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Cierto día, un Águila
recorría el espacio con
sus enormes alas,
buscando, con ojos
vigilantes, alimento
para sus polluelos que
había dejado en el nido,
entre las ramas de un
gran árbol, al abrigo de
los peligros.
De repente, la poderosa
ave, planeando más cerca
de la tierra, observó
que una palomita trataba
de salvar sus polluelos
de las garras de
|
un
Buitre
hambriento.
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La Paloma agitaba las
alas y piaba,
angustiada, al ver que
el Buitre se acercaba a
su nido. Pero, antes de
que llegara cerca de los
polluelos de la Paloma,
la gran Águila vio su
desesperación, lo que
iría a pasar y, con gran
piedad, pensó: “¿Y si
fueran mis polluelos los
que estuviesen en
peligro? ¡Quedaría muy
agradecida a quien los
salvara!”
Entonces, el Águila se
lanzó en picada rápida,
llegando a tiempo para
impedir que el Buitre se
acercara a las palomitas
recién nacidas.
La mamá Paloma, viendo
al Águila que iba en
dirección a su nido,
abrió sus alas con miedo
en un gesto de rápida
defensa de sus
polluelos.
Sin embargo, el Águila,
al acercarse al nido, no
atacó a las palomitas,
como la mamá Paloma
había imaginado. Se dio
vuelta y espantó al
temible Buitre,
obligándolo a volar
lejos, con miedo.
Al ver al Águila
defender su nido, la
mamá Paloma quedó muy
agradecida y gorjeó:
- ¡Doña Águila, muchas
gracias por haber
defendido a mis
polluelos! ¡Usted sabe
que, contra un Buitre,
somos débiles y no
tenemos cómo
defendernos! ¡Muchas
gracias!
El Águila, apoyada en
una rama cercana, le
aconsejó:
- ¡Doña Paloma, tenga
mucho cuidado con aves
como esas!
Son peligrosas y están
siempre buscando comida,
que, en esta época, no
es fácil de encontrar.
- Exactamente por eso,
Doña Águila, que le
estoy muy agradecida. Si
quisiera, no tendría
problema en llevarse a
mis polluelos. ¡Sin
embargo los salvó!
El Águila se despidió y
levantó vuelo, contenta
de haber podido ayudar.
Doña Paloma, ahora más
tranquila, se acercó a
sus polluelos,
abrazándolos con sus
alas, aliviada y feliz
por estar todos juntos y
seguros.
Algunos días después,
Doña Paloma estaba
nuevamente buscando
comida para sus
polluelos cuando vio una
gran ave, muy extraña,
de enorme pico y muchos
colores. Como nunca
había visto nada
parecido, se asustó
mucho y lanzó gritos:
- ¡No se acerque!
¡Váyase, este no es su
lugar! ¡Nunca la vi por
aquí!
Entonces, la inmensa
ave, moviendo su enorme
y extraño pico,
respondió:
- No se preocupe, Doña
Paloma. ¡No voy a
hacerles ningún daño!
Usted no me conoce
porque soy de una
familia de Tucanes y
llegamos hace poco a
esta región. Venimos de
lejos y tengo polluelos
que tienen hambre.
¡Necesito encontrar
comida para ellos!
¿Podría decirme dónde
puedo encontrar
alimentos?
Doña Paloma, escuchando
aquello,
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entendió
que Doña
Tucán no
representaba
um
peligro
para
ella y,
acordándose
de la
ayuda
que
recibió
de Doña
Águila,
decidió
ser
generosa
también
con mamá
Tucán y
preguntó:
|
- ¿De qué se alimenta su
especie?
La mamá Tucán explico
que comían insectos,
lagartijas y también
muchas frutas.
Entonces, Doña Paloma le
explicó dónde podría
encontrar lo que
necesitaba.
La
mamá Tucán, agradecida,
le dijo:
- ¡Muchas gracias, Doña
Paloma! No sabe cuánto
le agradezco por la
ayuda que me dio. ¡Si
pudiera serle útil de
alguna forma!...
La Paloma, acordándose
de la generosidad de la
Águila, respondió:
- ¡Es fácil! Si se
encuentra con alguien
que también necesite
ayuda, haga lo mismo con
ella y será muy
bendecida.
Doña Tucán mostrándole
que entendía, afirmó:
- ¡Doña Paloma, yo la
considero una amiga y,
si algún día necesita
algo, o sepa de alguien
que lo necesite, puede
contar conmigo!
Ellas se abrazaron,
satisfechas, y cada una
se fue por su lado, con
la certeza de que serían
amigas para siempre.
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
8/2/2016.)
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