No caben em la actividad
doctrinaria o artística
los buás, glá-glá,glás,
cof, cofs, ti-ti-tis y
trim-trins: es
onomatopeya(1)
demasiado estorbando la
tarea
Habíanse pasado algunos
días del carnaval de
1969 o 1970 cuando
Concepción, prima de mi
madre, llegó allá en
casa para una visita. Yo
era niño, pero me
acuerdo que uno de los
asuntos llamó mi
atención. Concepción
contó, indignada, un
hecho que había
presenciado durante el
desfile de bloques y
escuelas de Petrópolis
(RJ), donde vivimos. Una
niña de unos cuatro años,
tonta de sueño, pedía
encarecidamente a la
madre para ir para la
casa. Y la madre, un
tanto molesta, decía: -
¡Espera ahí!
¡Está casi acabando!
Y la niña, desgraciada,
loca por una camita,
sentada somnolienta en
medio de la acera y
siendo gracias por la
madre a quedar en medio
de una montaña de gente
adulta, por la noche y
teniendo como carril
sonoro el alarido de un
desfile carnavalesco.
Concepción halló aquello
una falta de cariño para
con la niña. Quedó tan
danada de la vida que
casi discutió con la
desnaturalizada genitora.
Los años pasaron. Yo
crecí, estudié, me hice
espírita. Pero siempre
me acuerdo de las
palabras de nuestra
prima cuando presencio
hechos semejantes,
principalmente en medio
espírita.
Cierta vez, fui a hacer
una charla en un centro
espírita aquí de la
Región Serrana de RJ.
Todo iba bien hasta el
momento en que una de
las evangelizadoras de
infancia entró en el
salón trayendo a un
chico y lo entregó a la
madre. En minutos, él
comenzó a pedir para
irse; estaba con sueño.
La madre, no obstante,
prefirió quedarse hasta
el final de la
conferencia. Durante
todo el tiempo que aún
restaba de exposición
doctrinaria, el chico
quedó para allá y para
aca pidiendo para ir a
casa a dormir.
Yo no me manifesté, pero
debería haber hablado lo
siguiente: - ¡Oh,
madre. Lleva a tu hijito
para casa! Él tiene
sueño, está enojado loco
por dormir! ¡Si él no
quedó en la
evangelización infantil,
en la reunión pública,
asistiendo a una charla,
es que él no se quedará
aún! ¡No someta su hijo
a esa tortura! Hasta
hoy me arrepiento de no
haberme pronunciado.
Presencia de niños en la
conferencia pública. ¿Puede?
Digo eso porque, años
antes, el médium y
expositor fluminense
José Raul Teixeira pasó
por un hecho semejante
durante un seminario en
Petrópolis. Casa llena
para asistir. Entre los
presentes, una joven con
una niña de
aproximadamente tres
años em brazos. Como es
imposible mantener
quieta a uma niña de esa
edad, aún más en los
brazos y en medio a una
platea adulta, ella
comenzó a agitarse,
quiso ir para el suelo y
comenzó a hablar con
aquella voz
característica. José
Raul, entonces,
interrumpió el seminario,
se volvió para la madre
de la niña y dijo: -
No haga eso con la niña.
Este local no es
apropiado para ella. Su
hija no está
aprovechando el
seminario, usted tampoco,
las personas alrededor
no están consiguiendo
prestar atención y yo
estoy siendo perjudicado
también. La joven,
entre sorprendida y
presionada, cogió la
hija y se retiró.
A esa altura del texto,
algún lector debe estar
pensando que discrepo
con la presencia de
niños en reuniones
públicas doctrinarias.
Discrepo sí. Pero no con
el niño, que no tiene
culpa de estar allí.
Discrepo con los padres
que llevan a los hijitos
a eventos no adecuados a
la edad de ellos. Y
cuando hablo eventos, me
refiero también a piezas
teatrales y similares,
sea dentro o fuera del
medio espírita. Ya
presencie situaciones
inusitadas.
