Tema: Influencia espiritual
El jardín de Lucas
Lucas no quería ir más al colegio. Normalmente, le
gustaba las clases porque podía
encontrarse con sus amigos. Pero,
recientemente, estaba siempre triste.
Ya no tenía ganas de jugar pelota, ya no quería jugar,
ni conversar con sus compañeros. Pasaba
el recreo sentado, solo.
En casa también estaba diferente, siempre aislado, no
quería conversar con nadie. Un día su mamá Ana,
preocupada por su hijo propuso:
- Querido, ¿vamos a invitar a algunos amigos para que
vengan a casa, el sábado, para que jueguen?
- ¿Qué amigos, mamá? No tengo amigos. ¡A nadie le
agrado!
- ¿Cómo así, hijo? ¿Por qué dices eso?
Ana entonces empezó a recordar varios sucesos ocurridos
entre Lucas y sus amigos.
Pero Lucas no se convencía. Aun sabiendo que lo que su
mamá le decía era verdad, en su cabeza ese pensamiento
se repetía: “no le agrado a nadie”.
Después de mucha conversación, Lucas admitió que no
tenía motivos para pensar eso, pero ese pensamiento era
insistente y lo dejaba muy triste.
- Hijo, has estado yendo a las clases de evangelización
en el centro espírita y sabes que nuestra mente, además
de emitir pensamientos, también puede captar
pensamientos de otras mentes que estén sintonizadas con
la nuestra. Esos pensamientos que surgen, sin ningún
motivo real, pueden ser sugestiones de espíritus
infelices, que te están perturbando. Necesitamos
cuidarnos de eso.
Lucas comenzó a pensar que su mamá podría tener razón.
- Mamá, cuando me pides que arregle mi cuarto, o que me
apresure para no llegar tarde, ya escucho este
pensamiento: “no le agrado a ella”. Pero yo sé
que eso
no es verdad.
- Claro que no, al contrario; si me preocupo por ti es
porque te amo y mucho – dijo Ana, abrazando a su hijo.
La tarde pasó. Después
de que Lucas había terminado la tarea de la casa, Ana lo
llamó al jardín.
- ¡Hijo, ven acá! Quiero mostrarte una cosa. ¿Ves esta
maceta? Quiero que me digas a qué se parece.
La maceta necesitaba cuidados, las malas hierbas ya
estaban muy grandes y se habían expandido. Lucas miró a
su mamá sin entender.
- Esta maceta es como nuestra mente. ¿Estás viendo estas
malas hierbas? – dijo ella y arrancó una de ellas,
mostrando sus raíces. – Podemos compararlas con nuestros
malos pensamientos. Esos que nos dejan tristes o con
rabia. Si los dejamos
vivir en nuestra mente por mucho tiempo, ellos crean
raíces. Y roban el espacio de los buenos pensamientos.
Ana señaló hacia a una canasta, al lado de la maceta.
Esta estaba llena de retoños de flores.
- Entonces nosotros tenemos que llenar nuestra mente con
buenos pensamientos, así como cultivamos flores en la
maceta. Quiero que escojas una flor para colocarla en el
lugar de estas pequeñas matas. Mientras haces eso,
quiero que escojas un buen pensamiento para cambiar esa
idea de que no le agradas a nadie.
Lucas comenzó escogiendo un bonito girasol de la
canasta. Arrancó una de las malas hierbas y plantó el
retoño en su lugar. Mientras trabajaba con las flores,
pensaba en sus experiencias felices hasta que escogió
una y dijo:
- ¡Ya sé! Cuando esté triste, voy a recordar mi fiesta
de cumpleaños. Todos mis amigos estaban ahí, y toda mi
familia también. Me gustó mucho la hora que me cantaron
“feliz cumpleaños”. ¡Y los regalos! ¡Y los juegos! ¡Y
los dulces! ¡Es un recuerdo muy bonito que tengo, mamá!
Ana sonrió y estuvo de acuerdo con su hijo, viendo el
alivio en sus ojos. Y abrazó a Lucas con cariño,
diciendo:
- Cada vez que pienses que no le agradas a nadie,
cámbialo por ese recuerdo. Y te vas a sentir mucho
mejor. ¡Mira qué bonita quedó la maceta! – dijo ella
satisfecha.
Al día siguiente, Lucas puso el consejo de su mamá en
práctica. Siempre que ese mal pensamiento surgía, él
inmediatamente pensaba en su fiesta de cumpleaños y
se alegraba. A veces no era fácil. Necesitaba esforzarse
para concentrarse en el
pensamiento bueno y no terminar repitiendo el
pensamiento malo.
Pero con el pasar de los días Lucas fue observando que
estaba funcionando.
También comenzó a percibir más los gestos de amistad de
sus amigos. Y hallar normal cuando alguien tenía algo
más que llamaba la atención, que no fuera él.
- Lucas, ¿quieres ser de mi equipo hoy? – dijo su amigo
Juan, a la hora del recreo. – Ayer me quedé en el otro
equipo porque Cayo ya me había llamado, pero hoy quiero
jugar contigo.
Lucas mostró una sonrisa:
- ¡Sí quiero! Vamos a llamar a Paulo también.
Nuestra mente es un jardín, donde nosotros somos los
jardineros. Así como fertilizamos las plantas que
queremos que crezcan, debemos alimentar los buenos
pensamientos para que nuestra vida florezca.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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