frase de arriba es de nuestro entrevistado de hoy –
Nelson Bretanha (foto), de Araras (SP),
ciudad en la que nació. Bachiller y licenciado en
Psicología, bachiller y Máster en Física, trabaja
profesionalmente como profesor. Espírita desde 1999, es
un conferencista muy solicitado por el contenido de sus
enfoques, a la luz del Espiritismo y de la Psicología. Lo
entrevistamos sobre el tema de autodominio.
¿Cómo podemos clasificar el tema del autodominio, desde
el punto de vista psicológico?
El autodominio se refiere a la capacidad de administrar
y dirigir la voluntad hacia un propósito establecido.
Tiene relación con la coherencia interna. En otras
palabras, estar al mando de los diferentes planos
(cuerpo, energía, emociones y mente). Para ello es
fundamental volver a dar significado a las experiencias
archivadas en el subconsciente y tener claridad de los
objetivos existenciales, desarrollando una fructífera
vida interior.
¿Y desde el punto de vista espírita?
Para el espírita, la conquista del autodominio es la
tarea principal. Al reconocer el papel pedagógico de la
existencia, asumimos un sagrado compromiso de
crecimiento como seres humanos. En este mundo de
expiaciones y pruebas somos aprendices, buscamos el
desarrollo de las virtudes, es decir, la conquista de
nosotros mismos. ¿Y cómo realizar toda esta tarea sin
autodominio? Ese es el primer paso de la reforma íntima.
Así, definimos el autodominio como hacer lo necesario
para mantener la conciencia elevada, para permanecer
fieles al ideal de conquista y el desarrollo de las
virtudes. Por lo tanto, ¡el autodominio representa el
camino de la rectitud, de acuerdo con las enseñanzas del
Maestro Jesús (en las que se basa la Doctrina Espirita)!
También, es muy importante mencionar que constatamos que
este concepto es la base de algunas filosofías muy
nobles (siendo, por lo tanto, muy enriquecedor el
diálogo fraterno), como podemos observar en el Noble
Camino Óctuplo del Budismo.
¿Dónde están las mayores dificultades en los dos campos
de análisis?
Los mayores problemas residen en la constancia y la
perseverancia. Durante mucho tiempo condicionamos el
cuerpo, las emociones y la mente en la búsqueda de
placeres fugitivos, engañados de que así alcanzaríamos
la felicidad. De esta manera, la mente, esclava de los
apegos y placeres (frutos de las ilusiones y caprichos
del ego), se alejó del camino de la rectitud
(manifestación de las Leyes Naturales) y creó para sí
mismo un reino de fantasías. Por inercia, lo más cómodo
y agradable parece ser permanecer tal como somos. Pero
esa postura incomoda. Entonces, creamos máscaras y
subterfugios para apaciguar nuestro afán natural por
evolucionar. Inventamos justificaciones y nos deleitamos
en la victimización, huyendo de la auto confrontación.
Reconocer esos mecanismos de defensa y autoengaño, así
como saber cómo hacer frente al sufrimiento que deriva y
es inherente al proceso de autodescubrimiento, son las
habilidades que aún no tenemos. Ante este cuadro, nos
retraemos, vivimos un largo y repetitivo ciclo de
intentos y deserciones.
¿Por qué nos esclavizamos tanto a los condicionamientos
que nos vamos permitiendo?
Los factores son variados y presentan diferentes matices
para cada ser. Podemos citar algunos aspectos:
inseguridad, carencia emocional y, sobre todo,
satisfacción y afinidad con respecto a los
condicionamientos. Podemos constatar que, si todavía
alimentamos un vicio, no importa su naturaleza, esto
significa que, en algún nivel, incluso si está velado a
la conciencia, nos gusta y nos conviene. De esta manera,
nuestra mente desarrolla subterfugios e ilusiones que
tergiversan la realidad para acomodar tales
condicionamientos en una nueva estructura de
pensamiento, dándonos la impresión de un cambio o
superación que de hecho no se ha producido. Solo nos
justificamos y enmascaramos nuestros conflictos,
manteniendo los viejos condicionamientos que
racionalmente queremos superar, pero que todavía nos
complacen.
¿Podemos elaborar un ejercicio de autodominio? ¿Cómo
sería en la práctica?