Hace algunos años, una
pieza teatral que estaba
teniendo mucho éxito en
la Ciudad Maravillosa
fue presentada en
Petrópolis, en un final
de semana, en el Theatro
D. Pedro, que tiene
cerca de 600 plazas.
Fila para comprar
entrada y para entrar,
prenúncio de casa llena.
Apenas entré en el
teatro, vi a una pareja
con un bebecito
adormecido en los brazos
del padre. Ellos habían
adquirido entradas,
insistían en entrar,
pero los productores de
la pieza no lo permitían
a causa del niño, que
podría despertar y
perjudicar el
espectáculo. - Pero
él es bueno, va a
quedarse quieto,
dijo el padre. No hubo
modo. La producción
devolvió el dinero de
las entradas y la pareja
tuvo que irse para casa,
de donde no deberían
haber salido. ¿Y por qué
no? Porque son padres de
um niño muy pequeno. Y
cuando estamos en tal
situación, debemos tener
consciência de que
algunos programas
tendrán que ser dejados
de lado por un tiempo, a
menos que consigamos
alguien para tomar
cuenta de nuestro hijito
o hijita. De lo
contrario, quedemos en
casa con ellos.
Lo que puede causar un
niño inoportuno
Muchos padres podrán
alegar, molestos: -
Vaya, pero yo quiero ver
la charla o pieza
teatral espírita.
Sólo que las otras
personas también quieren;
y si hay un niño
llorando, corriendo o
pidiendo para irse, no
conseguirán. Tengamos en
mente que probablemente
hay en la platea
personas con problemas
serior. Están cansadas,
deprimidas,
desesperanzadas. Ansían
por una palabra que las
consuele y anime.
Llantos y alaridos
infantiles pueden echar
todo a perder. Y
recordemos que en la
tribuna está un ponente
que dedicó horas de
estudio para elaborar la
charla. Él no merece
tener la exposición
doutrinaria prejudicada
por um niño inquieto.
El expositor y escritor
espírita Pedro Bonilha,
de la ciudad de Jales
(SP), narra, en el libro
¿Quién es su Hijo? un
sofoco por el cual pasó
durante una charla en
otra ciudad. Pedro,
mientras exponía, puso
las llaves del coche
encima de la mesa del
salón de la reunión
pública. En el mismo
recinto – lleno, por
señal – un chico
corriendo para todos los
lados. En un momento
dado, él fue hasta la
mesa y cogió el llavero
de Pedro, que fue
obligado a dejar la
charla de lado por
instantes y recuperar el
objeto, lo que generó
risas de parte de la
platea e indignación de
la otra parte. En
momento ningún el
dirigente de la reunión
pública intervino. Ídem
los padres o
responsables por el
chico. Nadie se
manifestó. Quedo pasmado
de ver la inercia y la
cobardia moral del
pueblo espírita cuando
el asunto es encuadrar
padres de niños
importunos.
Ya me encontré con una
situación parecida
cuando fui a hacer una
charla en un gran centro
espírita. Salón extenso
y prácticamente lleno.
Apenas comencé la
exposición, un chico de
aproximadamente cinco
años comenzó a correr
alrededor de la platea.
Enseguida, se puso a
gatear por debajode las
sillas, confundiendo y
mucho a las personas en
ellas sentadas. Como el
dirigente de la reunión
pública no se manifestó,
interrumpí la charla y
llamé la atención del
pequeño. En segundos, la
madre apareció y lo
quitó del salón. Rápido
y tropezando para la
charla proseguir en la
santa paz.
Una experiencia
inusitada, pero
bienhumorada
Lucía Mathias, médica y
expositora carioca de la
cual soy fan, optó por
una salida bien
humorada. Allá por las
tantas de un seminario
brillante, una niñita,
que estaba en los brazos
de la madre, comenzó a
balbucear. Naturalmente,
como estaba viendo
alguien hablando, quiso
ensayar las primeras
sílabas, lo que es muy
bonito desde que ella no
esté en local inadecuado.
Como el glá-glá-glá
de la niñita comenzó a
interferir en la charla,
Lucía interrumpió la
exposición, se volvió
para ella y dijo: -
Nosotros estamos
compitiendo, pero yo voy
a ganarte. ¡Yo tengo
micrófono! Fue una
carcajada general
seguida de algunos
aplausos. Lo suficiente
para la madre alejarse y
salir con la hijita del
salón.
