La violencia de todos los grados corrompe las conquistas
sociológicas de este siglo. Irrumpe en todos los níveles
de la sociedad, manifestándose en múltiples magnitudes.
Leemos un periódico, una revista; asistimos a la
televisión y la bestialidad es obstinadamente difundida,
sea por las noticias, por los documentales, sea por las
películas (inclusive diseños “infantiles”), por los
programas de auditorio cada vez más oscuros en términos
de valores éticos.
La ferocidad del hombre civilizado tiene sus raíces
profundas y vigorosas en la selva negra y espesa de la
violencia. El homo brutalis tiene sus reglas:
subyugar, humillar, torturar y matar. Actualmente (con)
o (sobre) vivimos delante múltiples características de
brutalidades humanas que muchas veces indican acciones
organizadas de jóvenes que obran en grupo contra el
patrimonio material e individuos, comunmente unidos a
las cuadrillas (bandas) que demarcan territorios.
Medidas activas para abreviar la violencia
En Brasil el homicidio es el crimen más común. Más allá
de los asesinatos, el tráfico de drogas, guerras de
bandas, inestabilidad política, corrupción y la pobreza
influencian en la alta violencia en las ciudades. La
deficiencia administrativa del Estado forja los líderes
del crimen que "gobiernan" las comunidades con sus
propios "códigos de leyes". En base a eso, es importante
que todo gobernante invierta en proyectos de asfalto de
calles, ampliación de la iluminación pública,
recuperación de las plazas, construccione de escuelas y
puestos de salud, control de los horarios de los
establecimientos que venden bebidas alcohólicas en los
locales más afectados por la criminalidad.
Son medidas eficaces (aunque aun paliativas) para
reducir la barbarie de la violencia urbana. Porque todos
tememos la violencia, obviamente. Muchos sobresaltados
ciudadanos levantan gigantes y altos muros “adornados”
de concertinas y cables electrificados alrededor de sus
residencias, intentando manter la “paz” doméstica.
Contratan seguridades para proteger sus empresas y sus
hogares. Instalan equipamientos sofisticados de vídeos
que los alerten de la llegada de eventuales usurpadores
de sus bienes.
Violencia íntima
Los guantes de la brutalidad continuan fermentando
competiciones inmundas en las nuevas estructuras
socioculturales. La prueba histórica de eso está, hoy,
delante de nuestros ojos, en la eclosión de violencias
en todos los níveles del mundo contemporáneo, sobre todo
contra ancianos, mujeres y niños.
Eso sin hablar de otro tipo de violencia a la que
ofrecemos poca atención: es la que está instalada dentro
de cada uno de nosotros. Violencia íntima, que algunos
alimentan, diariamente, concediendo que ella se vuelve
animal hambriento. Estamos en una conyuntura de nueva
antropofagia, superestimada y refinada por las técnicas
de luchas de arenas, como si fuesen deportes de modernas
concepciones
Educación y sumisión a Dios
Hoy, en la era de la tecnología, los instrumentos de
opresión, tortura y aniquilamiento, de que el hombre
dispone, alcanzán el clímax en base de su máximo
refinamiento. Una legítima educación es aquella en que
los poderes espirituales rigen la vida social. Todavía,
el "hombre contemporáneo" y que se dice "civilizado" se
envanece con su capacidad de subyugar a los otros, de
mandar, de imponer miedo, cuando el ideal sería enseñar
a su prole el respeto humano y la sumisión a Dios.
La degradación moral del “hombre contemporáneo” abrió
las compuertas de la violencia, represada debilmente por
las barreras artificiales de la intrigante
“civilización”. Esa deformación de la mente y el
envilecimiento de la conciencia deshumanizará al propio
“homo sapiens”, artificializado por la violencia en su
método de acción, justificado por su valor personal,
para el reconocimiento de su poder, que, imperiosamente,
lo embriaga y lo ha llevado a excesos peligrosos.
Espiritismo como pilar robusto para la pacificación
social
Analizando este cuadro, queda explícita la condición de
nuestro mundo de expiaciones y pruebas, que se
caracteriza por el "dominio del mal". Es necesario que
identifiquemos, con más profundidad, los agentes
determinantes de ese proceso, para poder intervir con
racionalidad en nuestra esfera de acción.
