superación y los consejos de Pablo
puedan repercutir en nuestra vida, convictos que somos
de que la lucha es ardua, difícil y, a veces, sin
gloria, pero vale la pena trabarla, caso queramos alzar
vuelo rumbo a la meta de la perfección que el Creador
trazó para todos nosotros.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br
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