Hago teatro espírita
hace más de 20 años y ya
me encontré con la misma
situación en ocasiones
artísticas. Confieso que
soy llevado por una
extrema preocupación
cuando veo gente con
niño a tirabarte
adentrar el recinto para
asistir a alguna pieza
que no sea infantil. Mis
recelos ya se
confirmaron algunas
veces. En uno de ellos
en la mitad final de la
pieza, un niño de brazos
comenzó a llorar
intensamente. ¡Buááááááááááá!
Era una noche fría de
julio y, según mi madre,
que estaba en la platea,
el niño probablemente
abrió el berrero porque
tenía frío. El llanto
fue tan alto que, aún
tras el niño haber sido
retirado del local, era
para oírlo
perfectamente berreando
en el vestibulo del
centro espírita. Fue un
llanto de quien estaba
desesperado. Mientras
eso, los actores – que
ensayaban la pieza
semanas seguidas para
presentar un trabajo de
calidad – fueron
afectados, parte del
mensaje se perdió, y el
público, que había
pagado por el ingreso,
tuvo el ocio perjudicado.
Si era una noche fría de
invierno, ¿para qué
sacar a un niño del
calor del hogar para
someterlo a la tortura
de quedar en un ambiente
no adecuado a él?
Exponer a un niño a una
conferencia es malo
hasta para él
Llevar niños a reuniones
públicas doctrinarias
incurre en el riesgo de
ser sometidos a otra
onomatopeia: el
chomp-chomp o
masticación de bizcochos.
En el objetivo de
mantener al niño quieto
u ocupado, los padres
compran un bolsa de
bizcochos y dan a él
para comer durante la
reunión pública. Vi el
chomp-chomp en acción
sólo una vez en reunión
pública doctrinaria,
felizmente. Sólo que el
expositor era yo. Es muy
pesado hablar teniendo
como fondo musical
alguien masticando
bizcocho. Y en la
primera fila, aún por
encima.
Vuelvo a lo que José
Raul Teixeira dijo.
Pensemos en los niños,
que serán sometidos a
una tensión innecesaria
y alborotará un ambiente
para el cual aún no
están preparados. Si no
tenemos con quién
dejarlos, quedemos en
casa con ellos. O
entonces, llévenlos al
parque, a la pracita o
similar que tenga que
ver con las expectativas
de ellos. Exponer los
niños a una charla o
evento artístico adulto
es cansado para ellos.
Además de eso, acaba
afectando la atención de
la asistencia y de los
envueltos en la
presentación de la
actividad. Eso vale
también para misas,
cultos evangélicos,
simpósios académicos o
cualquier otro lugar
inapropriado para niños
y para adónde muchos
padres aún insisten en
llevarlos. Sé que muchos
padres hacen eso porque
quieren participar del
evento. Si el niño, sin
embargo, decide llorar,
jugar o equivalente, los
padres a nada asistirán
y el resto de la
asistencia se sentirá
incomodada. Y con toda
razón.
Voy a aprovechar el
asunto y extender la
misma recomendación al
personal de la tos. Ya
vi mucha charla, pieza
teatral y concierto de
música clásica no rendir
lo esperado porque
alguien en la platea
tosia sin parar; y com
la boca abierta. Ya vi
hasta un caso en que una
joven tosió por tres
reuniones públicas
semanales seguidas. Y
con una boca del tamaño
de un tranvía, y encima.
¡Cof-cof-cof!
¿Será que ella no notó
que estaba incomodando?
¿Será que no percibió
que debería buscar
orientación médica?
La tos que no cesa y las
conversaciones
paralelas
Si la tos es tan
incontrolable así,
tomemos el medicamento
que nos fue prescrito y
quedemos en casa. O
entonces, salgamos del
recinto para no
confundir el evento. O
por lo menos coloquemos
un pañuelo en la boca,
medida simple que
disminuye el ruido de la
tos en diez decibelios,
como leí hace un tiempo
en un artículo
científico. Y diez
decibelios a menos en un
recinto cerrado hacen
una diferencia enorme.