Quien estudia el Espiritismo, y se esfuerza por
practicar sus preceptos, se ve mejor instrumentalizado
para la vida en sociedad en los tiempos atribulados en
que vivimos, encontrando conceptos lógicos y racionales
para el entendimiento de la vida en una visión
evangélica consciente.
Es cierto que la sociedad de hoy no está reducida a
ruinas irrecuperables. De este modo, el espírita digno
es llamado a la función de la viga robusta, susceptible
de mostrar que no todo se perdió. A pesar de tener la
impresión que la Humanidad yace en proceso de
desagregación, creemos que el espírita leal es invitado
a guardarse por célula sana, capaz de abrir camino a la
recuperación del organismo social.
El espírita honrado, donde surja la destrucción, se
convierte en apelo al rehacimiento; donde surja la
indisciplina, se hace soporte del orden y, donde labre
el pesimismo, se levanta, de inmediato, por mensaje de
esperanza. Por eso, la solución que la Doctrina Espírita
presenta para la violencia es la educación en su amplio
aspecto. El Espiritismo, esencialmente educativo, nos
conclama al amor y a la instrucción que podrán formar
una nueva mentalidad entre los homens.
La regla áurea del amor habrá de prevalecer en el mundo
hoy aun regido por el pretexto de la violencia. En el
conjunto de providencias de los Espíritus Superiores, el
Espiritismo asumirá su espacio, definitivamente. Eso
equivale a afirmar que esa posición sui generis del
Espiritismo permitirá preparar al hombre actual para una
existencia normal y digna en el futuro, desde que los
espíritas permanezcan vigilantes y cautelosos.
El Modelo y Guía en el interior social
Jesús permanece el Modelo y Guía, por eso se vuelve
imprescindible practicar el Evangelio en los varios
sectores de la sociedad, contribuyendo con la parcela de
mansedumbre para pacificarla. Solamente la experiencia
del Evangelio puede establecer las bases de la
concordia, de la fraternidad y constituir los antídotos
eficaces para minimizar la violencia que aun avasaya la
Tierra.
Los postulados espíritas son antídotos para la
violencia, ya que quien lo conoce sabe que no podrá
eximirse de sus responsabilidades sociales, sabiendo que
su futuro será una derivación del presente. El
espírita-cristiano debe armarse de sabiduría y de amor,
para atender a la lucha que viene siendo desencadenada
en los escenarios sociales en general, provocar a la
concordia y al perdón, en cualquier coyuntura anarquica
y perturbadora de la vida moderna, pues cuando la
sociedad ora, Jesús se demora en el interior social.
En síntesis
Las Casas Espíritas, como Puntos-Socorros espirituales,
mucho pueden contribuir en el trabajo de prevención y
auxilio a las víctimas de las violencias, en las dos
dimensiones de la vida, a través de medidas que los
incentiven al estudio de las Leyes de Dios.
El Centro Espírita, más allá de estimular a la práctica
del Evangelio a comenzar en el Hogar, ofrece recursos
socorristas de tratamiento espiritual: pase,
desobsesión, agua fluidificada, atendimiento fraterno
(trabajo asistencial que enseña el diálogo, la
orientación, el acompañamiento y el esclarecimiento, con
fundamentación doctrinaria a todos, indistintamente).
Siendo así, intensifiquemos y perfeccionemos cada vez
más las acciones de orden preventiva y terapéutica, ya
en curso en nuestras Casas Espíritas, que en los casos
de mayor gravedad de las víctimas de las fieras de
las selvas de piedra, las encaminemos a las
instituciones espíritas de socorro específico, clínicas,
sanatorios, hospitales, etc.
Que las Instituciones Espíritas estén siempre en
sintonía con las enseñanzas de las Obras Básicas y Obras
complementarias y su propósito de armonizar la vida
social en la Tierra y bien concurrir para la ascensión
espiritual de la criatura humana a las fajas superiores
de la vida.