Ciertamente podemos y debemos ejercitarnos. Así como
fortalecemos y desarrollamos la musculatura, debemos
fortalecer y desarrollar la mente. Sin embargo, no soy
un adepto de las recetas. Creo que esa conquista es
única para cada ser. Por otro lado, encontramos leyes
generales que nos orientan en este proceso. El primer
punto es entender que no podemos tener dominio sobre
aquello con lo cual nos identificamos. Por lo tanto, si
me identifico con la mente no tendré dominio sobre ella
(lo mismo ocurre con los otros planes del ser). La mente
es el mecanismo más complejo y poderoso de la
manifestación del espíritu, y debe estar sometida a su
voluntad soberana, al propósito superior de desarrollo
de virtudes. Después de esta constatación y comprensión
plena, dirigir los esfuerzos (perseverancia y
constancia) para que la mente, agente del Espíritu,
oriente y pase los designios a los otros planos
(emociones, energías, cuerpo). Para ello, también
debemos constatar que nuestros gustos y hábitos no nos
definen (no están cristalizados), deben ser cambiados
para ser coherentes con nuestro propósito de vida.
¿Cuáles son los principales beneficios del control sobre
sí mismo?
¡Los beneficios son innumerables! El autodominio
proporciona la coherencia necesaria para recoger de las
experiencias y reflexiones el inestimable
autoconocimiento, además de proporcionar la lucidez
indispensable para el desarrollo de las virtudes a
través de la perseverancia y la constancia. Como
argumentamos, es la condición sine qua non para
la reforma íntima. La disciplina que se deriva del
autodominio favorece el desarrollo de la paciencia y la
compasión, así como permite la conquista del
conocimiento (estudio constante). En última instancia,
el beneficio del autodominio es la paz.
A la luz del Espiritismo, en ese esfuerzo de
crecimiento, ¿cómo contribuye eso a la mejora general de
la sociedad?
¡La mayor caridad que podemos ofrecer al mundo es
realizar nuestra reforma íntima! La contribución es
incalculable, todos debemos tener un centro espiritual
en nuestras vidas, alrededor del cual orbitan todos
nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Así,
podemos efectivamente hablar de ética, respeto y amor al
prójimo. Actuamos por virtudes y no por entrenamientos
sociales, ahí está el nuevo paso, el triunfo. Más que
actos desconectados y aislados, desarrollamos un
principio, fundamento, que guía nuestras elecciones, es
decir, construiremos una vida de rectitud y alineamiento
con las Leyes Divinas. Así, por el testimonio y los
ejemplos elevamos la conciencia de cuantos buscan la
renovación íntima, nos convertimos en Luz sencilla y
humilde que trae aliento, esperanza y fe a un mundo
todavía inmerso en la confusión, el miedo y la
ignorancia. Todo aquél que da un paso en dirección a la
evolución, inevitablemente revela al mundo que todos
también pueden hacerlo. Depurar los gustos, elevar los
pensamientos y sentimientos todo esto por sí solo,
aunque sea realizando por solo un ser, impulsa a toda la
humanidad a lo más alto. ¡Somos interdependientes!
¿Y dónde queda la vieja cuestión del egoísmo, de los
apegos y vanidades frente a ese esfuerzo?
Simplemente se disuelven ante la conquista de nosotros
mismos. La Verdad nos hará libres, orientó el Maestro. Y
la verdadera libertad es la superación de estos
grilletes, frutos de la ilusión. Tener la mente lúcida
nos permite distinguir lo que es real de lo que es no
permanente (ilusión). Empezamos a construir sobre la
roca de la fraternidad y ya no sobre la arena de la
separación. A partir del autoconocimiento, comprendemos
mejor la vida y a los demás. El apego, fruto del miedo y
la carencia, ya no es necesario para la mente que está
llena de uno mismo, llena de lo divino. Nos convertimos,
de esta manera, naturalmente generosos, pacíficos,
pacificadores y humildes. Porque, todo esto, está
latente en nosotros, ese estado de ser es el
cumplimiento de la Voluntad de Dios, exactamente de
acuerdo con las Bienaventuranzas del Sermón de la
Montaña.
Sus palabras finales.
Agradezco inmensamente la oportunidad. Dejo al lector
amigo mis sinceros votos de paz. Que nuestro amado
Maestro nos ilumine la mente y el corazón, inspirándonos
al estudio y a la conquista de nosotros mismos.