Sé que el portador de la
tos quiere mucho asistir
a la charla o pieza
teatral, pero las otras
personas también quieren
y no lo conseguirán si
no hicimos la parte que
nos cabe.
Hay también el
ti-ti-ti, aquella
conversación paralela,
em pleno evento, que
acaba confundiendo a
quien está alrededor de
la conversación animada.
El centro espírita
estaba engalanado para
una ocasión especial: la
charla de un importante
expositor que venía de
otro Estado a concluir
un evento que había
durado diez días.
Recinto lleno. Entrada
del salón al frente.
Faltaban unos diez
minutos para el inicio
cuando una señora entró
en el recinto. Creo que
ella debía estar fuera
de la ciudad hace un
tiempo, pues tan
inmediatamente comenzó a
caminar por el pasillo
céntrico, venida de la
puerta del frente, para
buscar un lugar, fue
saludada por otra señora
que estaba sentada en
una de las primeras
filas. Se abrazaron
efusivamente. Enseguida,
conversaron un poco.
Ella siempre en pie. Yo
estaba sentado un poco
más atrás, en el asiento
al borde del pasillo
central. Por eso, asistí
a todo de camarote. Sin
problema alguno en
cuanto a eso. Sólo que
ese no fue el primer
saludo. Vino el segundo.
Y también el tercero, el
cuarto, el quinto...
Todos en el mismo
diapason y seguido de
uma charla cordial y
ligeiramente larga. –
Debe ser una señora muy
querida -, pensé con
mis botones.
¿Y el ruído causado por
móviles y afines?
Sólo que llegó la hora
de la charla. El
dirigente dio la
bienvenida y llamó
alguien para la oración.
Y la efusiva señorita
aún en el pasillo
central siendo abrazada
por alguien más y
modificando con una
charlita básica. Ahí, el
expositor de fuera fue
llamado a la mesa,
saludó a todos, dio
inicio a la charla y la
mujer aún en el pasillo
central, de pie,
haciendo lo social. Ella
tardó em sentarse. En
ese ínterin, buena parte
de lo que el expositor
dijo en el inicio fue
perjudicado por quien
estaba teniendo la
visión obtruida por la
alegre señorita que, por
fin, se sentó. Yo fui
uno de los perjudicados.
Ella quedó al frente de
una considerable parte
de la audiciencia.
Compitió con el
expositor por unos diez
minutos, sin darse
cuenta.
Sé que es muy bueno que
volvamos a ver
compañeros del
movimiento espírita y
saludarlos con gusto.
Pero en un evento como
el que cité, creo que lo
mejor a ser hecho es
buscar nuestros asientos,
saludemos de lejos a los
que estén próximos y
dejemos manifestaciones
de cariño más explícitas
para después de la
charla.
No podía concluir este
texto sin hablar de los
sonidos causados por
móviles y afines. Voy a
llamar tales ruiditos
como trim-trins,
simbolizando todas las
musiquitas, pitidos y
similares que dan el
aire de la gracia cuando
el móvil toca. Ya vi
expositores, actores y
profesores llamando la
atención de la audiencia.
Ya vi hasta un vídeo en
que profesores de
diversos países
destrozar tales aparatos
tras tomarlos de las
manos de alumnos
incautos. La tecnología
ha facilitado mucho la
comunicación últimamente.
Aún así, recordemos:
smartphones y
congéneres deben ser
desconectados cuando
vamos a asistir a
charlas, piezas
teatrales, clases,
seminarios etc.
Evitemos, por lo tanto,
los buás, glá-glá-glás,
chomp-chomps, cof-cofs,
ti-ti-tis y trim-trins.
Es demasiada onomatopeya
confundiendo la buena
marcha de las tareas.
(1)
Onomatopeya: palabra
cuya pronunciación imita
el sonido natural de la
cosa mencionada (murmullo,
susurro, cuchicheo,
chillar, pum, reco-reco,
tic-tac).
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